domingo, 7 de febrero de 2016

Pocos escaños, grandes conciencias

Pedro Sánchez encuentra en IU y Compromís la sintonía que le falta con Podemos

Alberto Garzón y Mónica Oltra reclaman un acuerdo sobre un programa común sin que la presencia de Ciudadanos en la terna sea un problema.

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Resulta esclarecedor el hecho de que la altura de miras y la amplitud generosa e inteligente de horizontes sea cosa de pocos, de resistentes y éticos más que de ambiciosos con moral divertida y variopinta dispuestos a cualquier cosa por imponerse y "triunfar" con su sigla sin que el bien común sea el objetivo sino la herramienta para el beneficio de sus egos colectivos  y propios. Eso es atributo de la casta, no de unos portavoces encargados de cumplir la voluntad popular.
Tanto UP/IU como Compromís están marcando unas pautas imprescindibles para el entendimiento y la coherencia, facilitando en vez de obstruir, tendiendo puentes en vez de dinamitarlos. No le vendrá nada mal al Psoe aprender de ellos, de los que han elegido que el menos es más aunque no lo parezca en las prisas atolondradas del cortoplacismo. Ambas formaciones han renunciado a beneficios numéricos aparentes, rechazando ser absorbidos por Podemos, para mantener la finalidad transparente por la que trabajan desde los principios éticos a que se han comprometido. Ni UP/IU ni Compromís han querido entrar en el remolino de las ilusiones hegemónicas, a pesar de que el espejismo era muy tentador y atractivo. Muchos y muchas lo hemos agradecido infinitamente.
Podemos tiene una función magnífica y necesaria, pero con otro tipo de electorado, en la izquierda la pluralidad de lo diverso debe ser riqueza mutua y cooperativa, no un rodillo ni una apisonadora. El ansia por acaparar es una "virtud" capitalista al 100%, y está en la base de la desigualdad y de la injusticia, por eso el alma progresista prefiere el consenso, la diversidad y la riqueza del diálogo y la cooperación antes que la miseria y la esterilidad a largo plazo del enfrentamiento y la  rivalidad por el poder.
Mientras el Psoe fue grande en votos funcionó en ese plan a la misma altura del pp y así nos ha ido. Ahora que el pp se ha dado el tortazo del siglo, -a pesar de ser "el partido más votado" en la misma debacle- y el Psoe anda en las mismas, que C's y Podemos se han merendado los votos, al biparty sólo le quedan dos opciones: o se bajan del burro y confluyen o se van al cuerno for ever&ever. Está claro que el pp es un voluminoso residuo tóxico, un vertido nuclear,  al que sólo C's tiene la sospechosa insensatez de apoyar y por más números que tenga, nadie le quiere comprar las papeletas de su rifa. Al Psoe solo le queda el camino de la humildad sabia, de la escucha, de la apertura y el aprendizaje con el master de los pequeños en votos y grandes en conciencia, en ofertas y expectativas de futuro. Si hay un futuro será de los pequeños organizados en la cooperación de lo diverso. Las enormidades no sirven en un sistema acromegálico y con pies de barro, que se hunde a ojos vistas, que ya se ha podrido por exceso y dispersión. Como está siendo la enfermedad globaliazadora del egoísmo y del narcisismo económico, que solo ha terminado por generar lo insostenible, por arruinar el proyecto de una Europa solidaria y próspera. 

La experiencia valenciana está siendo ejemplar en convivencia, en civismo, en resolución de problemas. Podemos en Valencia está integrado perfectamente y trabajando muy bien en todos los aspectos, tanto municipales como autonómicos. Ni que decir tiene que Compromís y el Psoe ponen de su parte lo mejor que tienen, por no hablar de lo poco y estupendo que ha quedado en pie de IU, un bajón en votos que no ha sido culpa de la formación, siempre en vanguardia del trabajo más cañero, sino causado por la lógica novedosa del huracán podemita. Sin embargo, pasado el sarampión, las aguas se van calmando y las fantasías megalómanas se quedan para Hollywood. Y Podemos, desde la reflexión y el acuerdo, incorporado a la gestión política valenciana está resultando muy bien. Eso significa que cuando se reflexiona juntos y se trabaja codo con codo por el bien común, sin ansias de arrasar hegemónicamente, todos mejoran, todos mejoramos. 

 Ahora, Pedro Sánchez y Psoe tienen una tarea imprescindible para que un gobierno progresista sea una realidad: aprender de los sabios pequeños a descubrir la llave de la gobernabilidad. Está claro que van a hacer falta votos de izquierda nacionalista, como lo es Compromís, sin que por ello Valencia se haya convertido en una taifa. El obstáculo para ese consenso que proporcionaría los votos suficientes para el progreso, es la línea roja obsesiva de no admitir el derecho a decidir como conditio sine qua non para sentarse a dialogar "con los que quieren romper España", sin que el Psoe comprenda que como las relaciones sanas se rompen es con tensiones y endurecimientos. Dice el taoísmo que lo suave vence a lo duro, que la erosión que produce la inteligencia en la rigidez es mucho más poderosa que el enfrentamiento violento y los mandatos impuestos por obligación forzosa. Los pequeños lo saben por experiencia. Los grandes pagan no saberlo con su deterioro y sus debacles.
Pedro Sánchez debería perder el miedo a romper moldes viejos y acercarse a los catalanes y dejar que la evidencia de la verdad les aclare las ideas sin penalizarles por "romper" una España que hoy por hoy ya ha desmembrado la política del pp. A Sánchez le toca ahora elegir si va a seguir en lo mismo que está partiendo España entre oligocracia forrada y miseria general apoyando la cerrazón o va a dar de verdad el paso del cambio abriendo vías de entendimiento, quitando tabúes, trabas y prejuicios, desdramatizando y acercando. Si hace lo justo, sí habrá una mayoría de izquierdas apoyando una coalición progresista, pero si ya se discrimina desde el principio a Bildu, a los catalanes o gallegos nacionalistas, al otro lado no encontrará nada más que el ninguneo de Podemos y  el chantaje de C's, que le obligará a tragar con el pp y su estela de podredumbre, mucho más tóxica que un soberanismo consensuado. La corrupción no es consensuable y más aún si es la tónica general de todo un partido. Es delito. El soberanismo, en cambio, es legítimo, y aunque no se esté de acuerdo con él merece la legítima escucha y acogida como realidad sociopolítica que no vulnera ningún derecho. Pero la  connivencia con la Cueva de Alí Babá del pp sí que sería el fin del Psoe. La ciudadanía comprenderá -y en el peor de los casos "perdonaría"-  mucho más el diálogo con el independentismo que con la putrefacción del pp. El soberanismo merece respeto porque es lícito moralmente y no hace daño a nadie, un partido corrupto de la A a la Z, en cambio, merece la cárcel.

Ojalá Pedro Sánchez sea tan valiente para afrontar esa realidad fantasmal  como lo ha sido para enfrentarse a los ' barones' y a la 'baronesa' en un partido paradójicamente socialista y obrero, además de español.






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