domingo, 14 de abril de 2019

A Paquita Aguirre, in memoriam.







Seguro que ya has llegado a casa, compañera de versos, hermana y cómplice de esa antología poética inevitable que es la vida. Que el cielo no te sea leve, porque quien del cielo viene, en el cielo vive y en cielo ha convertido la tierra que pisaba, al cielo va, no le queda otra...sobre todo porque, obviamente ella es cielo. Y así lo demostró mientras anduvo por estos vericuetos terrícolas e inevitables. 

     El viento en Ítaca 

Sentada ante su bastidor, ella fue dueña
del lentamente desastroso Imperio de los días.
Sus manos la pesada tarea asumieron
y una constancia más fuerte que el cansancio
junto a ella se sentó.

(Frente a la terquedad de sus dedos fabriles
el mar fue entonces una gota mensurable
y el horizonte un mirador en torno a Ítaca)

Un viento de regreso silbó una madrugada:
Despertar fue asomarse a un campo de batalla asolado.
La fue descubriendo la figura sentada
que acariciaba compasivamente la tela dactilar,
su patrimonio de trabajo y de horas,
sus madejas de canas.
(Una costumbre de quietud
y una tristeza como perro a sus pies
la rodearon de silencio.)

Lejos resonaba la voz, la voz de Ulysses.
Frente a su bastidor, desesperadamente,
ella intentaba recordar un nombre,
sólo un nombre:
el que gritaba Ulysses por las calles de Ítaca.

Fancisca Aguirre  'Ítaca' (de Ensayo General, 1995)



Dijo Guevara el humano
que ningún intelectual
debe ser asalariado
del pensamiento oficial.

Debe dar tristeza y frío
ser un hombre artificial,
cabeza sin albedrío,
corazón condicional.

Mínimamente soy mío,
ay, pedacito mortal. 
  

(Tonada del albedrío. Silvio Rodríguez) 


Palabra de Ernesto (y de Paquita) te escuchamos amor

Duele crudo el sentimiento,
se retuerce la razón,
escuece la piel del alma, 
el corazón languidece
y se parte en mil pedazos 
el espejo del presente,
la hipoteca del pasado 
y el chantaje del futuro
al ver cómo la poesía 
se llega a  descomponer,
y cómo la inteligencia 
se puede focalizar
a favor de los imperios 
y en contra del ser humano.
Que el veneno del poder, gota a gota
y sin cesar su terrible trayectoria,
comprando mil voluntades
con cargos y con panoplias,
con terrores del milenio,
pueda llegar hasta el fondo 
de la miseria global 
simulando una grandeza
que nunca podrá alcanzar 
aquello que se pregona
como verdad necesaria 
y evidencia primordial,
para que triunfe el engaño 
y fenezca en el enjuague
la voz de la dignidad, 
la boca de los derechos,
los ojos de la conciencia,
esa vida germinante 
entre la fraternidad
que siempre nos hace iguales
que nos lleva de la mano 
mediante la libertad,
y nunca nos abandona
a través de las marismas, 
de páramos y barrancos,
sombras de la confusión, 
del bosque de lo ilusorio,
al canto de las sirenas
 como solución final. 

No conviertas la palabra
en fiambre y erudito
bálsamo de Fierabrás. 
No secuestres las razones
que reparte el corazón, 
no te juegues a las cartas
la honestidad del amor 
ni las alas de unos versos
que ni siquiera son tuyos 
sino que te vienen dados
por un camino infinito 
del que apenas sabes algo
y que a veces canalizas 
sin conocer el origen
ni el final de su escalada.

Deja hablar a tu conciencia. 
No temas ni te envanezcas.
El poder queriendo todo
tan solo es dueño de nada
y solo le pertenecen
las llaves de la miseria
y la penumbra enlodada.
Libera la luz que yace
secuestrada en la mazmorra 
de una personalidad
que poco tiene de humana 
bajo esa máscara turbia
de pose intelectual, 
razonable a la manera 
de un consenso sin salida, 
de un postureo letal
pero fiel a la manada 
que a sí misma se repite
igual que una tonadilla 
que no quisieras cantar
pero que se canta sola 
con letal obstinación
por repetirse a sí misma. 

Estribillo:
La verdad es el tesoro 
que nos nace y humaniza.
La máscara es el augurio
del letargo que esclaviza

El carnaval que propone
la fiesta de la mentira
acaba siempre en cuaresma
y en pascua crucificada
sin gloria y resurrección,
igual que las democracias
amañadas y fingidas
acaban en la caverna,
como un invento imposible
de pura ciencia ficción.

Silueta de Jesús en la luz del sol Foto de archivo - 20123499







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