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El mensaje de fondo del CIS es que las matemáticas no van a disipar las dudas. Tendremos que esperar a la política y, mirando en esa dirección, compruebo que los cuatro principales partidos que ayer presentaron sus programas se abrazan a la Constitución y se agarran a ella como asidero seguro. Incluso Podemos, que nació como partido denostándola porque era el apaño en que se plasmó la salida en falso del 78, se agarra a ella. Bien es verdad que para avergonzar a los constitucionalistas, lanzándoles a la cara los artículos sociales que incumplen.
La convergencia de todos en torno a la Constitución no puede alimentar esperanzas porque se maneja como arma arrojadiza o agarrando por los pelos unos artículos sí y otros no, pero no acercándose, ni por lo más remoto, al espíritu de la misma, que permitiría desarrollos y adecuaciones de gran eficacia si se diera la condición que definió su acta de nacimiento: la voluntad de entenderse. Lo malo es que invocar el espíritu original es perder el tiempo: de los cuatro grandes partidos, dos no existían cuando nació la Constitución y los padres de un tercero, el PP, lo recibieron con muy poca gana, aunque ahora se crean la verdadera pata del Cid y traten al PSOE -constitucionalista sin reparos desde el origen- poco menos que de traidor. Así que todos miran a la Constitución pero todos desunidos en la Constitución.
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