Elisa Beni
Podría parecer increíble hasta que punto una chirigota carnavalera
puede convertirte en casta. Siempre hay un primer resorte que mueve
luego inimaginables maquinarias. Un pequeño impulso que abre procesos
que sólo los guionistas de "El Hormiguero" podrían imaginar. Kichi ha
querido detener el movimiento. Como gaditano sabe que el Falla en
Carnaval y en palco no es comparable ni a siete mil huríes. Y les ha
arrebatado el paraíso a los de siempre. Casi lo mismo que ha hecho Ramón
Espinar, madridista desde que echó los dientes, al renunciar al Palco
del Bernabéu, ese sí, paraíso inalcanzable y objeto de deseo aún no
explotado por el cine porno. O Carmena y su corporación diciendo adiós a
su acceso al inaccesible Club de Campo, a las entradas de Las Ventas en
tendido preferente o a los palcos VIP del tenis en la Caja Mágica.
Cosas de desclasados dirán. Gestos populistas. A los representantes les
es debida una parafernalia que honra a los representados. Eso sí, a su
costa. En realidad una forma de escapar a la tentación que constituye el
primer paso hacia los peores vicios de la política patria. Esos que
ahora los nuevos tiempos tratan de exorcizar. Algo que sólo conseguirán
si rompen el engranaje desde el principio.
Porque todo comienza al empezar. Cuando un acta de electo o un cargo
público te sube al coche oficial y te empieza a dejar justo en la
entrada, sin aparcar, mientras te abren deferentes la puerta. Sin
aparcar y sin atasco porque siempre puede ponerse el pirulo azul y
avanzar por dónde sea. El cargo no puede no llegar. Nos va la honra
social a todo el pueblo. Y luego sigue. Sigue porque ya no haces cola ni
te quedas sin entrada. Continúa porque ya no te quedan los últimos
sitios sino que siempre ves tu espectáculo preferido desde el mejor
sitio y rodeado de la mejor gente. Sin pagar. Tampoco esperas en los
aeropuertos ni te arremolinas sin zapatos en las colas. Desde el
pabellón de autoridades un coche te lleva hasta la escalerilla vip del
aparato. No hace falta que factures el neceser. Nadie te mira los
líquidos.
Si te gusta la ópera vas a los estrenos del Real. Si eres futbolero al
palco de tu equipo. Tenis. Teatro si prefieres porque si no tenemos
palco en ese teatro tu secretaria sabe dónde pedirlo. Las comidas de
trabajo por el bien de España en restaurantes que jamás habrías pagado
con tu Visa aunque te saliera el dinero por las orejas. Y en la mejor
compañía. Todo el poder codeándose. No es de extrañar que el mundo real
se vaya diluyendo poco a poco en una nebulosa que ves de refilón a
través de los cristales tintados. Esto es lo que va sucediendo. Poco a
poco. Unos son más inmunes que otros pero es muy complicado no quedarse
enganchado en tanta alfombra, tanto chófer y tanto Don.
Y luego puede que se te acabe el mandato. Que te releven o que no te
metan en las listas. Incluso que tu partido después de años pierda el
poder. Empiezan a darte escalofríos. Se van cosas que no podrás reeditar
ni con un trabajo civil bien remunerado. En todo caso esto sería la
última forma de paliarlo. Un consejo de Administración. Un puesto en el
exterior. Alguna forma de continuar girando en ese mundo paralelo que
nunca roza el suelo porque cuando lo roza de nuevo ya no es una fricción
sino una hostia.
Quiero que les entienda. No es sólo un sueldo público lo que muchos se
juegan. Es ser o no ser en esa tramoya de prebendas que rodean al poder.
Fuera hace mucho frío se dicen unos a otros. Hace frío, hay colas y
multas y gente que te rodea. Hay la vida misma, esa que se amortigua
entre moquetas.
Por eso el gesto de renuncia previa que las nuevas formaciones quieren
imponer no es sólo un gesto, es una vacuna. Y por eso hay muchos
enfermos ya que no quieren recibir la medicina. Muchos que han tratado
de alcanzar ese espacio de confort llenándose los bolsillos con el
dinero de todos para cuando vinieran mal dadas. Porque hay pequeños
resortes que ponen en marcha toda la maquinaria y ya va siendo hora de
desajustarlos de una vez por todas.
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Genial, Elisa Beni. Gracias!
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Genial, Elisa Beni. Gracias!
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