El Consejo de Ministros de Interior de la UE que
debía resolver de manera urgente la crisis de los refugiados ha salido
mal, ha acabado en una decepción y confirma que el proyecto comunitario
agoniza. "Europa fracasa" se ha convertido en el titular más repetido
entre grandes golpes de pecho de unos y otros, mientras antieuropeistas y
europeístas coinciden en preguntarse por el hasta ahora incuestionable
futuro de Schengen.
Europa llega tarde, mal y a
rastras. Eso parece indiscutible. Supone una vergüenza ética y un
desastre político. Pero la pregunta más relevante reside en si al final
va a llegar. Puede que las noticias sobre su fracaso, o incluso su
muerte, resulten algo exageradas. Seguramente cohesionar y gestionar las
políticas de inmigración de 28 países como si fueran un único Estado
solo puede hacerse así: batiendo la lentitud, el oportunismo y la
miseria de los gobiernos nacionales en una batalla larga y costosa.
En junio, hace apenas tres meses, los refugiados eran
solo un problema de los griegos y los italianos, nosotros no podíamos
acoger ni a un par de miles sin poner en peligro nuestra recuperación
económica y el Mediterráneo parecía condenado a convertirse en una tumba
únicamente velada por el silencio.
Hoy los
refugiados se asumen como un problema europeo, ya nadie discute la
necesidad de acoger a varios cientos de miles y el discurso xenófobo
contra los inmigrantes ha perdido el predominio mediático y político que
parecía ir a alcanzar. Ahora debe competir con un mensaje más complejo
y democrático donde esos cientos de miles de seres humanos que buscan
amparo se van convirtiendo en socios y aliados que pueden ayudarnos a
encarar dilemas que nuestras viejas y cansadas sociedades ya no pueden
afrontar solas.
Los mismos gobiernos que antes nos
decían que resultaba imposible acogerles ahora discuten cómo
repartirlos. El ejecutivo alemán fue el primero en darse cuenta de que
era imparable, los necesitamos y en el discurso del odio siempre hay
alguien que te gana. Francia o España han tenido que cambiar a toda
prisa su discurso y sus políticas. Ahora se resisten los países del
Este, pero solo es cuestión de tiempo.
Alemania no lo
ha hecho solo por solidaridad, ni por principios o por estrategia
política. Es por pura lógica economía. Al ir un paso por delante los
alemanes se están asegurando poder elegir a quien reciben mientras los
demás nos peleamos por la cuota. Ángela Merkel y la realidad siempre se
acaban abriendo camino.
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Nota del blog.
Antes de que Merkel eligiera a los refugiados, -porque no le queda más remedio que cumplir con la ley de acogida de su propio país; ley vigente en la RFA , y que data de la época de la guerra fría, de la división ideológica, política, estratégica y territorial de las dos Alemanias, cuando la emigración de los países del bloque del Este era un verdadero lujo para el Oeste, por la preparación técnica e intelectual de los refugiados, que además llegaban en un cómodo cuentagotas y no en avalancha desesperada, como ahora- la inmensa mayoría de los actuales refugiados ya viene con la intención clarísima y manifiesta de llegar a Alemania como objetivo primordial.
La intención personal de Merkel quedó cristalina hace cosa de un mes y pico, cuando le espetó a una niña refugiada, que lloraba angustiada por la situación de su familia dividida entre Asia y Alemania, que ésta no podía ocuparse de tanta gente en mal estado porque sería un desastre. Pero, hasta el más cafre y adoquinado corazón germánico, debido al sentido ético social de la educación que reciben desde chicos y con el que funciona el mismo Estado, en casa y en la escuela, en las empresas y en cualquier sitio, hace que la decencia sea la legalidad vigente y viceversa. Por eso Merkel está social y moralmente obligada a pesar de su disposición personal renuente, a aceptar la ley que hace de la acogida al refugiado una obligación. Han conseguido que el imperativo categórico de Kant se convierta en norma social y, con ello, neutralice por ley los arranques del primitivismo egoísta de los individuos menos pulidos, menos lúcidos y menos evolucionados en sus ideas, temperamento y carácter. Por eso allí la corrupción es, además de delito, una degradante lacra que mata de vergüenza a quienes la perpetran o simplemente la intentan, sin necesidad de juicios ni veredictos, en cambio lo que en España pasa como 'normalidad' va a los tribunales por la acusación del entorno político, para ser juzgado a ver si hay que dimitir o no, en vez de dimitir ipso facto y de motu proprio como harían en Alemania y en otros países, en las mismas tesituras.
