La gente corriente, esa desconocida
Ignacio Urquizu, sociólogo, profesor universitario, diputado del PSOE, acaba de publicar un libro en el que formula una pregunta aséptica, de gran inocencia formal, pero que resulta una especie de mosca cojonera en medio de la precampaña electoral. El libro se titula ‘¿Cómo somos? Un retrato robot de la gente corriente’, y nos muestra al ciudadano común, protagonista absoluto de la vida cotidiana y presente en todos los cambios sociales y políticos pero que, según dice Urquizu, aparece desenfocado en los planes políticos y en la atención mediática. Invisible por lo omnipresente, como el aire que respiramos, se le ve borroso en todas las fotos con las que cuadriculados la sociedad: millennials, generación x, viejos, jóvenes, etc.
Urquizu nos lo presenta: de formación media-baja, no vive ni en Madrid ni en Barcelona, no lee periódicos, maneja poco internet, trabaja en la industria, la construcción o los servicios como obrero, tal vez algo cualificado, pero no jefe, gana en torno a los 1.000 euros, puede que algo más, las pasa moradas para llegar a fin de mes.
Urquizu nos recuerda que esa es la radiografía del votante mayoritario, el que inclina la balanza de los resultados electorales, pero sobre el cual no hay relato y al que nunca se coloca en el centro del escenario, del que la política y los medios creemos saberlo todo y del que sabemos muy poco aunque llene las calles, los parques, los bares y los estadios. Al que inundamos con nuestra visión de las cosas sin que la suya nos merezca especial atención. “Sé que conozco a mucha gente a la que no conozco”, escribió Bécquer en unas de sus rimas. Cuando se acercan las citas con las urnas esa muchedumbre de gentes corrientes asusta porque es desconocida, como la España vacía.
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