viernes, 3 de mayo de 2013

Distinguir lo sucedáneo de lo esencial

El diccionario define el término sucedáneo como la sustancia que, por tener ciertas propiedades parecidas a otra puede sustituirla. Por ejemplo, la malta y cereales malteados pueden sustituir al café, porque el tostado o el torrefactado, favorece la semejanza del sabor, aunque evidentemente, nada tenga que ver el café con los cereales. La sacarina endulza como puede, pero nada que ver con el toque del azúcar o de la fructosa. Una peluca de nylon también puede aparentar ser una melena de cabello humano, pero vista de cerca, está clarísimo que no lo es. Lo mismo sucede con dos esencias importantísimas que determinan la formación y condicionamientos del carácter individual y de la esencia social. Esas dos esencias son la conciencia y la espiritualidad. Sin ellas no es posible traspasar la barrera de  la limitación animal que es el soporte de nuestro ego primitivo, tanto personal como colectivo y a la vez, el obstáculo más decisivo y pesado que superar en nuestra evolución.

Nacemos sin conciencia y sin espiritualidad, que son logros naturales derivados del "trabajo" de vivir, si acertamos con la clave para hacerlos crecer en nosotros mientras nosotros crecemos en el proceso orgánico y fluido de ese descubrimiento. Puede sonar un poco fuerte la consideración de nacer !sin conciencia y sin espiritualidad, pero tiene toda la lógica, si pensamos que nacemos con el potencial imprescindible para desarrollar la una y la otra. Una mente racional y sensitiva, con capacidad para desarrollar no sólo el conocimiento material y científico, las habiliadades y usos normales para convivir, la capacidad para que las emociones se conviertan en sentimientos y los instintos en voluntad y todo ellos en conciencia cuando el desarrollo llega a permitir la síntesis de cualidades e inclinaciones con el libre albedrío y el nacimiento de la conciencia.

Igual que los niños recién nacidos succionan un chupete que los calme mientras no maman, toman biberón cuando ya no los alimenta la madre directamente y todavía no pueden digerir alimentos sólidos o utilizan el taca-taca o el parquecito protector para no caerse ni lastimarse mientras aprenden a andar, así funciona todo el desarrollo humano. Con un sistema de sucedáneos que  son útiles mientras la conciencia y la espiritualidad no son posibles en nosotros, porque el grado evolutivo aún no ha llegado al punto de madurez que permita otro nuevo estado más completo y despierto. El sistema de sucedáneos que la especie ha adoptado es muy interesante, pero no debería ser considerado "definitivo", "inamovible" y "única verdad posible y absoluta". Cuando eso sucede, nuestro crecimiento, nuestro descubrimiento de la conciencia y de la espiritualidad, se retrasará e incluso se frustrará gravemente, dando lugar a problemas "eternos" e "irresolubles". A crisis repetitivas que siguen una espiral descendente hacia el bloqueo y la entropía, que es un estado enfermo crónico de la sociedad y del medio en que la sociedad se desarrolla, producido por el aislamiento ensimismado y enrarecedor que a su vez produce un desorden y un aumento de volumen creciente e insostenible a la larga. Es la dinámica de las células cancerosas. Que tampoco han desarrollado capacidad para distinguir lo esencial -la vida-, de lo variable, el crecimiento. Creen que su función es sólo hacerse grandes y no saben hacerse ordenadas, útiles e inteligentes. Producen el caos tisular que mata el cuerpo que las alberga. Lo mismo que los humanos cuando no comprenden aún que los sucedáneos no son lo esencial, sólo el dedo que apunta hacia ello.

Podríamos hacer una lista con todos los sucedáneos que conocemos y que nos impiden crecer. Pero los más preocupantes en todos los niveles son la religión, la magia y la superstición -tres gradas de la misma escalera- como sustitutas de la espiritualidad; y la ideología, como sustituta de la conciencia.  

En realidad ni la religión ni la ideología son perniciosas en sí mismas, al contrario, ambas responden a la necesidad humana de tender un puente hacia la transcendencia.  Religiones e ideologías han sido el motor de nuestra historia universal compartida por todos los miembros y culturas de nuestra especie. Ellas nos han mostrado caminos diversos, nos han hecho buscar y descubrir valores, corregir conductas instintivas y destructivas, descubrir el contenido ético de nuestros actos. Y nosotros, cuando no las hemos entendido como medios para crecer, las hemos convertido en fines que nos aseguren las raíces, la pertenencia y las respuestas existenciales inamovibles, intocables. Las hemos dotado de una transcendencia que no poseen y que intenta sustituir a lo infinito, o eterno, las aspiraciones "sagradas" del ser, que no se pueden encontrar ni satisfacer en nada tangible ni concreto, ni medible ni manipulable. No por que sea "sagrado", sino porque es distinto. Porque pertenece a un estado vibracional de conciencia, diferente y no contabilizable desde lo que hasta ahora hemos considerado "inteligencia racional" y percepción lógica de la realidad. 

