domingo, 28 de febrero de 2016

El pudor como compromiso político



Actualizada 27/02/2016 (Infolibre).  


La consulta no vinculante que la dirección del PSOE ha planteado a su militancia sobre el acuerdo con Ciudadanos sitúa el panorama político español en los territorios del ridículo. El pacto de una investidura imposible se redactó para que cada parte contratante pudiera interpretar la letra inútil según le diese la gana. La opinión de la militancia fue pedida, además, en términos de inutilidad con una respuesta no decisiva a una pregunta fantasma sobre algo que no se sabe bien qué es.

 La espuma mediática del ruido sin nueces afecta en este caso a un peligro grave: la oquedad de las palabras. Si dejamos vacío el sentido de palabras como acuerdo, negociación y participación, pierden realidad los debates y expresiones como tiempo nuevo o regeneración democrática. Confieso que el vacío de las palabras es un mal que padece todo el mundo, pero duele de manera particular en los oídos del escritor.


Esta consulta ridícula puede relacionarse con el carácter gaseoso de Pedro Sánchez y su equipo, aunque me temo que es una perspectiva demasiado corta. Lo gaseoso caracteriza con sus dinámicas de ida y vuelta la política española desde que el paradigma de la telebasura se apoderó del paisaje. Las indignaciones, los instintos, las embestidas y las furias suelen acabar en una plaza de toros. El diestro que sale al ruedo asume como primera obligación salvar la vida toreando al animal. La idea de que la ciudadanía es tonta y que se puede representar mal teatro, diciendo lo contrario de lo que se ha dicho o se hace, no deja de ser una respuesta a la idea ciudadana de que todos los políticos son iguales, nada merece respeto, viva la liquidación por saldo y vamos a inventarnos el mar Mediterráneo en un nuevo amanecer.


Quizá sea el momento de que la política española se esfuerce por recuperar el pudor. El sentimiento pudoroso es una buena medicina para las opiniones tajantes, los matonismos y los ataques de cólera: esto lo arreglo yo en un segundo… El compromiso político de la militancia cotidiana enseña el pudor como una forma de autovigilancia, algo que suele perderse en el mundo abstracto de las redes y la telepolítica. ¿Tiene la sanidad pública problemas? Claro que sí, pero basta haber colaborado con la defensa de la sanidad pública en unas cuantas ocasiones para saber el beneficio que las descalificaciones rotundas aportan a los partidarios de la privatización. Ocurre lo mismo con las escuelas, los institutos, las universidades… ¿Deficiencias?, claro. ¿Pero qué pasa con sus valores y con los posibles progresos que se empeñan en desconocer, en beneficio siempre del negocio privado, los que llenan de improperios la educación española?


Matizar supone algo así como el sindicalismo de la propia conciencia, el esfuerzo por negociar la propia opinión para asegurarle un salario digno a las ideas que uno quiere argumentar y defender. El pudor es imprescindible para huir de las embestidas retóricas y de los tiros que salen por la culata.


Propongo con pudor algunos asuntos en los que debemos autovigilarnos llegados a este punto: 
1. Evitar el descrédito acelerado de la política. Dedicarse a la representación pública no es un camino asfaltado hacia la mentira y las corrupciones. El reconocimiento de los problemas y las malas prácticas resulta imprescindible para dignificar la democracia. Pero es muy peligroso convertir la escena pública en un circo, abriéndole la puerta a las payasadas a cuenta de las descalificaciones generales. Esto afecta tanto a la presión sin límites del mundo del dinero como a las reacciones de sus víctimas. 

2. Devolver el sentido a las palabras izquierda y derecha. Lo estamos viendo ahora. En un reino de palabras huecas, derecha e izquierda significan poco cuando un político que se llama socialdemócrata está más cerca de los intereses del IBEX-35 y de sus puertas giratorias que de los trabajadores. Pero en la realidad, a la hora de pensar en la legislación laboral o en los servicios públicos, hay distintas formas de entender la vida, formas que responden a lo que de manera tradicional se llama la izquierda y la derecha. Así que renunciar a las palabras puede ser la forma extrema de cumplir con su vaciado a la hora de intervenir en la realidad. ¿Quién gana? Yo prefiero decir que el PSOE se ha comportado en el pacto con Ciudadanos como un partido de derechas en vez de sostener que no existen la derecha y la izquierda. 

3. Tan peligrosos son los viejos cascarrabias como los jóvenes sin memoria. Ni cualquier tiempo pasado fue mejor, ni la mochila de los años es por definición un peso muerto. La juventud convertida en ideología es tan peligrosa como el tiempo viejo convertido en dogma tradicionalista. Temo el adanismo de Ciudadanos tanto como la mochila ideológica del PP. Y que cada organización se aplique el cuento, porque... 