Hace pocos días asistí a una reunión de un partido político muy decente y sin casos de corrupción, y una diputada del mismo se quejó de 'lo injusto que es exigir la dimisión a un representante institucional, sólo porque esté imputado de algo que no se ha demostrado que sea delito...' Toma castaña. No entienden nada. Ni comprenden que si la gobernanza de un país tiene que funcionar en los juzgados, a golpe denuncias contra políticos insaciables, y a base de condenas y absoluciones, es porque carece por completo de ética social y sólo funciona a estacazos judiciales y el criterio interiorizado de una moral pública como forma natural de funcionar no existe. La prevaricación y el cohecho deberían ser líneas rojas que, sin tribunales de por medio, deberían llevar a la dimisión inmediata por simple vergüenza y bochorno personal y no por fuerza,porque en esa situación la autoridad de los corruptos desaparece al mismo tiempo que su integridad. Lo mismo que una ley de protección al inmigrante en precario, debería ser ya un código deontológico social asumido por todos los países del UE, que no admitiese 'peros' ni malas caras, ni concertinas ni malos tratos en las fronteras, ni comentarios zafios y crueles como los de los ministros y , la vicepresidenta o el recién casado Maroto, que consideran goteras o terroristas potenciales a los desgraciados y machacados por la guerra y dan la razón al tirano genocida sirio que la ha provocado con su tiranía, algo aberrante, a estas alturas de una "civilización" que presume de avanzada y se va de gira interestelar por el cosmos, derrocha todo lo que pilla en fantasmadas bélico-científicas pero no es capaz de resolver los conflictos humanos, las carencias graves que provoca su forma de consumir, ni eliminar una precariedad tan básica como erradicar el hambre y atender a las víctimas de la barbarie, sin protestar ni menospreciar ni humillar; por mera humanidad. Por simples derechos humanos indiscutibles.
No sabemos si algún día esta España farandulera, cortita en recursos intelectivos de altura pero larga en las bajuras de la picaresca, llegará a entender con el corazón y a amar con la inteligencia. Y dejará de hacer el ridículo por esos mundos de Dios, al pairo de lo que decidan "los listos" del cotarro. Ains!
La intención personal de Merkel quedó cristalina hace cosa de un mes y pico, cuando le espetó a una niña refugiada, que lloraba angustiada por la situación de su familia dividida entre Asia y Alemania, que ésta no podía ocuparse de tanta gente en mal estado porque sería un desastre. Pero, hasta el más cafre y adoquinado corazón germánico, debido al sentido ético social de la educación que reciben desde chicos y con el que funciona el mismo Estado, en casa y en la escuela, en las empresas y en cualquier sitio, hace que la decencia sea la legalidad vigente y viceversa. Por eso Merkel está social y moralmente obligada a pesar de su disposición personal renuente, a aceptar la ley que hace de la acogida al refugiado una obligación. Han conseguido que el imperativo categórico de Kant se convierta en norma social y, con ello, neutralice por ley los arranques del primitivismo egoísta de los individuos menos pulidos, menos lúcidos y menos evolucionados en sus ideas, temperamento y carácter. Por eso allí la corrupción es, además de delito, una degradante lacra que mata de vergüenza a quienes la perpetran o simplemente la intentan, sin necesidad de juicios ni veredictos, en cambio lo que en España pasa como 'normalidad' va a los tribunales por la acusación del entorno político, para ser juzgado a ver si hay que dimitir o no, en vez de dimitir ipso facto y de motu proprio como harían en Alemania y en otros países, en las mismas tesituras.
Hace pocos días asistí a una reunión de un partido político muy decente y sin casos de corrupción, y una diputada del mismo se quejó de 'lo injusto que es exigir la dimisión a un representante institucional, sólo porque esté imputado de algo que no se ha demostrado que sea delito...' Toma castaña. No entienden nada. Ni comprenden que si la gobernanza de un país tiene que funcionar en los juzgados, a golpe denuncias contra políticos insaciables, y a base de condenas y absoluciones, es porque carece por completo de ética social y sólo funciona a estacazos judiciales y el criterio interiorizado de una moral pública como forma natural de funcionar no existe. La prevaricación y el cohecho deberían ser líneas rojas que, sin tribunales de por medio, deberían llevar a la dimisión inmediata por simple vergüenza y bochorno personal y no por fuerza,porque en esa situación la autoridad de los corruptos desaparece al mismo tiempo que su integridad. Lo mismo que una ley de protección al inmigrante en precario, debería ser ya un código deontológico social asumido por todos los países del UE, que no admitiese 'peros' ni malas caras, ni concertinas ni malos tratos en las fronteras, ni comentarios zafios y crueles como los de los ministros y , la vicepresidenta o el recién casado Maroto, que consideran goteras o terroristas potenciales a los desgraciados y machacados por la guerra y dan la razón al tirano genocida sirio que la ha provocado con su tiranía, algo aberrante, a estas alturas de una "civilización" que presume de avanzada y se va de gira interestelar por el cosmos, derrocha todo lo que pilla en fantasmadas bélico-científicas pero no es capaz de resolver los conflictos humanos, las carencias graves que provoca su forma de consumir, ni eliminar una precariedad tan básica como erradicar el hambre y atender a las víctimas de la barbarie, sin protestar ni menospreciar ni humillar; por mera humanidad. Por simples derechos humanos indiscutibles.
No sabemos si algún día esta España farandulera, cortita en recursos intelectivos de altura pero larga en las bajuras de la picaresca, llegará a entender con el corazón y a amar con la inteligencia. Y dejará de hacer el ridículo por esos mundos de Dios, al pairo de lo que decidan "los listos" del cotarro. Ains!
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