Cuanto más mentales y sutiles se vuelven mente y percepción, más se fortalecen las "ondas" que nos unen a la Realidad. Y más imprescindible es el descubrimiento de la conciencia naciente y de la espiritualidad como estado, no como teología, normas, dogmas, ritos, religión, ascesis, experimentos psicoemotivos, o psicotrópicos, que se confunden y se han confundido con cambios reales de nuestra esencia; de modo que hasta se ha llegado a creer que las alteraciones y alucinaciones provocadas por sustancias como drogas o medicamentos o hiperventilación y ayunos durísimos, eran estados "místicos" o que los favorecen. Nada más irreal. Y peligroso para la salud orgánica y para el equilibrio del sistema nervioso y de los órganos internos.

Lo mismo se ha creído que las revoluciones, guerras y masacres, las luchas y enfrentamientos entre clases sociales, etnias, o ideas políticas y económicas que se oponen entre sí, son producto de unos valores de conciencia. Sin embargo todo ello son sucedáneos y construcciones del ego mental y emotivo, que nos han acompañado hasta este momento de la evolución, en el que cada vez está más clara la urgencia que tenemos de acabar y cerrar páginas sucedáneas, porque ya hemos llegado a un punto de fisión inevitable. No podemos seguir como hasta ahora y es imprescindible que los sucedáneos dejen paso a las esencias a las que servían como camino, hasta su agotamiento por falta de recursos, soluciones y salidas nuevas. Inéditas. Abiertas al horizonte de otra nueva creación.
Que sólo es la alquimia de lo "viejo"; la restauración de lo que vale aún y el reciclaje diverso de lo que ya ha dejado de servir y de ser útil, como son los métodos de aprender y enseñar, de convivir, de trabajar, de producir, de pensar, de alimentarse, de gobernarse, de intercambiar productos por dinero o por otro tipo de bono al trueque, de relacionarse con la naturaleza y el hábitat y con lo transcendente que, gracias a experiencias y aperturas como la física cuántica, empieza a revelarse en cada uno de nosotros y al mismo tiempo en la energía grupal vivida desde la conciencia solidaria, como luz espiritual, nada que ver con las religiones ni los credos, aunque hayan sido credos y religiones los "sacapuntas" que nos enseñaron a través del tiempo y las costumbres, a afinar la mina interna que pinta y dibuja, cuando se le quita la capa de madera que la protege para que no se rompa mientras no se trabaja.

