jueves, 3 de septiembre de 2015

La opinión de Iñaki

                                               

El niño sirio


Ustedes perdonen, pero no puedo tomarme en serio esa presunta conmoción europea de la que toda la prensa habla hoy por la imagen del niño sirio ahogago en la playa turca. Las imágenes son espeluznantes, por supuesto, pero van a conmocionar a los que ya se conmocionaban antes y dejarán fríos a los que antes se mostraban indiferentes. ¿Es que no habíamos tenido los últimos años suficientes noticias e imágenes de escalofrío, en las playas, en los puertos, en el mar? ¿Ha pestañeado alguien por los 50 muertos asfixiados en el interior de un camión hace apenas unos días? Lo que en las últimas semanas está haciendo distintas las cosas no es el dramatismo de las imágenes insoportables que nunca han escaseado, sino que las mareas humanas ya no se limitan a golpear a la cochambrosa Europa del sur, sino que llama a las puertas de la Europa rica, esa que hasta ahora miraba este drama con distancia aristocrática.


Iñaki Gabilondo en la redacción de la Cadena Ser 
Hay que hacer muchas cosas que no se harán, porque el espanto por la muerte de este niño se olvidará en nuestros días, y porque la fiera que produce tanto horror es la justicia y la desigualdad, y esas no va a neutralizarlas precisamente quien las genera.  

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Qué razón tienes, Iñaki. Es imposible que el mismo virus que produce una pandemia, pueda curar a sus víctimas. Sobre todo cuando la enfermedad consiste en vaciar la conciencia, aniquilar los sentimientos en favor del IPhon, el portafolios y de la chequera, anestesiar el alma y dejar el encefalograma plano, no por que se le mata, sino porque se desactivan sus funciones superiores y se le deja a la altura analítica de las uñas, del pelo o los callos.

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