miércoles, 24 de abril de 2019

Benditas sorpresas

Anoche me rebelé contra mi cabreo y tras un esfuerzo ímprobo, conseguí resistir las andanadas de la parte más impresentable del actual debate mediático. Me planté ante la tele en plan numantino decidida a todo y lo dejé correr. Intentando que la cosa no me salpicase a lo bestia.Poniendo por medio el impermeable y las katiuskas  de la vejez, que ha pasado por tantos vericuetos y ha debido asimilar sí o sí, tanto bochinche histórico y vital.
El contraste entre las diversas opciones pronto se redujo a la cada vez más evidente distancia entre algo fundamental: un propósito ético, social y político, con un programa y unas propuestas imprescindibles para el bien común, más allá de banderas e histerias, más separatismos provocados por la tala de estatutos y libertades con la amputación traumática de la propia patria que tanto tratan de socarrar con el mismo emperre con que la intentan vender como  un absoluto en plan divino.

Por su parte, Iglesias y Sánchez mostraron una altura política y democrática muy por encima del chappappote trifachito. No se han quedado atrapados en el rifirrafe, han madurado en estos últimos días, sin duda alguna. A la fuerza ahorcan dice el refrán. Y ese aprendizaje les honra. Y devuelve la esperanza cívica en el cambio. No un cambio de estrellos gerifálticos, chulos de barrio y prepotentes, hinchando los globos de la ilusión estupidizante en que otros hagan y manejen, mientras el pueblo les aplaude dopado por la comida de tarro hegemónico, populista y cacique aunque no quiera, sino una verdadera transición del mequetrefismo dominante a la inteligencia colectiva,  humilde, sabia, igualitaria, respetuosa, sana e imprescindible. La conciencia nunca pasa de vacío por las vidas inteligentes. Algo deja siempre como materia experimental y aprovechable para el bien de todas y todos. La elegancia de la dignidad proletaria y trabajadora es la clave del progreso real y duradero. Que evoluciona con el Planeta y se somete al esplendor de la vida en vez de aniquilarla con un consumismo suicida que se autoconsume sin remedio.La inercia del capitalismo sin alma. Desalmado, aunque rece y procesione a destajo. Aunque dogmatice y amenace, aunque haga del conflicto, dela mentira, el gato por liebre y la necesidad postiza, el centro de sus negocios.
La verdad brilló a la izquierda. La derecha se perdió por el camino del pozo sin fondo.
Algunos periodistas bullangueros, especialistas en robótica de tripas y merengues, que confunden constantemente el ruido con las nueces se apresuraron a proclamar que Iglesias ha vuelto por sus fueros a la fábrica del chocolate ilusorio de 2014, pero se equivocan. Este Iglesias no es el mismo del principio de Podemos. Y eso le concede una madurez y una visión mucho más inteligente y ética, mucho menos oportunista y sofística, bastante más fiable, veraz, práctica y universal. No es el trepador a costa de cualquier cosa, ya no es el chiquillo listísimo que intentaba dominar el tablero de los juegos de mesa política. Este Pablo Iglesias es otro, una versión bastante mejorada de sí mismo. No está fingiendo una estrategia, está convencido de que sin ética no hay solidaridad ni democracia que resista los golpes de la basura y la inmundicia. Ha comprendido o está en vías de ello, que la labor no es demoler lo que sobra sino construir lo que falta, pues lo que sobra se cae solo, se deja de lado, se abandona, se vacía de interés y voluntad, y se desactiva por sí mismo, cuando el  la atención y la inteligencia, colectiva e individual, se sitúan en planos más sanos y lúcidos.Más justos y serenos. El hecho de que en el primer debate Iglesias leyese y recordase la Constitución no fue un pacato golpe de efecto, como la superficialidad mediática se ha apresurado a calificar, sino un necesario repaso a ese compendio de reglas cívicas que necesitamos tener en cuenta más de lo que se suele hacer, sobre todo desde los tres poderes del estado, que son los que derrapan constantemente. Si la peña no fuese tan insustancial, se habría percatado de lo necesario que es ese repaso y la comparación entre lo escrito y lo hecho.
Se ha percibido como la respiración, como se supera un curso lectivo que acaba un ciclo didáctico vital. Iglesias ya no es un enemigo para el Psoe. Sánchez tampoco lo es para el resto de la izquierda. Ambos han subido de nivel al afrontar cada uno a su aire la misma barbarie del disparate trifachoso. Se han constituído, con toda naturalidad espontánea, seguramente sin ponerse de acuerdo previamente, como motores coordinados del mismo movimiento regenerador. Pueden entender a los que se consideran sus rivales en vez de colaboradores para que España y sus territorios salgan del atasco cloaquero que repercute en todos los planos sociales, mientras esos adalides del caos y las leyes al vapor, los quieren triturar sin más, destrozándose entre sí. Y la mayoría más sana de votantes, hasta hora indecisos y desconcertados, lo entenderá de aquí al domingo, seguro.Ya no se trata del infantilón sorpasso, se trata de la supervivencia de la humanidad ante el descalabro de la barbarie cavernaria. En esas estamos. Cada día hay más datos que lo confirman en todos los niveles.

