jueves, 18 de febrero de 2016

La humillación



La portavoz del Ayuntamiento de Madrid, Rita Maestre, junto a Héctor Meleiro en el Juzgado


Desobedientes que prometen solemnemente el cumplimiento de la Constitución y aceptan trabajar para modificarla por vías exclusivamente parlamentarias. Antisistema que se conforman con cambiar el sistema desde dentro, y dedican su tiempo de activismo a debatir enmiendas, elaborar presupuestos y participar en debates respetando los turnos de palabra. Los que un día rodearon el congreso, entran y se sientan en los escaños, y hasta en mesas de negociación con otros partidos. Los del "no nos representan", acaban por aceptar el juego de la representación, sin que hayan cambiado las reglas. Okupas haciendo propuestas en política de vivienda, respetando la propiedad privada. La joven que un día se manifestó en una capilla, pide disculpas públicamente y hasta se reúne con el arzobispo para obtener su perdón.
Me da que en otros países todo esto sería motivo de satisfacción. De confianza en la fortaleza de la democracia. De orgullo incluso. Que tras la peor crisis económica, social y política de nuestra historia reciente, y en medio de un descrédito institucional enorme, la calle esté tan tranquila y mucha de la contestación ciudadana se haya canalizado a esas mismas instituciones, reforzándolas, debería hacer que algunos se alegrasen, o al menos respirasen aliviados.
Pero esto es España, oiga. Aquí manda el juego sucio,  la demonización mediática y la persecución judicial. Y la humillación. Lo que ayer vimos en un juzgado madrileño fue un intento de humillación. De humillar a Rita Maestre, como antes a Guillermo Zapata, y como harán con muchos otros, pues abundan los concejales y diputados con pasado activista. Lo de ayer fue un intento de hacerle bajar la cabeza, hablar suave, asegurar que nunca lo volvería a hacer, y defender su acción pero con la boca muy pequeña, sin gritar lo que ese tribuna merecía ayer que le gritasen.
Tanto Maestre como Héctor Meleiro mostraron ayer mucha más dignidad que esa fiscal inquisitorial y esos acusadores ultras. Pero tuvieron que hincar la rodilla, porque de eso se trataba: humillarlos. Y con televisión en directo, para que sea ejemplarizante. No les quedó otro remedio que morderse la lengua, reducir su participación en aquella protesta a un "pasaba por aquí" y “no me acuerdo”. Seguramente hace dos años habrían convertido este impresentable juicio en un acto político, pero ahora están comprometidos con un proyecto político y no quieren dañarlo.
El mensaje que ayer se lanzó a todos los que han dado el paso a la política institucional, aceptando el marco constitucional (y legitimándolo), es nítido: no sois bienvenidos. No os aceptamos. Pasad por este aro, agachad la cabeza, o volved por donde vinisteis. Lo de menos es la ofensa religiosa. Ha sido una performance juvenil en una sala de rezos, como antes lo fueron unos tuits sin contexto, y mañana cualquier otra excusa. De lo único que se trata es de golpear donde haya un punto débil.
Eso tan sabio de "al enemigo que huye, puente de plata", no se practica en la política española. Aquí al enemigo que deja el campo de batalla y se sienta a hablar a la mesa, hostias, y no de misa. 

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Está más que clara la intención de humillar por parte del sector del miedo y las presiones inmundas en el patético recital de ayer en el juicio a  Maestre y a Meleiro. Sin embargo el resultado lo veo al contrario que Isaac Rosa. Porque si ayer hubo una humillación flagrante, fue la de la Justicia. Ese espectáculo nauseabundo, en el que el miedo de los caciques se apodera de todo, se venga y patalea contra todo y contra todos sin sentido, inventando ditirambos jurídicos como "delito contra el sentimiento religioso" , a la misma altura que el nuevo diseño de "enaltecimiento del terrorismo" contra los mismos titiriteros que bajo el mando de Ana Botella eran de lo más comedido, pero que con Carmena se han echado al monte; un empeño penal de lo más civilizado que nos coloca a la altura de los talibanes, y que lo único que está consiguiendo es el lamentable resultado de dejar a la Justicia por los suelos. A la altura del betún, como se decía antes. Ver nada menos que a una fiscal haciendo el ridículo de aquella manera, ante unas personas serenas y dignas, que son capaces de pedir perdón por la estupidez sin fuste que hicieron hace cinco años cuando eran unos críos, algo que, al contrario que las barrabasadas del pp, no hizo daño a nadie, que no fue dejar en la calle  ni en el paro a ninguna familia desprotegida, ni apalear menores como en el Luis Vives de Valencia o dejar tuertos y maltrechos a los manifestantes por el hecho de manifestarse.
El numerito de la fiscal y sus preguntas capciosas y más marujiles que otra cosa, se quedó en bufo esperpento, en mera hipérbole de película de los sesenta. A la ilustre fiscala sólo le faltó ir disfrazada de Gracita Morales cumpliendo las órdenes "del señorito". 
Tienes razón, Isaac, en cualquier país civilizado se vería con satisfacción el hecho de que los jóvenes que un día salieron a la calle en plan rebelde, hoy dediquen su trabajo al bien común y al servicio de la ciudadanía para mejorar la vida de su país. Pero esto no es cualquier país civilizado, esto es España y olé, donde el "derecho" a lancear un toro hace cambiar el voto del pueblo. Donde la policía local de Madrid acosa sin motivo alguno a un concecejal y al mismo tiempo, en la misma campaña de desesperación ppera,  la Guardia Civil de Valencia cita por su cuenta y riesgo a declarar en sus dependencias el próximo martes 23 de Febrero nada más y nada menos, a los tres diputados de IU, Compromís y Psoe, que denunciaron la trama corrupta que ha dado como resultado la operación Taula. Un país deprimente, donde el bandido lleva la batuta y el decente es el malo de la película.
Las dosis de vergüenza ajena, como las de la paciencia, llega un momento en que se agotan, y ya solo queda el asco generalizado como sucedáneo y cada vez más ganas de perder de vista esta reserva infinita de mugre y caspa que se reproduce como los champiñones, en la oscuridad y entre el estiércol. ¿Cómo no van a dar ganas de independizarse de tal estado de desecho? ¿Cómo censurar a los catalanes por quererse largar de este basurero? Razones haylas y cada vez más. Y luego les acusan de querer romper España. España se rompe con el golpismo de la indecencia decretando leyes a su bola y juicios sumarísimos que condenan la inteligencia y absuelven la miseria ética, mientras corrompen el tejido social con sus tejemanejes.
Y además no aprenden nunca. Hay que ver el mal perder que tienen.

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