La ira
La ira es lo que está llevando sin duda a que un político como Pablo Casado se encuentre en conflicto permanente y manteniendo un discurso extremo en que, para epatar al rival, suelta todo tipo de incongruencias con un fondo agresivo
El temor a no
dar la talla, a no alcanzar el nivel del superior lleva al desbarajuste
mental y a decir tonterías que en el caso de quienes pretenden
administrar el país, resultan graves
Cuando algo nos duele
damos rienda suelta a nuestro mal carácter. Eso es la ira que, si
aparece con demasiada frecuencia, procede de lo que sentimos cuando
nuestros objetivos se frustran. Hay una ira que proviene de la
incapacidad de autocontrol. Es especialmente peligrosa porque sus
consecuencias suelen ser devastadoras para quien la recibe y para quien
la ejerce. Las emociones desbordadas y sueltas a su aire resultan
lesivas. Esa es la ira insana, que no procede de la indignación ante el
descalabro de la virtud, sino de la obsesión por el propio lucro.
A
algunos políticos les pasa eso con cierta frecuencia. Son aquellos a
los que duele no detentar el poder y se reconcomen cuando ven que
conseguirlo es difícil o se aleja. En tal situación pueden arremeter
contra otros colegas próximos en ideología o, en sus arranques de enfado
máximo, establecer tal tensión entre sus allegados, que estos acabarán
desbarrando en sus afirmaciones por temor a incurrir en el furor de su
líder si no están a su altura.
La ira, el fuego interno desazonador por no estar donde
se piensa que deberían encontrarse, es lo que está llevando sin duda a
que un político como Pablo Casado se encuentre en conflicto permanente y
manteniendo un discurso extremo en que, para epatar al rival, suelta
todo tipo de incongruencias con un fondo agresivo. De este modo vimos a
Pablo Casado arreciando contra el presidente socialista Pedro Sánchez,
en un ejercicio que solo se entiende desde la desesperación, llamándole
felón, traidor, incompetente, incapaz, mediocre, mentiroso compulsivo,
okupa e ilegítimo. Todo ello porque en el intento de llevar al ámbito de
la cordura al Govern de la Generalitat catalana, Sánchez planteó su
aceptación en las conversaciones de la figura de un relator, un escriba
ni más ni menos. La ira que llevó a tal incontinencia verbal al líder de
la derecha, tendría que ver en este caso con el miedo a la desventaja
que podría conllevar el inicio de solución de un conflicto que Casado,
al parecer, quiere conducir a su máxima expresión.
También
las mentiras del líder rebosan un enfado contenido en plena ebullición.
Leí en este periódico un interesante artículo que repasaba las Fake
News del presidente del PP. En suma, su hipotético máster de la URJC no
ha sido sino un montaje del "enemigo" alegando una inexistente sentencia
del Tribunal Supremo a su favor. El alto tribunal se limitó a decir en
un auto que no veía motivos suficientes para iniciar una investigación
penal aun apostillando que pudiera haber otras consideraciones ajenas al
Derecho. Del mismo modo que Casado alegó un desconocido respaldo, nada
menos que de la Universidad de Harvard, a su expediente académico. Es
este asunto de los estudios algo que claramente enfada al político
popular, quien revolotea sobre ello como cuestión no zanjada que le
tiene a la que salta.
La escalada de furia de este
político llegó a un punto importante con lo que a todas luces se
consideró como una metedura de pata notable que intentó matizar con
escaso éxito. Me refiero a aquello que dijo de que se practicaría una
mayor benevolencia con las mujeres inmigrantes en situación irregular
que dieran a sus hijos en adopción. Y es que el invierno demográfico
que augura el PP no hace más que traer disgustos y, por ende, aumentar
los niveles de ira. Es un tema que, en todas sus derivaciones, suele
conllevar consecuencias negativas para la formación de la gaviota. No
olvidemos a su presidente afirmando la existencia en España de "una
barra libre para abortar" hasta la semana 12 de gestación o aquello de
que "es bueno que las mujeres embarazadas sepan lo que llevan dentro…"
Sin embargo, para Casado todas las referencias anteriores son ni más ni
menos que Fake News, falsedades que se lanzan contra él para anular su
mérito.
Como decía al principio, la ira tiene además
efectos contraproducentes en quienes rodean a quien la práctica. El
temor a no dar la talla, a no alcanzar el nivel del superior lleva al
desbarajuste mental y a decir tonterías que en una persona no afecta al
juego político pueden carecer de importancia, pero que en el caso de
quienes pretenden administrar el país, resultan graves. Un ejemplo de
ello es lo que le ocurrió al flamante número dos in pectore de Casado,
Adolfo Suarez Yllana quien, sin duda preocupado por seguir la línea
marcada por el presidente del partido, soltó en declaraciones
radiofónicas algunas afirmaciones propias de la antología del disparate
produciendo rubor ajeno. Ya saben: que los neandertales utilizaban el
aborto si bien esperaban a que el niño naciera y le cortaban la cabeza.