Según empezó a rodar la máquina del desguace se fueron decantando  per se, los ejes de la carreta. Cronos particularmente se cebó devorando con fruición  y en un plisplás, a sus criaturas más disparatadas: Rivera y Casado mano a mano demostraron que el peor enemigo, con toda seguridad, es uno mismo cuando no se conoce y ni siquiera sospecha tener un contenido sustancial digno de re-conocerse, pero se regodea en el bombo y platillo de la vacuidad dicharachera. Cuanto más vociferaban y más tiempo desperdiciaban en sus monsergas sin fuste más se iban descomponiendo como posibilidad gestora de la vida política, social y económica, por no decir, ideológica. Un verdadero panegírico en honor del vacío absoluto de propuestas, un homenaje sentido y berreado al despropósito, a la desesperación y a la pérdida de los cuatro puntos cardinales. No había por donde cogerlos. Patinaban en el destarifo, en las contradicciones más zafias, en el aturullamiento desenfrenado y hasta en el ridículo más estúpido, sin siquiera sospechar la que estaban liando contra sí mismos, tan ufanos como convictos y confesos de su propio despeñe por los abismos del disparate. Y sobre todo convertidos en un verdadero e ignorante insulto a la dignidad e inteligencia de la ciudadanía. Un desastre que produce vergüenza ajena sin más.

Por un momento me sentí en medio de la fallas, ante un monumento burlesco  y satírico, de dos ninots  inindultables, hasta con la mejor intención, destinado a la quema festiva a cargo de sus propios gurús.
El mejor auto-combustible es la mediocridad, no cabe la menor duda. Me venía a la memoria aquel inolvidable y barroco epitafio de Lope de Vega, en honor a los sobraos cuando les llega su Sanmartín

De Filonte, bravo 

Hendí, rompí,derribé,
rajé, deshice, rendí,
desafié, desmentí,
vencí,acuchillé, maté.
Fui tan bravo, que me alabo
en la misma sepultura.
Matome una calentura:
¿Cuál de los dos es más bravo?

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Estamos hasta la coronilla de que España sea un epitafio y una timba-tumba constante de la inteligencia y la lucidez, solo porque aun quedan discapaces morales y desvergonzados a cargo de los asuntos políticos y enmascarados bajo las sayas de un patriotismo que ya es un delito de lesa ciudadanía, más que una virtud cívica y que pretende hacer del término "ciudadanos" un simple eufemismo maquillado de guapo, sin contenido. Una tapadera para el Ibex35, sostenida por partidos socios de banderas que deberían estar incapacitados por la propia Constitución, para representar a nadie, al no cumplir los fundamentos de la ética política, social y económica, mas elemental e imprescindible en toda democracia auténtica.
No es posible ser un gran estado europeo, como se pretende, con semejantes costras de mierda y caspa adheridas -como vimos ayer en el debate final dela campaña votera- e incluso considerado ejemplar por la propia inercia 'campechanista'. Quienes tienen conciencia lo ven y lo saben. Por eso la izquierda debe alzarse como adalid de la decencia sin contemplaciones, y sin perder bajo ninguna presión, su hermosa, solidaria y  sabia humanidad.







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