Finlandia y la victoria socialdemócrata que no quiere repetir Pedro Sánchez
- En Finlandia, los socialdemócratas, liderados por el sindicalista Antti Rinne, han ganado las elecciones.
- Sin embargo, el PSOE usa a este país como ejemplo de lo que no quiere que ocurra el 28 de abril.
Andalucía
le sirve al PSOE para ejemplificar en plena campaña electoral cómo las
tres derechas pueden arrebatarle el gobierno a los socialistas aunque ganen las elecciones y lideren las encuestas los días previos. Sin embargo, hace unos días encontró otro ejemplo actual que el líder socialista, Pedro Sánchez, usó para agitar el voto este sábado en Alicante. En Finlandia, los socialdemócratas, liderados por el sindicalista Antti Rinne, han ganado por la mínima a la ultraderecha y ahora se enfrentan a la ardua labor de formar gobierno con un parlamento fragmentado.
“Hubo muchas encuestas en Finlandia que decían que el partido socialista iba a ganar de largo y que la ultraderecha iba a ser la quinta fuerza política. ¿Finalmente qué es lo que ocurrió? Ganó la socialdemocracia por 6.000 votos y la ultraderecha se encaramó como segunda opción política”, comentaba Sánchez en el citado mitin. Más que un comentario sobre política internacional, estaba agitando el voto del miedo con un ejemplo cercano. El pasado 5 de abril, la socialdemocracia confirmó una victoria agridulce y pírrica frente a la extrema derecha, que le complicará mucho la legislatura.
El Partido Socialdemócrata de Finlandia (SDP) fue la formación más votada con un 17,7% de las papeletas, solo dos décimas más que la fuerza ultraderechista Verdaderos Finlandeses que ha obtenido estos resultados gracias al discurso del líder del ala más radical, Jussi Halla-aho, que fue incluso condenado en 2012 por sus comentarios abiertamente xenófobos.
Preguntamos a dos expertos por estos resultados electorales unos días antes de que Sánchez use este ejemplo en uno de sus mítines.
“La socialdemocracia pagó el precio de la austeridad, pero ahora hay una recuperación. Se ha mostrado que con la derecha no se solucionó nada en Finlandia y no solo eso, sino que también ha fortalecido a la extrema derecha“, opina Diego López Garrido, vicepresidente de la Fundación Alternativas y ex secretario de Estado para la UE. De este “agridulce” resultado extrae una conclusión para abordar este fenómeno que trasciende las fronteras nacionales de los países europeos: “El primer objetivo de la socialdemocracia debe ser erradicar el populismo de extrema derecha en Europa”.
El mantenimiento del Estado del Bienestar es una de las líneas de batalla: “Empieza a haber programas claramente progresistas, por ejemplo, en los temas fiscales. Se está quitando el miedo entre los partidos socialdemócratas a decir que hay que subir los impuestos a la gente que más tiene”, explica sobre una de las diferencias que también se ve en la política española. Tras dejar atrás una legislatura de decadencia, López Garrido sí cree que hay una “tendencia de recuperación de la socialdemocracia y de la izquierda europea”
Ignacio Molina, investigador del Real Instituto Elcano,
es prudente: “Si hace cinco o 10 años decían que desaparecía, ahora
decir que resurge resulta igual de exagerado”. En las próximas
elecciones europeas, la socialdemocracia tendrá que pescar votos en una
sociedad “menos ideologizada”, en la que los individuos no nacen y
mueren con una misma ideología, y donde la conciencia de clase también
pierde peso a la hora de decantar la papeleta. También hay más
opciones.
Por tanto, Molina apunta a que la socialdemocracia en la próxima legislatura será el agente más fuerte de la “familia de la izquierda”, aunque seguirá muy lejos de su época dorada. En el espectro progresista también están otros grupos pujantes como Los Verdes, que son una opción “más urbana” y “posmaterialista”. Los verdes tienen más fuerza en estados como Alemania que, paradójicamente, es uno de los países europeos más industrializados: “También existe una Alemania de las ciudades y las universidades que no tiene esos intereses industriales”, explica el investigador, que no encuentra una formación similar en España.
