‘La Tercera Vía’ presentada ayer en Madrid defiende las posiciones
que siempre he defendido, y que ustedes se han aburrido de oírme
defender: no hay más salida que el diálogo. Hace tres
días volví a martillear en este mismo clavo cuando me refería a la tan
insistentemente reclamada por muchos reforma constitucional.
Nada que objetar, por tanto, sino todo lo contrario a ‘La Tercera
Vía’ y a toda propuesta de construir nuevos consensos a través del
diálogo porque el consenso de la Transición se ha apolillado.
Esto, para Cataluña y no solo para Cataluña, estamos obligados a
hacerlo. Siempre he vaticinado además que es algo que va a terminar
ocurriendo, nos pongamos como nos pongamos, máxime sin mayorías
parlamentarias porque o es eso o la esterilidad y el choque.
Dos pegas a ‘La Tercera Vía’ presentada ayer. Primera, llega tarde, al humo de las velas, cuando la partida de Cataluña está casi jugada.
Me temo que queda condenada a ser simplemente una noble proclamación. Y
segunda, el diálogo debe empezar en cada propia casa. La familia socialista por ejemplo, tan bien representada ayer, tiene muchas dudas que disipar en su propio seno antes de sentarse a dialogar.
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