4. hay que volver a tomarse en serio la palabra organización. Las bases no pueden ser el fantasma no vinculante que responde a las preguntas forjadas en los espectáculos televisivos. Una cosa es la audiencia y otra la militancia. ¿Problemas en los aparatos? ¡Díganmelo ustedes a mí! Pero se trata de democratizar las organizaciones, no de sustituirlas por tácticas populistas, navajazos y estrellas.

y 5. Un compromiso con la verdad y la palabra contra el silencio y la demagogia. España, por ejemplo, tiene hoy un problema grave de articulación territorial. Cerrar los ojos sólo sirve para que se pudra el aire. En este debate hay muchas sensibilidades legítimas:el independentismo, el nacionalismo, la conciencia democrática, el miedo a que los derechos históricos se conviertan en privilegios económicos o la inquietud de que el respeto a la singularidad se transforme en desigualdad. El problema de la articulación territorial en España no puede ser una línea roja, ni un tabú, ni un río revuelto, ni una urgencia desesperada que nos haga olvidar otros asuntos. Se trata nada más, pero nada menos, de una realidad seria que merece abordarse políticamente en un marco adecuado.


Ser pudorosos ayuda a negociar nuestras propias ideas con la realidad para buscarles una formulación política. No me parece mal equipaje en tiempos de incertidumbre.   

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Gracias, amigo Luis. Leer tu inteligencia en prosa reconforta tanto como leerla en verso, siempre libre. 

No cabe poner en duda que un principio de organización es imprescindible para cualquier proyecto humano que valga la pena; como es igualmente imprescindible  en una sana democracia  que esa organización responda de sus actos y consulte sus decisiones fundamentales ante la base social asamblearia que la hace posible y de la que debe ser portavoz y no una representante plenipotenciaria que haga de su capa un sayo con poderes hegemónicos y absolutos que impidan y desactiven la participación y el compromiso cívico, sin el que los valores esenciales de la democracia se pierden en capillismos y tejemanejes insustanciales, pero tan apasionantes para los implicados, que se les olvida muy pronto lo esencial, engullidos por la vorágine de los nuevos estímulos y el cambio de estatus. Por eso mismo la consulta debe ser el alma de un  estado libre y democrático, además de la pedagogía insustituible para que la inteligencia colectiva se afiance y se promocione y es también la verdadera garantía de la transparencia. 

