Nunca en la historia reciente de España ha estado el
país tan cerca de la ruptura y su máximo dirigente no se hace
responsable. " No tengo la culpa de que haya más independentistas", dice Rajoy en esa misma entrevista donde admite que se pelea con su hijo por el Marca. ¿No la tiene? ¿Seguro?
(Recordatorio: Mariano Rajoy llegó a La Moncloa a final de 2011)
Un pequeño repaso a los datos dice justamente lo contrario: el
independentismo en Catalunya, minoritario durante décadas, se ha
disparado desde que Rajoy está en La Moncloa. Ha sido el PP, desde el
Gobierno, quien se ha enrocado en el inmovilismo y ha permitido que el
incendio crezca. Fue el PP, desde la oposición, quien ejerció de
pirómano contra la convivencia.
El PP, con Mariano
Rajoy al frente, ha cometido tres errores. El primero, confundir sus
intereses de poder con los intereses de los españoles, y azuzar un
demagógico discurso anticatalán, tan rentable electoralmente en el resto
de España como irresponsable para esa patria a la que tanto mencionan.
El segundo fue creerse su propia propaganda. Despreciaron los primeros
síntomas y equivocaron el diagnóstico, convencidos de que el problema
catalán era lo que les contaba Marhuenda en la portada de La Razón: "un
suflé" inventado por Artur Mas y TV3 que bajaría tan rápido como había
subido, que se arreglaría como todo lo demás, cuando acabase la crisis
económica. Se equivocaron, y lo peor es que Rajoy y su soberbia han
quedado atrapados en ese error, como cuando Zapatero se dedicaba a
buscar eufemismos para no hablar de la crisis económica.
El tercer error de Mariano Rajoy se resume en una expresión muy castellana: sostenella y no enmendalla.
El líder político especialista en no hacer nada sigue fiel a su estilo,
aunque sea por no llevarse la contraria. Estamos donde empezamos pero
cada día un poco peor: bloqueados por la cerrazón de un presidente del
Gobierno que confunde la inconsciencia con la calma y que sigue
fumándose puros mientras todo el edificio institucional se viene abajo.
¿Votar? Ni de coña, que es "antidemocrático". ¿Reformar la Constitución?
Tampoco, que "los países serios" no cambian su carta magna cada treinta
años.
De cuando en cuando, hasta en el propio Gobierno surgen voces más sensatas, como cuando José Manuel García Margallo aboga por reformar la Constitución.
El ministro de Exteriores recoge una opinión que cada día es menos
minoritaria incluso entre la propia derecha madrileña: que hay que hacer
algo antes de que Rajoy pase a la historia como el último presidente de
todos los españoles, y el primero de Alemania.
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