Otro de los fallos garrafales, particulares y colectivos, que han pervertido el sentido del aprendizaje y provocado el anquilosamiento evolutivo, ha sido el proceso degradante por el que las ideologías se han convertido en credos sociales, en religiones laicas, -ya que las religiones tradicionales no han sabido ni podido asumir el despertar y los cambios de conciencia inevitables e imprescindibles, que el despertar lleva consigo,- con el objetivo de apropiarse del poder político, gestor y económico, medrando a costa del mismo credo ideológico que sostienen contra otros credos, opuestos en teoría y sermones, pero idénticos en la misma dinámica. ¿Acaso no se ha convertido el capitalismo neocon en una religión fervorosa y dogmática que está llevando a la hoguera todos los derechos y libertades de la sociedad civil -incluído el derecho a trabajar y poder vivir del propio trabajo- en pro de teorías económicas que sólo favorecen mercados muy concretos, y no a todos los mercados de cada tendencia, como sería lógico? ¿Acaso no se convirtió en religión el nacionalsocialismo alemán con Hitler como pontífice y telepredicador? ¿Y no pasó igual con el marxismo malentendido, cruel, dogmático, y peor aplicado, que dio lugar al lenninismo, al stalinismo, al maoísmo y al castrismo, corrompiendo y pervirtiendo el sabio y certero análisis de Karl Marx y cuyas secuelas en el bloque ex-soviético de Europa, como en China, Cuba o Corea del Norte, a la vista están?
Y, por otra parte, las religiones se han convertido en sistemas ideológico-sociales consuetudinarios, que, infiltrados en la sociedad desde un incardinamiento fortísimo, porque se inculcan desde la cuna hasta la sepultura, a través de gestionar durante siglos la educación, la atención hospitalaria y el control de las conciencias por medio de los "sacramentos" que "bendicen" y dan nel visto bueno a todo lo que pase por la vicaría, el confesionario y esté bautizado, han creado en los países católico-vaticanos especialmente, una corteza impenetrable en los comportamientos individuales y sociales, una rigidez acrítica hacia sí misma, intolerante e irrespetuosa, totalitaria, una corrupción endémica que nace de no tener conciencia social ni responsabilidad personal (¿desde cuando un "rebaño" que necesita un pastor hasta para ir al retrete, puede ser libre y responsable de cada decisión personal?) y por ello pretender estar siempre al lado del poder para medrar, cosa natural como la vida misma, en  quienes están acostumbrados a vivir sin discernimiento alguno, teledirigidos y disueltos en un teórico totum revolutum, en una especie de menestra donde se confunde la devoción con la obligación, el delito se descafeína en "pecado" siempre perdonable e irresponsable, clasificado como "debilidad humana" y no teniendo en cuenta consecuencias y heridas profundas que se causan a inocentes, y con la seguridad adjunta y alevosa, del "secreto de confesión" , de disponer de un "derecho canónico" que es la fonda del postigo, el coladero de todo delito civil que escapa de lo penal y se refugia en lo "divino". Como si lo "divino" fuese un chollo que hace la vista gorda a favor de sus "fans", hagan lo que hagan, creando situaciones vergonzantes y sumamente injustas en agravio comparativo y pisoteando cualquier Constitución que afirme "todos los ciudadanos de este Estado, laico  y aconfesional, son iguales ante la ley y tienen los mismos derechos y obligaciones cívicas". Un ritual con "la fe del carbonero", o sea, el fanatismo religioso cerrado sobre sí mismo y un ateísmo práctico que da escalofríos porque no conoce más compasión que dar unas monedas a un mendigo o poner una cruz en la declaración de la renta a favor del negocio clerical, mientras se pueden robar y dilapidar fondos públicos en visitas papales, a base de los impuestos de todos los demás creyentes distintos o ateos reales y responsables de su ateísmo. Con la ley del embudo siempre a favor. Hasta para escaquear el IBI. Lo mismo que en época de Jesucristo hacían fariseos y saduceos en la sociedad hebrea de entonces, como los mismos emperadores romanos, y a la vez, pontifices maximi,  que hacían absolutamente lo que les daba la imperial gana sin que ningún poder de la tierra tuviese la misión de pararles los pies de la injusticia y la arbitrariedad caprichosa, como sucede talmente hoy con la monarquía que sufrimos, si hasta la devota y piadosa fiscalía del Estado afirma que una infanta es inimputable penalmente, por puro pedigrí paterno-contagioso y un clamoroso "adonde vamos a para si esto sigue así", en la bancada diestra del Parlamento. Y con un implícito corte de mangas acompañado del mantra popularizado, todavía más, por Andrea Fabra.

Me pregunto si los políticos católico-recortistas y adictos a beneficios sobre-cogedores, ante la esencia y exigencia del Evangelio, se preguntarán alguna vez seriamente ¿qué dirá Jesucristo viéndoles en su salsa corruptoide dejando al prójimo en la miseria o lanzándole a la desesperación del suicidio quitándole el techo y el trabajo con el que pagarlo, mientras se llenan los bolsillos con sueldos en triplete o más, y cuentas millonarias indultadas, y ante el silencio alevoso, no sólo de los corderos, sino también de los "pastores"? Es posible que agarrase otra vez el látigo y tirase por tierra los puestos de tanto mercader devoto,  aprovechado y sin entrañas. Y obviamente le acusarían de hacer escrache y terrorismo "nazi"... y desde luego, le imputarían "como dios manda" en el juzgado de guardia, bajo el plasma solemne y valeroso del presidente y la sombra protectora del ínclito ministro de Justicia ad propias causas. Naturalmente.
Ni el sanedrín ni Poncio Pilatos, en replay, lo harían mejor que el pp.

Seguir ciegamente atados a los sucedáneos nos está impidiendo dar el salto necesario hacia la nueva dimensión en que conciencia y espiritualidad forman un tándem inseparable e imprescindible para la supervivencia de nuestra especie y la recuperación de nuestro planeta, que está evolucionando con nosotros. Y a su vez inserto en un organismo inteligente y vivo: el cosmos. El universo que habitamos y compartimos con el resto de inteligencias cósmicas y transcendentes. 
Ahora es el momento en que podemos llegar a esa integración. O lo conseguimos o no podremos seguir en el mismo escalón evolutivo en que estamos ahora. Nos degradaremos y volveremos a un estado elemental y lleno de sufrimientos, normales cuando no se ve nada ni se sabe para qué se vive, si no conseguimos abrir otra puerta hacia estados de conciencia y espiritualidad equilibrantes y renovadoras.

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