Tras expeler tal afirmación, el candidato se vino arriba y narró "una
nueva ley en Nueva York" que permitiría el aborto tras el nacimiento.
Aparte del llamémosle (caritativamente) absurdo de tal apreciación,
tanto en uno como en otro caso no hablaríamos de interrupción del
embarazo sino que se trataría de un asesinato, como es obvio. A qué
punto llegaría la ira de su líder Casado que Suarez Yllana lo desmintió
todo de inmediato tras, según dijo, documentarse. Lástima que no se
hubiera instruido de inicio.
El iracundo solo se
entiende bien con otros de su mismo carácter. Para Casado, sin duda,
debe ser un alivio compartir escenario y discursos con Cayetana Álvarez
de Toledo, la número uno popular en la lista por Barcelona. El nivel de
tolerancia de la candidata alcanza la línea roja con suma rapidez. No
creo que tenga esta señora problemas por llegar al nivel de arrebato
preciso para actuar con el líder inter pares. Sus opiniones van de la
vehemencia a la cólera en gradación creciente: “O Sánchez o la
Constitución” clama , calificando al presidente como “el vanidoso útil
del soberanismo” o afirmando en una peculiar visión de la historia en la
que su partido no ha debido existir, que el PSC es el responsable de
que el nacionalismo de Pujol cuajara y que el soberanismo de Puigdemont y
Torra haya cuajado”.
Los nervios suelen llevar a
estos estados de ánimo tan agresivos. Yo pienso que igual que sus
candidatos deben sufrir a Casado, Casado probablemente tenga que padecer
los prontos de José María Aznar, el espejo en el que parece, desea
reflejarse. Quizás a ello se deba el estado de pronto enojo del
político. Aznar en la intimidad debe hacer gala de irritación sobre todo
en estos tiempos que corren, con tales adversarios salidos de la propia
casa. La pelea de gallos que protagonizó el sucesor de don Manuel Fraga
con el cuasi hijo pródigo Santiago Abascal, está en esa línea de
testosterona mezclada con el a mí no me quitas tú el sillón. Lo de "la
derechita cobarde", que dijo el presidente de VOX, le sentó a cuerno
quemado a José María Aznar quien parece proclive a dirimir el asunto a
bofetones con Abascal, auténtico maestro de la provocación y experto en
salvar la ropa: "cuando quiera le miro a los ojos a la derechita
cobarde", se regodeó, esquivando citar a Aznar.
Entra
aquí en juego otro factor que alimenta la ira y es la inseguridad. El
Partido Popular y todos sus efectivos están inquietos porque los datos
que se revelan marcan una inestabilidad considerable sobre a dónde irán a
parar los votos que huyen de Ciudadanos y que previamente provenían del
PP. Que VOX pueda ser un destinatario importante de lo que se calcula
en casi un millón de papeletas, desquicia a los de Casado. He ahí otro
factor para la ofuscación. "Cuanto más VOX, más Sánchez en la Moncloa",
proclaman ahora amenazando al votante indeciso entre la opción del PP o
la de VOX, con la izquierda triunfando. El PSOE, como formación que
puede obtener más votos, es el enemigo a batir que se encarna en Pedro
Sánchez contra quien esa capacidad de furia se desborda. No le quieren
dar respiro, bien criticando los decretos leyes del Gobierno que tienen
como fin aprobar temas sociales que antes el PP ha cortocircuitado en el
Parlamento indiscriminadamente, o lanzado fuertes diatribas como dardos
por los "socios" del presidente del Gobierno que alcanzan ya la
categoría de "terroristas, separatistas, comunistas" y… para mayor
espanto "de Podemos". A eso lleva el descontrol de las emociones.
Cuánto
bien les haría a todos la templanza que aboga por el equilibrio y la
armonía. Qué importante sería para la ciudadanía que sus políticos
llevaran a la práctica tal virtud. Porque aparte de otras
consideraciones, los que muestran actitudes tan ofensivas deberían saber
que pueden tener respuesta, y además, una respuesta contundente.
Entre
aquí en juego el último concepto de la ira que en este caso se trata de
una ira activa y producente frente a los pendencieros. Me refiero a la
imprescindible ira de los mansos, una vehemencia indignada que, cuando
rebosa, se dirige hacia quienes les oprimen masacrándoles para librarse
de ellos y de todo cuanto de su lado les pueda venir.
La
describiré con las palabras que el escritor y premio Nobel de
Literatura José Saramago empleó en El hombre duplicado, que se publicó
en el 2002.
Decía así: "… he aquí que el pacífico, el
dócil, el sumiso, de pronto desaparece de escena y en su lugar,
desconcertante e incomprensible para los que del alma humana suponen
saberlo todo, surge el ímpetu ciego y arrasador de la ira de los mansos.
Lo más normal es que dure poco, pero da miedo cuando se manifiesta. Por
eso, para mucha gente, el rezo más fervoroso, a la hora de irse a la
cama, no es el consabido padrenuestro o la sempiterna avemaría, más sí
este: Líbranos, Señor, de todo mal y en particular de la ira de los
mansos".
Amen.
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