martes, 1 de septiembre de 2015

BEETHOVEN - The Triple Concerto in C Major, Op. 56 - Oistrakh/Rostropovi...




Una de las mejores versiones de esta maravilla de composición. Un verdadero y exquisito diálogo entre tres instrumentos y una orquesta. Podría ser la metáfora de una democracia real. Un tripartito elegido entre todos trabajando con la ciudadanía mientras la batuta del bien común va dando las pautas, marcando ritmos, compases y tiempos.  Todos de acuerdo desde la diversidad en construir lo más hermoso y sabio. Qué bien nos sentaría ser un poco más melódicos, sinfónicos y sensibles, hasta conseguir la unidad del equilibrio en la pluralidad de los instrumentos sociales, políticos y económicos, sectoriales... para que la política a base de ética conquistase la verdadera inteligencia de la estética, que va mucho más allá de las formas aparentes. Ojalá, algún día se consiga ese nivel.
Por lo pronto, los ciudadanos alemanes están demostrando que sí es posible, desde la ciudadanía consciente y humana de verdad, construir la belleza de la compasión y la piedad, mucho más allá que el mero manejo de leyes, normas y fronteras. Las leyes no sólo están para que se cumplan, están, sobre todos,  para ser superadas por la conciencia. Necesitamos leyes porque no hay una conciencia colectiva bien orientada, despierta y lúcida. Cuando esa conciencia existe, las leyes sobran, limitan y estorban.
No debe ser casualidad que en Alemania naciesen Beethoven, el autor de este triple concierto paradigmático y de la Novena Sinfonía,  Inmanuel Kant, el maestro  que supo resumir en el imperativo categórico ético, toda la belleza sublime de esta música en el pensamiento y en el "maestro del corazón" que se puede plasmar y expresar en la voluntad humana, si aprendemos a usar el don de la libertad, y tampoco es casualidad que allí naciesen Georg Hegel y Karl Marx, dos puntales de la evolución filosófica y social que revolucionó la comprensión y el compromiso del pensamiento universal con la praxis social. 

Fueron los griegos, precisamente, los primeros europeos que pusieron en marcha ese triple legado imprescindible, ese concierto lleno de vida: democracia (demokrathía) ciudadanía (politeia) y filosofía (philosophía). Esos logros no fueron inventados con la idea de convertirlos en absolutos, ni para dejarlos almacenados en los museos del pensamiento, expuestos al moho, al polvo y al olor a rancio de las viejas solemnidades y rimbombancias. Al contrario, fueron descubiertos y practicados en la frescura de la plaza pública ( hè agorà), en la asamblea comunitaria y pública en los debates callejeros y vecinales (koinOnía), como aprendizaje y experiencia de la inteligencia social que proporciona la familiaridad con la sabiduría práctica (philo-sophia), para ser mejorados con nuestra evolución, con nuestros avances espirituales, y no meramente limitada a los conocimientos intelectuales, político-ideológicos, científicos, económicos, especulativos o condicionados por la demagogia que llamaron sofisma (sophisma), charlatanería engañosa e interesada en arrimar el ascua a la sardina propia. 

La ciudadanía no es en sí misma un privilegio de burgueses encastillados en unas prebendas determinadas e incluso legisladas ad hoc, sino un derecho y un deber inseparables, culturales, solidarios y abiertos universalmente hacia todas y todos los seres humanos sin excepciones; que los griegos del siglo V antes de Cristo no incluyesen en la categoría de ciudadano (polites) a los miembros menos favorecidos de su sociedad, no debería significar una identificación con el concepto mucho más amplio de democracia ciudadana en la edad moderna y contemporánea, lo mismo que ahora nos alumbramos con luz eléctrica nos desplazamos en avión o usamos lavadoras o automóviles en vez  lavar en los arroyos o ir en carreta, lo mismo ha evolucionado y debe seguir evolucionando el concepto y la sustancia asimilable de hechos sociales como ciudadanía y democracia y no despreciar esos conceptos porque aparentemente no se ajustan a ideologías nacidas del rebote y el rechazo de moldes socio-políticos usados e inutilizados, no por el concepto en sí, sino por el mal uso y pésimo entendimiento histórico de los mismos.
La democracia y la ciudadanía no deben ser jamás reducidas a  una especie de logros ya inamovibles y teóricos, institucionalizados y carentes de alma, a conveniencia de las políticas del momento, ni se pueden reducir a una Constitución intocable, a un Estado inmueble, a unas leyes inmutables y dogmáticas a conveniencia de los legisladores y en perjuicio de la mayoría, pero de quita y pon y a favor de una minoría oligárquica, sino ser consideradas como el derecho y el deber de convivir en el respeto y el apoyo mutuos, en la escucha, en la flexibilidad, en el diálogo y en el desarrollo de la inteligencia colectiva y plural, tan bien avenida como una orquesta en constante proceso de afinación individual y colectiva, abierta a los cambios, a las mejoras y a la alquimia social de la Historia, un proceso que inevitablemente desemboca en el desarrollo de la filosofía. No como asignatura ni como carrera, ni como cháchara anestésica y embaucadora y hasta mordaza de la conciencia, sino como forma de vivir, de existir, de compartir. Como búsqueda de las últimas y profundas causas de la realidad, que llamamos verdad y, sobre todo, como experiencia viva del proceso espiritual y cognitivo, que se experimenta en ese descubrimiento íntimo e inevitable, que sin la linterna de la filosofía, carecería de visión, de fuste, de expresión sanamente compartible, de sentido y de entendimiento que facilite la integración y la asimilación de los procesos humanos individuales y colectivos.
La música compuesta por grandes almas, como el pensamiento plasmado en la materia por almas despiertas, nos permiten aprender y poner en marcha desde nuestro interior, los mecanismos y herramientas necesarias para que nuestra especie crezca en lucidez, en sabiduría, en sentido práctico y en belleza ética y estética.
Una sociedad que aspira a ese nivel, sí es capaz de ver y reconocer a su propia familia en los refugiados, en los sufrientes y olvidados, en las víctimas de las grandes tragedias producidas por la injusticia, la ceguera, el egoísmo, la crueldad y la dureza de corazón, y así, activándose en la solidaridad puede actuar deteniendo y cuestionando con la contundencia de su compromiso y con sus determinaciones, la barbarie de los políticos y financieros que han perdido lo que, quizás, nunca han tenido: alma, conciencia e inteligencia emocional, porque se han quedado embrutecidos, arrastrados y atascados en el basurero de intereses repugnantes, aunque disfrazados de falsa prosperidad, de bien estar para pocos y de conveniencias repulsivamente "necesarias y estratégicas" que lo justifican todo con tal de quedarse con la ppasta y el ppoderío. 

La sociedad alemana está siendo en estos momentos la antorcha olímpica de la solidaridad. Un ejemplo de humanidad y valor. De la belleza auténtica que emana de la justicia. La cara más básica, directa e inseparable del amor. 
Chapeau, por la ciudadanía y la democracia de los buenos alemanes y alemanas! Y que rule, que gire la rueda de la humanidad que contagia y que dance la gracia de su universalidad plural y unida. Poesía pura y música tan celestial como terrestre .  Un bálsamo para la herida enconada en la carne de un mundo confuso, autolesionado, en forzosa y urgente transmutación.

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