lunes, 22 de febrero de 2016

La voz de Iñaki


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El absurdo de repetir elecciones

EL PAÍS 

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Pues así es; Iñaki  describe divinamente el panorama político-surrealista que estamos padeciendo. 
La democracia no puede convertirse en un tapadillo para incompetentes, oportunistas, egocéntricos y mediocres, tampoco en coartada para tragar sapos de todos los tamaños. Unos políticos que denuncian los modos y actitudes de "la casta" no pueden ni deben comportarse como casta cuando llegan a ser designados en las urnas como portavoces, es decir, no pueden ni deben creerse los caudillos hegemónicos del momento ni los caciques dela nueva ola, ni hacerse los sordos y tomarse a chacota la voluntad popular que les ha ordenado en esta ocasión y en  las urnas, un consenso de izquierda en mayoría fragmentada, porque creen que cada sector votado puede aportar las propuestas necesarias para este tiempo. 
Es un reto, claro que sí; sobre todo si tenemos en cuenta que los políticos españoles están muy mal educados democráticamente, para ganar por goleada, a la manera española, como dice Antonio Machado de aquel Don Guido, que asentó la cabeza y fue a casarse con una doncella de gran fortuna, y así repintar sus blasones y hablar de las tradiciones de su casa...Nos están demostrando que, además de insensatez y prepotencia,  tienen más espíritu de cazadotes, de futbolistas de carambola y jugadores tarambanas de mus que de hombres y mujeres comprometidos a fondo con el bien común. No dan la talla en general, y cuando sale uno que quiere tomarse la política en serio, se le hace el vacío y se le defenestra en un plisplás haciéndole dimitir a la fuerza y, si se tercia alguna transición por el camino, aliñando la movida con un 23F a la carta magna venida a menos. 
A base de sustos y de chantajes en cuanto la democracia dice aquí estoy yo, no hay manera de que 'la casta' se regenere y se convierta en una discreta portavocía decente. Sobria. Humilde y digna fuerza ciudadana en acto de servicio. Eso solo lo proponen y sugieren en campaña electoral, pero una vez votados se nos desmadran y les sale ese conquistador de nuevos mundos, feroz y marrullero, que al parecer la "raza" española lleva dentro y que está por civilizar y desbastar aún, a pesar de los siglos, los sufrimientos y los quebrantos de toda la saga celtibérica que no acaba de arrancar como comunidad cívica, solidaria, sana, limpia y normalmente humana, más allá del patrioterismo, los caciques,las romerías, las procesiones y comparsas de carnaval,  de las emociones en los campeonatos y las copas de fútbol, de los fenómenos del tenis, de los toros o del ciclismo o del lumpen mediático a lo Gran Hermano, donde la heroicidad consiste en hacer el ridículo por activa, pasiva y perifrástica, y mostrar el orgullo que produce revolcarse en la caspa, en la grosería y la cutrez más degradantes, a cambio del minuto de gloria, del principado del pueblo y de un puesto en el polígrafo de Telecinco o en el sofá de Bertín. 
Por eso la casta no tiene ningún pudor en encaramarse al palo del gallinero, "para ser como todos", sin comprender que la inmensa mayoría de españoles que les vota, porque no tienen otra cosa mejor, jamás se plantean participar en ese tipo de 'normalidad'. Y son esos votantes los que ahora esperan una respuesta más seria y normalizadora que los teleshows y sus realities. 
La ciudadanía al borde del abismo, aunque sigue creyendo en Papá Noel, porque no quiere renunciar a la posibilidad de que existan soluciones nuevas y por eso sigue votando, no es absolutamente idiota ni se equivoca tanto como dice Julio Anguita en sus amargos diagnósticos, es que, simplemente, está habituada a soportar una casta sempiterna, como en África se soporta la "normalidad" de la malaria o en Bolivia "el mal de la altura".  Y 'casta' no solo significa corrupción, también significa caciquismo de ideas que se creen superiores a las otras ideas, manejos que se imaginan más decentes y justificados que los otros manejos, pero todos igualmente con las mismas tácticas y estrategias indecentes y opacas, colocadores de familiares, amiguetes y fans, novias y novios, consortes y parentela afín, soberbia a tutiplén y desprecio por todo lo que no da poder a las primeras de cambio. 

