Estómago
Ser demócrata consiste en defender los derechos y libertades de personas con las que no estamos en absoluto de acuerdo
Hace poco más de una semana, unas declaraciones de Inés Arrimadas me dieron dolor de estómago. Miquel Iceta había dicho que, si en algún momento, los independentistas catalanes llegaban al 65%, el Estado español tendría que encontrar un mecanismo para encauzar el problema. Es una opinión razonable, que Arrimadas tergiversó, en un grado de obscenidad difícil de superar, al decir que la estrategia del PSC era esperar a que el independentismo creciera hasta el 65% para romper España. Nos estamos acostumbrando a los discursos repugnantes, pero una cosa son los candidatos, que vienen y van, dando más o menos asco, y otra las instituciones, cuya esencia consiste en permanecer. Por eso, cuando mi estómago no se había recuperado todavía, me dolió mucho más la actuación de Josep Costa, diputado de JxCat y presidente accidental del Parlament —en ausencia de Roger Torrent, que había ido al médico—, cuando mandó callar a Arrimadas en el estrado de la Cámara catalana. La líder de Ciudadanos recordaba una serie de tuits auténticos de Quim Torra, por su contenido xenófobo y supremacista, cuando Costa, que en aquel momento era el presidente de la Cámara en la que reside la soberanía popular de todos los catalanes, la interrumpió para defender al president. Llegó a pedirle que se callara porque, desde que ocupaba ese cargo, Torra no había escrito esas cosas. La grosera, bochornosa censura de Costa, en una sala llena de lazos amarillos y carteles por la libertad de expresión, me indignó sobremanera, pero reforzó mis convicciones. Porque, si democracia no es una palabra hueca, ser demócrata consiste en defender los derechos y las libertades de personas que dan dolor de estómago. En mi caso, sin ir más lejos, Inés Arrimadas.
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