En junio de ese año, abandonaba el liderazgo de los Verdaderos Finlandeses Timo Soini y entraba Jussi Halla-aho, un dirigente con un discurso más duro y abiertamente xenófobo. Este giro, sin embargo, les ha hecho recuperar la popularidad perdida por el desgaste del gobierno y ha consolidado su formación como la segunda fuerza del país, un fantasma que Sánchez usa en España para que los electores progresistas no se confíen y se queden en casa. “La lectura que se hizo hace cuatro años es que con la entrada en el Gobierno se iban a moderar y lo que ocurrió es que se partió el partido, los más radicales se quedaron con la marca y han sacado los mismos resultados”, explica Molina.
Ambos expertos consultados coinciden en que los dos escenarios, el español y el finlandés, no son comparables, aunque haya algunas tendencias coincidentes. “La alianza con la extrema derecha de carácter populista, xenófobo y antieuropeístas corrompe a la propia derecha”, argumenta López Garrido.
Los ultraderechistas finlandeses han colocado la xenofobia en un lugar central en su discurso. Aunque Vox tiene medidas más duras contra la inmigración en España, sus declaraciones no son tan explícitas como las de Halla-aho. En su lugar, ha elegido concentrar su visibilidad en Catalunya y en la batalla contra el feminismo. Al menos, por el momento: “Vox no está robando votos de clase obrera, sino que es un partido conservador y nacionalista”, explica Molina.
Los de Abascal son herederos del franquismo sociológico y disputan votos de forma mayoritaria dentro del bloque de derechas. Mientras, otros líderes como la francesa Marine Le Pen trabajan el voto del fenómeno conocido como el homonacionalismo, instrumentalizando el movimiento LGTBI, Vox sigue hablando de “la familia natural”, que deja fuera el matrimonio homosexual.
En las próximas semanas, podrá verse cómo los socialdemócratas finlandeses gestionan su delicado triunfo, con la ultraderecha como cabeza de oposición, un ejemplo en el que Sánchez no quiere verse. Por eso, lo utiliza para llamar a una movilización que le de una victoria amplia y cómoda.
“Hubo muchas encuestas en Finlandia que decían que el partido socialista iba a ganar de largo y que la ultraderecha iba a ser la quinta fuerza política. ¿Finalmente qué es lo que ocurrió? Ganó la socialdemocracia por 6.000 votos y la ultraderecha se encaramó como segunda opción política”, comentaba Sánchez en el citado mitin. Más que un comentario sobre política internacional, estaba agitando el voto del miedo con un ejemplo cercano. El pasado 5 de abril, la socialdemocracia confirmó una victoria agridulce y pírrica frente a la extrema derecha, que le complicará mucho la legislatura.
El Partido Socialdemócrata de Finlandia (SDP) fue la formación más votada con un 17,7% de las papeletas, solo dos décimas más que la fuerza ultraderechista Verdaderos Finlandeses que ha obtenido estos resultados gracias al discurso del líder del ala más radical, Jussi Halla-aho, que fue incluso condenado en 2012 por sus comentarios abiertamente xenófobos.
Preguntamos a dos expertos por estos resultados electorales unos días antes de que Sánchez use este ejemplo en uno de sus mítines.
¿Una esperanza para la socialdemocracia?
Finlandia da una de cal y una de arena. Por un lado, se vislumbra una recuperación tímida de la socialdemocracia en uno de los países con más implantación del estado del bienestar y, por otro, se consolida en el sistema la ultraderecha más radical.“La socialdemocracia pagó el precio de la austeridad, pero ahora hay una recuperación. Se ha mostrado que con la derecha no se solucionó nada en Finlandia y no solo eso, sino que también ha fortalecido a la extrema derecha“, opina Diego López Garrido, vicepresidente de la Fundación Alternativas y ex secretario de Estado para la UE. De este “agridulce” resultado extrae una conclusión para abordar este fenómeno que trasciende las fronteras nacionales de los países europeos: “El primer objetivo de la socialdemocracia debe ser erradicar el populismo de extrema derecha en Europa”.