El pudor debe llegar a convertirse en análisis honesto y quienes llevan toda su vida como militantes y/o como miembros de aparatos de partido revisen sus actitudes, que casi siempre están separadas del conjunto de la ciudadanía tanto por la confusión entre cargo y encargo, como por esa mochila ideológico-organizativa a la que aludes y que con tanta frecuencia, a derecha y a izquierda, se olvida el porqué y el para quienes, concentrados en la urgencia y en los intereses del como, con qué y con quienes. Es decir que arrinconan el fin y se encariñan con y  se aprovechan excesivamente de los medios, justo, porque una vez que se entra en la órbita del poder, si la conciencia no está despierta y la ética solidaria no es tan esencial como debe serlo, se produce la escisión entre los nominados para ser encargados y los nominantes que les han facilitado el contrato en las urnas para que hagan ese servicio público, que no un patrimonio ni una carrera política con muy buenas salidas futuribles.
En ese punto se hace evidente la distancia entre normalidad y casta. Si los ciudadanos y las ciudadanas pudiésemos normalmente participar en asambleas constituyentes y en observatorios de control municipalista, sectorial y parlamentario, ¿estaríamos como estamos ahora? Creo, honestamente, que no. 
¿Es normal que casi cuarenta años de democracia en pleno siglo XX y XXI, hayan derivado en este estado actual de nuestra sociedad, en la que tras una destrucción sistemática de derechos, libertades y garantías durante cuatro años sin parar, aún sea posible que el pp y c's se lleven juntos millones de votos y que el psoe valore más los planes del Ibex35 de Rivera que las propuestas de la izquierda progresista? ¿Es casualidad acaso que desde que Podemos se convirtió en representante ejecutivo y no solo en portavoz consultivo, arrogándose toda la capacidad de decidir por sus "representados", la movilización ciudadana se haya quedado en cuadro y ya no haga apenas nada porque los círculos y asambleas se limitan a tratar asuntos de partido y han aparcado los intereses y problemas sociales sine die, hasta que los hados les permitan saber si gobiernan o despotrican en la oposición? 
Por fortuna la mareas y plataformas sectoriales se están movilizando otra vez con fuerza, en vista de que los problemas concretos de los trabajadores, el pequeño comercio de barrio agobiado por tiendas y negocios chinos y tragados por las grandes superficies explotadoras pero muy influyentes en la política a base de sobres y donativos corruptores, de las familias, de los inmigrantes, de los dependientes, de los desempleados y los arruinados, siguen atascados en el limbo destroyer del pp disfuncionante, mientras los elegidos en las urnas como repuesto del cambio, están en un sin vivir con la soberbia de unos, la tozudez y el apaño de otros y la paciencia cansina de los que no son soberbios ni cabezotas encasquillados en su rollo de siempre. Y hasta la paciencia, esa virtud maravillosa, debe tener un límite razonable cuando ya se ha sufrido en exceso. Decía José Martí que el pudor se manifestaba en el silencio, menos mal que no lo practicó demasiado.
Precisamente por pudor, todo político "profesional" o aspirante a serlo, debería plantearse en voz alta qué le pasa a su gremio cuando se mete en el poder y en el  mangoneo elitista, y empieza a justificar todo aquello de lo que hace unos meses se echaban pestes electoralistas y se olvidan de que son portavoces y no mini-caudillos de tribu ideológica potenciando el propio bien parcial (del partido, del troceado)  mientras se cargan el bien común. Eso sí, por la "culpa culpita" de las necesarias estrategias y tácticas a que obliga la lucha indecente "por el poder", tan necesario, a su vez,  para llegar al reino del glamour  y desde allí, comprobar lo bien y lo lejos que se está de la chusma enfurruñada por tonterías, pero a la que hay que camelarse como sea para que les compre el producto, que vote y permita, cada cuatro años, que todo parezca que cambia para que todo siga igual. Ya sé que resulta redundante y cansino citar tantas veces a Lampedusa, pero es que no encuentro mejor síntesis literaria para retratar sin retórica lo que estamos soportando. Y eso el teorema Tancredi lo borda en poquísimas palabras que por desgracia no han pasado a la historia como arqueología política, sino que son el pan nuestro de cada día.  
 Está claro que la ciudadanía ya no es la que era, está aprendiendo a pensar por cuenta propia y a asimilar que las ideologías enconadas, con demasiada frecuencia, son un lastre, pero que en el fondo son los intereses creados -que el burguesón Benavente retrató tan requetebién, ¡si sabría él de lo que va la cosa!- los que parten el bacalao,  aunque se llevan el lomo tienen el detalle de dejar las espinas y el pellejo para que la plebe cascarrabias que protesta por protestar, se haga un caldito; en realidad, la chusma bocachancla no sabe de la misa a la media, ni que eso de reivindicar solo lo deben hacer los caudillos de tribu ideológica que siempre saben como hacer lo mejor posible y sacar leche de una alcuza, aunque sea vendiendo el alma al diablo por alcanzar un asiento en el Olimpo del poderío. Aunque sea repitiendo elecciones a diestra y siniestra.

Que la izquierda abomine de la corrupción y la derecha la convierta en fuente de beneficios y en escudo protector, no quiere decir que por eso a la izquierda todo valga. Para poder gobernar con eficacia y honestidad, hace falta algo más que rechazar la corrupción. Hay que aprender que el objetivo no es el poder y mandar desde la organización de los cielos sino el servir para organizar los suelos , y que con una participación ciudadana cuatrienal de sujetos pacientes y sufrientes en las urnas, no se puede ser una verdadera democracia, más bien un trámite veterinario de rebaño pastoreado por aparatos y estructuras, sí, es cierto, muy organizadas, tanto, que al final se olvida el por qué original de tanta organización, porque ya no hay lazos reales de humanidad que conecten la burbuja del poder político con la realidad social, por la que en teoría, dossieres, encuestas e informes a cascoporro todo les suena tanto como desconocen lo que hay en realidad y no solo en papeles y carpetas, en entrevistas y tertulias mediáticas, o en dimes y diretes desde la segura tarima del escaño y la tribunaA años luz de la vida diaria y del codo con codo. Sin tocar piel, como reconocía de boquilla, aquel Floriano ppero en un video  publicitario entre el cinismo y el astrakán. 

El pudor es imprescindible, pero tiene que haber más cosas para que el propio pudor tenga sentido y no se nos quede en simple gesto mojigato. Tan hueco como las palabras que pierden el contenido semántico y eficaz de la ética y la coherencia si no se materializan en los actos adecuados y necesarios.

                                                                             
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