Nos queda muy claro que "la casta" transforma la esencia de sus adeptos, como las sectas, como los credos fanáticos, como la hinchada futbolera, y eso se debe, seguramente, a la permanencia infinita en el mejunje, al encapsulamiento en el coche oficial y los aforamientos, en las actas de lo que sea, en el servicio de seguridad que protege a los portavoces de las propias voces que dicen portar,  que no permite ya una mirada limpia y desapegada desde la realidad y sobre ella. La entrada en 'la casta' por la legitimidad de los votos, acaba por deslegitimar a los elegidos y por desesperar a los electores. Está cada vez más claro que son las cosas del poder unidas a la inmadurez trepa de una mayoría que se reparte entre venidos a más y mantenedores vitalicios ya profesionales del caciquismo tradicional en todo Estado cuya historia no se liberó a tiempo del culto religioso sin permitir la libertad y maduración de la conciencia, sobre todo, si se trata de las tres religiones de "El Libro", en las que pensar por cuenta propia es ya un gravísimo pecado de soberbia y desobediencia. Católicos, hebreos y musulmanes. Son esas tres "marías" las que llevan a este pobre planeta por la calle de la amargura. El fondo cerril y condenador de todo lo que no son ellas. De ahí, de la "casta" sacerdotal y sus derivados, procede la casta política, la anulación del libre albedrío pensante, la violencia y el chantaje psicológico desde una siempre imprescindible "autoridad", ese "o conmigo o contra mí", que llama traidor al que ejerce un pensamiento diferente y se atreve a disentir de los dogmas oficiales desde la razón y el buen sentido, a ejercer su derecho a elegir su pensamiento y el modo de enfocar su vida sin agredir pero sin dejarse aplastar. Y en vez de valorar la riqueza de esa diversidad de matices y de planos de acción para coordinar y cooperar, solo se ven enemigos, felones y "trolls". En esas estamos. Nadie parece fiarse de nadie y sólo Alberto Garzón, tal vez por el baño de realidad que da un palo electoral producido por un sistema perverso al contar  votos y por la razia de un Podemos que ha  cumplido, a su manera, las ambiciones añejas de Julio Anguita, ha tenido la capacidad de convocar y llamar a la sensatez a los compañeros de revoltijo y maremagnum, recordándoles que no es cosa de repartir sillones sino de conseguir que el pp no vuelva a ser el azote de los españoles. 

Por fortuna, dentro de lo que cabe, la ciudadanía, aunque manipulada, sí ha cambiado y ya no confunde con tanta facilidad churras con merinas, aunque los políticos "profesionales" no lo crean así; a base de leches está aprendiendo a darse cuenta de que nada es lo que parece si nadie exige transparencia y todos callamos y aceptamos comulgar con ruedas de molino y el mantra del "que nos quedemos como estamos" o más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer". Ya nos hemos olido que el sistema que queremos cambiar también se infiltra en las nuevas propuestas y vemos colocado en el Ayuntamiento de Barcelona al marido de Colau, en Podemos a las novias y ex-novias de Iglesias, y observamos las mismas ansias de poder bulímico en casi todos los líderes y lideresas. La ideología, como el hábito no hace al monje, tampoco hace honestos a los políticos que no sean honestos de origen, los deteriora a una velocidad de vértigo. 
Se ve enseguida, en cuanto aferran con legitimidad lo legítimo y lo pervierten como herramienta para sus historias de partido sin mirar en absoluto hacia el bien común que solo vale si coincide con el suyo. Por eso, al parecer, repetir elecciones es lo más 'normal', para ellos, si cada uno no se sale con la suya y aunque se humille y se apalee democráticamente a la ciudadanía, que según Anguita siempre se equivoca. Posiblemente la equivocación consista en que no tenemos mucho donde elegir porque cuando ha confiado la ciudadanía se ha visto defraudada a izquierda y a derecha por igual, incomprendida y recriminada con cajas destempladas, estafada y abandonada en sus reivindicaciones más elementales y hasta maltratada e indefensa  "legalmente". 
Para unos verdaderos portavoces demócratas esta situación debería ser una vergüenza, para estos 'accidentes electorales' no solo no lo es, es que al parecer forma parte del juego para quedarse con el mayor número de canicas, aunque se ponga en riesgo la misma democracia, colocada otra vez en manos de unos filibusteros del apaño, -lo mismo da pp que C's- para los que la corrupción que producen por el mero hecho de gobernar en sucio, ni siquiera existe, en pleno ejercicio de la más cínica e irresponsable banalidad del mal.

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