Mirar la tele los sábados por la noche puede constituir una experiencia traumática si una no tiene el reflejo autoprotector de darle a tiempo al botón del mando a distancia. Especialmente si una se detiene en alguna tertulia como la de la 6ª o Tele 5 con la ilusa intención de enterarse de algo que valga la pena. Podrían ser unas versiones actuales de cualquier comedia de Aristófanes, pero les falta el ingenio y el punto inteligente de la crítica a sí mismos, que aquel ilustre autor griego poseía. Esto es simplemente, un gallinero. Da igual la calidad profesional e intelectual de los participantes y el sentido común, la buena educación y el talento que tengan individualmente, porque en ese clima de máscara histérica sólo existe un intenso e insoportable gallinero humano, que es mucho más molesto y patético que un gallinero gallinero. De los toda la vida. Con gallinas y gallos. Estos pobladores gallináceos del espacio mediático son mucho más brutos, bastos, escandalosos, estridentes e insoportables que las aves de corral.
Lo primero que llama la atención en ambos debates es la distribución de los contertulios en dos bandos bien definidos, frente a frente. Los de izquierdas, a la izquierda de la pantalla, los de derechas, al flanco derecho de la misma pantalla. Como si fuesen gladiadores en el anfiteatro, boxeadores en el ring o gallos de pelea en un corral de Chiguagua o de Querétaro. O falanges macedónicas contra un ejército persa. O los cruzados contra los turcos. Orden de batalla precocinada. No importa lo que se debata. Porque el protagonismo va a ser, sin lugar a dudas, el follón confuso y tenso que presidirá la velada, la curvatura del humor entre los espectadores que irán zappingneando el temporal, de cadena en cadena, con la intención de acoplarse a los momentos menos desagradables y más descifrables en los que se pueda descubrir cuál es el tema elegido para el debate.
Cuando las Isabeles (dos) o el chico engominado del flanco derecho, comienzan, primero a mover la cabeza en plan negativo sin el más mínimo indicio de estar escuchando lo que cuentan las Raholas, Losadas y Verstrynges del lado opuesto, el aire se carga de rayos y truenos que en un momento saltarán por los aires, a grito pelado y voz en cuello, por supuesto. Objetivo: callar al "enemigo", parar los razonamientos y los silogismos, destrozar cada premisa del discurso para sustituirla por el caos y la confusión, de modo que lo único que pueda oirse desde el bando izquierdo en todo momento sea: "Pero déjame terminar la frase , por favor, que yo te he escuchado mientras hablabas". Es inútil. Las Raholas, los Losadas y Verstrynges ya se pueden encomendar a toda la corte celestial; sus suplicantes y encendidas reclamaciones no serán escuchadas por nadie. Ni siquiera por el moderador, que parece sonriente y encantado con que el glamour del programa multiplique los decibelios del cacareo y la desesperación de la audiencia así como los ánimos de los apisonados participantes del lado izquierdo.
Es un verdadero despilfarro de ocasiones escuchar el discurso certero y lúcido de Ada Colau, Anguita o el expresidente cántabro Revilla, las precisiones acertadísimas de Antón Losada y el sentido común de Pilar Rahola, la realidad flagrante de Sánchez Gordillo -con sus cosas a veces exageradas como buen andaluz, al que le va la hipérbole, pero siempre reales como la vida misma -que no es sólo un rojo hippy con pañuelo palestino al cuello, ni un cura rebotado, sino también un hombre despierto y honesto a carta cabal, que ha conseguido durante tres décadas que Marinaleda sea un modelo de progreso humano y social,- desperdiciado en semejantes rifirrafes mediáticos, donde el otro lado del diálogo no existe. Sólo prevalece un pesado y palurdo monólogo de catequesis aprendido de memoria, que repite sin cesar el mismo discurso sacado de contexto real y cotidiano; apelaciones constantes a la "legalidad" de lo ilegítimo ya una democracia de atrezzo, la suya; un popourrí de dogma machacón grabado a fuego en las neuronas del cerebro límbico de cada miembro del ala diestra, y sin poder rozar nunca el cortex cerebral ni de pasada.
Que no, que no, aseguran la media sonrisa sobrada o el ceño a medio fruncir. Se mueven sus melenas rubias y rascan el aire los rizos tiesos y engominados del joven alevín, sin escuchar nada y pensando solamente en lo que van a responder en cuanto el otro intente una pausa para respirar. In.so.por.ta.ble.