El mantenimiento del Estado del Bienestar es una de las líneas de batalla: “Empieza a haber programas claramente progresistas, por ejemplo, en los temas fiscales. Se está quitando el miedo entre los partidos socialdemócratas a decir que hay que subir los impuestos a la gente que más tiene”, explica sobre una de las diferencias que también se ve en la política española. Tras dejar atrás una legislatura de decadencia, López Garrido sí cree que hay una “tendencia de recuperación de la socialdemocracia y de la izquierda europea”
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Por tanto, Molina apunta a que la socialdemocracia en la próxima legislatura será el agente más fuerte de la “familia de la izquierda”, aunque seguirá muy lejos de su época dorada. En el espectro progresista también están otros grupos pujantes como Los Verdes, que son una opción “más urbana” y “posmaterialista”. Los verdes tienen más fuerza en estados como Alemania que, paradójicamente, es uno de los países europeos más industrializados: “También existe una Alemania de las ciudades y las universidades que no tiene esos intereses industriales”, explica el investigador, que no encuentra una formación similar en España.
Un Gobierno de derecha y la ultraderecha: ¿quién influye a quién?
La situación de Finlandia no es extrapolable a España, pero los resultados electorales del país nórdico también arrojan motivos de reflexión sobre el espectro de las derechas. En este caso, la factura de la alianza de gobierno entre la derecha y la ultraderecha la ha acabado pagando el presidente del Gobierno saliente, Juha Sipilä, que ha dimitido después de que su formación, Partido Centro, haya bajado hasta el 13,9% de los sufragios tras obtener el 21,1% en 2015. El Partido de Coalición Nacional también ha descendido hasta el 16,9%, mientras la ultraderecha de los Verdaderos Finlandeses, que también acusaba la impopularidad de la austeridad y la crisis migratoria de 2015, se dividió en 2017 y una parte salió del Ejecutivo.En junio de ese año, abandonaba el liderazgo de los Verdaderos Finlandeses Timo Soini y entraba Jussi Halla-aho, un dirigente con un discurso más duro y abiertamente xenófobo. Este giro, sin embargo, les ha hecho recuperar la popularidad perdida por el desgaste del gobierno y ha consolidado su formación como la segunda fuerza del país, un fantasma que Sánchez usa en España para que los electores progresistas no se confíen y se queden en casa. “La lectura que se hizo hace cuatro años es que con la entrada en el Gobierno se iban a moderar y lo que ocurrió es que se partió el partido, los más radicales se quedaron con la marca y han sacado los mismos resultados”, explica Molina.
Ambos expertos consultados coinciden en que los dos escenarios, el español y el finlandés, no son comparables, aunque haya algunas tendencias coincidentes. “La alianza con la extrema derecha de carácter populista, xenófobo y antieuropeístas corrompe a la propia derecha”, argumenta López Garrido.
Los ultraderechistas finlandeses han colocado la xenofobia en un lugar central en su discurso. Aunque Vox tiene medidas más duras contra la inmigración en España, sus declaraciones no son tan explícitas como las de Halla-aho. En su lugar, ha elegido concentrar su visibilidad en Catalunya y en la batalla contra el feminismo. Al menos, por el momento: “Vox no está robando votos de clase obrera, sino que es un partido conservador y nacionalista”, explica Molina.
Los de Abascal son herederos del franquismo sociológico y disputan votos de forma mayoritaria dentro del bloque de derechas. Mientras, otros líderes como la francesa Marine Le Pen trabajan el voto del fenómeno conocido como el homonacionalismo, instrumentalizando el movimiento LGTBI, Vox sigue hablando de “la familia natural”, que deja fuera el matrimonio homosexual.
En las próximas semanas, podrá verse cómo los socialdemócratas finlandeses gestionan su delicado triunfo, con la ultraderecha como cabeza de oposición, un ejemplo en el que Sánchez no quiere verse. Por eso, lo utiliza para llamar a una movilización que le de una victoria amplia y cómoda.
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