4 de septiembre de 2015
José Antonio Palao Errando
Profesor del Departamento de Ciencias de la Comunicación de la Universitat Jaume I de Castelló
Profesor del Departamento de Ciencias de la Comunicación de la Universitat Jaume I de Castelló
Yo no sé si los inmigrantes
musulmanes ponen en peligro la Cristiandad europea. Si fuera así, igual
habría que extenderles la alfombra roja de la bienvenida. El
cristianismo es una religión, allá cada cual. Pero la Cristiandad fue un
régimen político bárbaro y totalitario, como lo es el ISIS. La
diferencia no es banal. Ahora bien, de lo que sí estoy seguro es que
alguien que da muestras de paletismo y tosquedad como las que da Víktor Orbán, xenófobo y defensor de la pena de muerte, pone en peligro la cultura democrática europea. Como un Fernández Díaz,
por ejemplo, al que tan erectas le gustan las vallas y tan flácidas las
puertas de su despacho en el Ministerio. Gente así rebaja el nivel de
la política al de la barbarie y la superstición.
En cuanto a Alemania, pues aquí la
tenemos en el eterno bucle de la auto-justificación y la culpa, que ha
sabido conciliar muy bien con su alma de mercader. Si su mala conciencia
(¿imagen?) por el holocausto tuvo que ser lavada, entre otras cosas,
recogiendo en su Constitución
el derecho universal de asilo -que la hace, junto a su condición de
primera potencia económica europea, destino soñado por los refugiados
sirios- no olvidemos que la intención real de la inclusión del artículo
16 en ella era, sobre cualquier, otra socavar a la RDA provocando el
flujo masivo de ciudadanos alemanes hacia la RFA, lo que llevó al
régimen estalinista de Berlín a levantar el triste muro. El interés
político anticomunista (era la frontera de la OTAN con el Pacto de
Varsovia) fue su aliento fundamental pensando en la Gran Alemania,
dictadora de Europa y martillo de sus pueblos, con la que ya soñaban
nada más dar por acabada la Segunda Guerra Mundial, no seamos ingenuos.
Que ahora se vean obligados, por mandato constitucional, a acoger a los
sirios, que pueden pasar por refugiados políticos y no por inmigrantes
económicos -distinción que ha puesto en duda el fascista británico Peter Bucklitsch,
que es que están por todas partes, no sólo en España y en Hungría-, son
efectos secundarios de la universalidad de las leyes liberales.
Entiendo perfectamente la sensibilidad
herida de los telespectadores (ciudadanos, también) occidentales ante la
imagen del cuerpecito de Aylan tendido en la playa. Pero mira que es
casualidad que esta foto haya salido a la luz justo cuando los que huyen
lo hacen de enemigos de occidente como Al-Assad y el Estado Islámico.
No estaría de más recordar de paso cuantos cadáveres negros de niños
subsaharianos yacen en el fondo del Mediterráneo, porque nunca pudieron
llegar a una playa huyendo del hambre al que los condenan el
imperialismo y sus títeres. No sé. Igual ya no es materia para los
telediarios y las portadas de los periódicos y habrá que esperar a que
se haga cargo Discovery Channel. O poner a cantar a Machín. A mí me
producen la misma rabia los angelitos negros que los blancos, aunque sus
cadáveres estén en el fondo del mar y no haya una cámara para
registrarlos. Creo importante que no olvidemos que, además de ser un
niño muerto en el mar, pillado entre la presión de guerra en una costa y
la de la burocracia capitalista en la otra (las dos presencias
mortíferas por excelencia en nuestra época junto a la violencia contra
las mujeres), también es una imagen. Una imagen que los medios han
tenido especial interés en registrar y sobre todo en difundir. Dejo a la
reflexión de cada cual el porqué. Pero lo que no podemos ignorar es su
dimensión de imagen, su dimensión de mirada.
En cuanto a nosotros, por fin vamos poder asumir el reto que el PP y sus acólitos nos espetan constantemente: ¡Si tanto les importan los refugiados y los sin papeles, métanlos en su casa!
Eso intentamos. Pero primero había que reconquistar la casa
ilegítimamente expropiada. Poquito a poco. Con orden. Ese orden que las
reaccionarias instituciones europeas pretenden andar buscando, pero que
nunca encuentran porque no tienen ninguna voluntad política de arreglar
el problema y de facilitar el proceso. En efecto, algunas cosas están en
esta España que ya parece post-PP. Con todos los peros que he
expresado, creo que las iniciativas que están llevando a cabo las
candidaturas populares y progresistas, en muchos ayuntamientos del
Estado Español, para ofrecer acogimiento a los refugiados son una muy
buena señal, una magnífica acción práctica de radicalidad democrática.
Tan importante es cambiar nuestra mirada, como combatir las políticas
neoliberales.
Pero no olvidemos que siguen ahí,
agazapados en estos tiempos de reflujo electoral, con todo su arsenal
demagógico en reserva, para instigar a la fobia al extranjero, al
diferente, al débil. Las redes sociales dan muestra de ello. No debemos
bajar la guardia. Y pensemos que no lo hacemos sólo por nosotros. Más
nos gustaría que todo el mundo pudiera permanecer en su casa, que nadie
tuviera que huir del hambre, de la barbarie, de la guerra. Pensemos que,
hoy por hoy, casi ningún tirano sobreviviría en el mundo sin el apoyo
de los intereses económicos occidentales. Que ninguna de esas barbaries
se ha originado en algo distinto de las maniobras de imperialistas y neocoloniales de Occidente.
Luchar contra el neoliberalismo y sus políticas salvajes, aquí en casa,
es luchar por el bien del mundo. Bienvenido todo el que pueda echar una
mano.
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