Lo mismo vale en la Sexta Noche, para la inefable gritona Elisa Beni, el plúmbeo y soporífero Maruhenda, el fogoso y descamisado conservador al pairo Alfonso Rojo y el atildado Inda en su papel de Martínez de la Rosa mediático, aquel Rosita la pastelera de la política decimonónica, conocido por su nadar y guardar la ropa sin mojarse nunca más de la cuenta. Se salvan la ecologista Inés Sabanés con sus poquísimas intervenciones siempre acertadas, el itinerante coloquiador Revilla y la buena voluntad de Iñaki López que hace lo que puede en favor de la audiencia, o sea, en calmar el gallinero, sin mucho éxito hasta el momento.
Que no, que no, aseguran la media sonrisa sobrada o el ceño a medio fruncir. Se mueven sus melenas rubias y rascan el aire los rizos tiesos y engominados del joven alevín, sin escuchar nada y pensando solamente en lo que van a responder en cuanto el otro intente una pausa para respirar. In.so.por.ta.ble.
Lo mismo vale en la Sexta Noche, para la inefable gritona Elisa Beni, el plúmbeo y soporífero Maruhenda, el fogoso y descamisado conservador al pairo Alfonso Rojo y el atildado Inda en su papel de Martínez de la Rosa mediático, aquel Rosita la pastelera de la política decimonónica, conocido por su nadar y guardar la ropa sin mojarse nunca más de la cuenta. Se salvan la ecologista Inés Sabanés con sus poquísimas intervenciones siempre acertadas, el itinerante coloquiador Revilla y la buena voluntad de Iñaki López que hace lo que puede en favor de la audiencia, o sea, en calmar el gallinero, sin mucho éxito hasta el momento.
Cómo se echan de menos las entrevistas con sustancia. De uno en uno, tipo "Singulars" de la tele catalana. O las de Iñaki Gabilondo en la 4 o en CNN, cuando la cuatro no era lo que es ahora y CNN existía aún. O aquellas magníficas entrevistas de Mercedes Milá cuando ejercía el lado serio y lúcido del periodismo. O las monográficas espléndidas de Soler Serrano o las de José Ramón Lucas, defenestrado de la radio y de la televisión públicas desde que el pp subió a los altares de su basílica dedicada a Santa Manipulación del Medio, Cotilla y nada Virgen, de la que son devotísimos, por las muestras inequívocas que dan.
Es muy triste comprobar en qué estado anda la capacidad dialogante de la prensa española y en qué manos ha caído el grueso de la información. No hay quien vea ya las tertulias en otro tiempo estupendas del canal 24 horas. Ni quien se trague completo un telediario de la 1. Subsiste Mara Torres en la 2. Ya veremos hasta cuando. Zapatero, entre los errores de ribete cooperativo con el lado neocon, tuvo algunos aciertos, y el mejor fue éste: nos malacostumbró a tener una información impecable en las cadenas públicas. Nunca se lo perdonarán y nunca lo olvidaremos. Los unos atemorizados porque alguna vez se pueda repetir el lance y los otros echando de menos una calidad informativa imposible de no recordar con nostalgia.
Mientras tanto, el gallinero ha tomado y asumido los plenos poderes. Es una pena que sólo reproduzcan lo peor del colectivo avícola: el estruendo horrísono coral, la pelea de gallos/gallinas y las cagadas con cacareo incorporado. Si al menos fueran capaces de poner huevos...no sería tan estéril, cansino y desenergetizante soportar cada "tertulia". Al acabar, el moderador, los cámaras y técnicos podrían hacerse bocatas de tortilla francesa o huevos fritos con puntilla y longanizas de pascua.
Lo peor de una crisis no sólo es el problemón que nos cae encima, sino el recochineo añadido del gallinero mediático.
Una sugerencia a los periodistas e invitados en el palo educado del gallinero: Al primer atropello del lado cerril, levantarse en grupo y dejarles disfrutar solitos de sus maravillosas caca-fonías, garras, picos y plumas. Y que la fuerza compañe a Jordi González y a Iñaki López. Que a quien el gallinero se las dé, Mediaset y Atresmedia se las bendiga.
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