La cosa empezó con un artículo de Pablo Iglesias titulado El Pablo Iglesias británico. Apareció en la página 7 de la edición de El País
de este lunes con alharaca en portada, y causó gran revuelo en las
redes sociales por su evidente narcisismo. El texto, así titulado,
añadía al plural mayestático del secretario general de Podemos pues eso,
un tono mayestático, para qué andar sinonimeando: “Resulta
sorprendente, paradójico, incluso irónico, que muchos medios comparen a
un veterano laborista como Jeremy Corbyn con nosotros.
Y, sin embargo, tienen toda la razón en hacerlo. ¿Qué puede tener en
común el nuevo jefe del viejo partido fundado por los sindicatos
británicos con una formación nacida hace año y medio en España?
Básicamente una cosa: el fracaso del social-liberalismo de la Tercera
Vía. Se dice de Podemos que somos el partido de los indignados. No es
incorrecto del todo, pero esa explicación se queda a medias. El 15-M y
el movimiento de los indignados en España fueron la expresión social del
fracaso de eso que se llamó neoliberalismo”.
Pero tuvo Pablo Iglesias que rectificar al exquisito rotativo, pues el título que él había enviado era ¿Por qué todo el mundo habla del Pablo Iglesias británico?
La relajación en el tratamiento de un texto publicado por un particular
que tiene opciones a ser el próximo presidente del Gobierno dice mucho
de la consideración que tiene El País por esta quintacolumnista vía nacida de la primavera indignada. Continúa el periódico fundado por Jesús Polanco del Gran Poder
dibujando el paisaje antiguo de nuestra democracia, y, francamente, su
manipulación demuestra que, en el fondo, para ellos Pablo Iglesias y los
suyos siguen siendo esos perroflautas que un día, por divertirse, se
quedaron acampados en la Puerta del Sol para gritar consignas, luchar
por la utopía y beber litronas. Jamás hubiera osado el diario modificar
un texto o un título de Felipe González, Rajoy, Aznar o Zapatero sin consultar vasallamente la idoneidad del cambio.
La progresía de mi generación vivió su adolescencia con El País
bajo el brazo, como una enseña o blasón de nuevos tiempos, como una
esperanza de papel. Años más tarde, cuando nos hicimos periodistas,
seguíamos perdonando algunas veleidades traidoras del diario y
continuábamos soñando con ver nuestra firma en sus páginas algún día.
Hoy cogemos ese papel con pinzas, como los socialistas cogen con pinzas
la rosa del PSOE, porque mancha. Quizá el PSOE y El País se han
convertido en la gran decepción (los dos son tal vez la misma) de
nuestra democracia. Qué inocentes. Qué inocentes éramos.
También nos enteramos esta semana de que dos de las firmas del
periódico de nuestra esperanza transicional se han despedido después de
sufrir una lacerante censura. Nos informaba de ello el martes El Confidencial Digital: “Manuel Altozano y Rafael Méndez
eran dos de los periodistas más respetados del equipo. Se encargaban de
investigación, disponían de fuentes propias y sus temas eran
considerados como de los mejores contenidos del periódico. Todo cambió
el día que publicaron una información relativa a la vicepresidenta del
Gobierno y Telefónica, compañía en la que trabaja su marido Iván Rosa. Era 15 de julio y el titular inicial fue el siguiente: Justicia permite a [Soraya Sáenz de] Santamaría tratar asuntos de Telefónica, donde trabaja su marido.
Fue el enfoque que se publicó en la edición empresa, con una foto del
matrimonio, y en la edición digital a primera hora de la mañana. La
información estaba firmada por Manuel Altozano y Rafael Méndez. Sin
embargo, la versión final fue otra: Santamaría se abstiene en los
asuntos de Telefónica pese a no estar obligada. Fue a las 12:01 minutos
de la mañana cuando se realizó la última modificación a la pieza. De
esta edición ya desapareció la firma de Altozano y Méndez”.
La segunda versión, la aparecida en el periódico sin firma, era un
ejemplo de no-noticia, de desinformación y de triste peloteo: “Iván Rosa
Vallejo, esposo de la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de
Santamaría, fichó por Telefónica como asesor jurídico en marzo de 2012,
tres meses después de que el PP llegara al poder. Sin embargo, esa
relación laboral no supone ningún tipo de conflicto de intereses para la
número dos del Gobierno de Mariano Rajoy, según un informe de la
Abogacía del Estado encargado entonces por la propia Santamaría. El
documento, hecho a medida para ese caso concreto, asegura que la
vicepresidenta no tiene por qué inhibirse en los actos, decretos,
órdenes ministeriales e incluso leyes que afecten a los intereses de esa
compañía. Sólo tendría que hacerlo si su esposo fuera el jefe del
servicio jurídico de la empresa y no un asesor de tercer nivel. Moncloa
afirma que pese a ese informe Santamaría se ha ausentado en dos consejos
de ministros en deliberaciones que afectaban a Telefónica”.
No digo más. Altozano, en su cuenta de twitter, difundió la verdadera versión de la historia. Ay, País.
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