martes, 22 de septiembre de 2015

Unas preguntas inevitables

1) ¿Si Rajoy, Aznar, el pp y el rey fuesen catalanes y gobernasen Catalunya, qué harían los independentistas el día 27?

2) ¿Y si Mas, Pujol y CiU , tal y como funcionan, gobernasen España, qué pasaría en Catalunya, estarían contentos con ellos, sólo porque son paisanos aunque los esquilmasen como el pp?

3) ¿Qué tiene más peso en las conciencias verdaderamente libres: el factor ético o el factor independentista?

4) ¿Ser independentista incluye que todo individuo afín al independentismo es ético y preferible a otros por el sólo hecho de ser independentista? ¿Determina la nacionalidad la condición moral y el comportamiento de los individuos hasta el punto de levantar fronteras que distingan a los buenos-afines de los indeseables-diversos?

5) ¿Es bueno para Catalunya que personas carentes de ética estén a la cabeza del movimiento independentista y gobernando el país catalán?

6) ¿Se puede ser éticos para reclamar derechos y carentes de ética para manejar los recursos del país para el que se reclama la independencia?

Que conste mi total respeto por las decisiones legítimas y democráticas de cualquier colectivo humano. Pero no puedo evitar plantearme preguntas y descubrir respuestas, que parecen estar, como diría Bob Dylan, escritas en el viento.
No me gusta el discurso de Pablo Iglesias en general, y el que estos días está soltando en Catalunya me parece deplorable, pero debo reconocer que entre sus boutades hay una buena propuesta: "El problema que nos aflige a todos es el gobierno del pp ¿por qué no os quedáis y lo echamos juntos?"

Creo que yo tengo, con España en general, el mismo problema que Cataluyna. Cada vez que paso una temporada en Alemania con mi familia ya alemana, no me quedan ganas de volver a España, lo confieso; siento mucha más afinidad por aquella forma de vivir y de entender el mundo. Pero soy incapaz de quedarme allí para siempre porque, a pesar de todo, siento que lo bueno de España que conozco y respeto, incluida Catalunya, no merece que lo abandone ni me quede mirando de lejos como lo aplasta el pp. Y siempre vuelvo, a pesar de que mi yo más cómodo no esté de acuerdo. Quizás soy masoquista o soy tonta. O tal vez es que el bien común me importa demasiado y sin él mi propio bien me resulta una falacia con muy poco sentido. No sé...

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