martes, 9 de febrero de 2016

La realidad








Todo el mundo está empeñado en interpretar la voluntad que los españoles expresaron el 20 de diciembre y cualquier observador imparcial concluiría que somos un país de esquizofrénicos, ya que ni una sola interpretación coincide con otra. La razón es que los deseos jamás se han confundido tanto con la realidad. Y el problema es que la realidad no posee la facultad de cambiar de forma o de naturaleza por resultar irritante para mucha gente. No va a cambiar ni un ápice porque la negativa de Podemos a gobernar con Ciudadanos se califique como un acto de arrogancia y desprecio intolerable, mientras que la negativa de Ciudadanos a gobernar con Podemos se considere una postura coherente, honrosa y patriótica. A mí, Podemos no me da ni pizca de miedo. Me asustan mucho más los exministros socialistas colocados en consejos de administración de multinacionales que exigen una gran coalición. Pero la falta de objetividad que se desborda en multitud de opiniones no logrará que los votantes de Podemos cambien de opción, ni que muchos, demasiados votantes del PSOE, permanezcan fieles a un partido que se arruga ante la posibilidad de formar un Gobierno de izquierdas. Tal vez me equivoque, pero esta es mi propia interpretación de la realidad. Quienes demonizan a un partido que en este momento, guste o no, tiene la sartén por el mango, porque si no entra en el Gobierno crecerá espectacularmente en las próximas elecciones, provocan un efecto contraproducente en los ciudadanos con sentido crítico, cuyo número es muy superior al que calculan las empresas demoscópicas y así les va después, por cierto. Las perspectivas de Iglesias mejorarían mucho, eso sí, si recordara más a menudo que el arma secreta de los soberbios es la humildad.
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Gracias, Almudena. Tus argumentos son muy sensatos.  Es inevitable que la realidad se 'contamine' con el plano subjetivo hasta llegar a modificar la percepción que tenemos de ella. No vivimos en compartimentos estancos y todo influye en todos. Que eso no ocurra es imposible. De modo que la realidad y el cómo la percibimos se convierten en la misma cosa percibida y  cada cosa que percibimos se convierte, a su vez, en un poco de nosotros mismos, porque, para bien o para mal, el que percibe y lo percibido solo tienen sentido si esa percepción funciona. Por eso tenemos tanto apego a las ideologías, a los credos y las razones que nos mueven, aunque no sean verdad objetiva, aunque solo sean verdad para nosotros; porque sobre todo son nuestras.
Hay un cuento oriental en el que se narra como  un maestro convocó a todos sus discípulos para que definieran a un animal mágico encerrado en una habitación, mirando durante unos minutos por el ojo de la cerradura. Fueron pasando uno tras otro y contando luego como era el animal que acababan de ver. Uno dijo que era un ojo inmenso. Otro, que era una columna que se movía, otro, que era un gran colmillo, otro que era una especie de montaña en movimiento, otro, que era un trozo de tejido recio que ondeaba en aire y otro que era un tubo flexible que subía y bajaba...Entonces el maestro abrió la puerta y apareció la realidad: un elefante. En efecto, cada uno había visto un parte de su enorme masa sin poder verla al completo dadas las circunstancias.
 "Esto pasa con la percepción de la verdad, -dijo el maestro-, cuando tratamos de reducirla a lo que nosotros entendemos que es. Lo cierto es que todos habéis visto la misma realidad, pero cada uno desde su limitación al ojo de la cerradura y a la posición del elefante en cada momento. Y eso no es ningún problema mientras cada uno no se empeñe en que su visión sea la única realidad que hay. De ahí nace el conflicto y el apego al poder de la primacía sobre el entendimiento y la coherencia de lo diverso, cuando no se ve  como complementario y parte del mismo todo, sino como problema parcial e irresoluble, que excluye el resto de las percepciones". 

Moraleja: Sólo la humildad garantiza la percepción más aproximada, justa y objetiva de la realidad, porque valora la visión de los demás lo mismo que valora la propia percepción. De ahí, la importancia básica de la escucha y de la empatía. De ahí la posibilidad del consenso que regenera y une, por encima del disenso que mutila y divide. 

Ya es hora de que empecemos a pensar que el "divide, humilla y vencerás" sólo sirve en la guerra pero es inútil y dañino en la construcción de una vida civilizada y ética, amable, inteligente y grata. Ahora hay que aprender a unir para poder vencer al peor enemigo de todos y de todas: el ego que tan requetebién se nos camufla de lo que haga falta, y no solo en el terreno personal, también en su manifestaciones colectivas, como la política, sin ir más lejos.

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