miércoles, 10 de febrero de 2016

Del escándalo al ridículo y viceversa

Una vez explicado el entuerto de los titiriteros no queda otra que preguntarse qué pensarán hacer los jueces con las obras de Shakespeare, por ejemplo, como Hamlet, Otelo o Macbeth, con óperas como Sigfrido, Aida, Tosca, Rigoletto, Don Carlos, Turandot o Madama Butterfly ... y no digamos nada con obras como Don Juan Tenorio o El Alcalde de Zalamea, Los Miserables o Don Ávaro o la fuerza del sino, cuando los niños las tengan que estudiar en clase, ( aunque tal vez  de eso se vaya encargando la LOMCE si esto no cambia). Y sobre todo qué pensarán hacer las autoridades custodias de esa peculiar 'noviolencia' con los telediarios y las noticias de cada día. ¿Cómo piensan preservar a los niños mientras comen o cenan viendo el telediario, de la visión de los bombardeos en Siria o de los refugiados muriendo en la fosa común del olvido o ahogados mientras los guardianes del orden les golpean con disparos de pelotas de goma para que no puedan nadar y salvarse  o trepando por vallas llenas de concertinas?¿Piensan que lo mejor es que los niños crezcan en la inopia y de repente un día se tropiecen con el estudio de las guerras médicas, púnicas, de religión, mundiales, con las imágenes y los relatos de los campos de exterminio...con las "conquistas" del nuevo mundo o con el despido de sus padres en el trabajo o con la puerta de su casa precintada por un desahucio o  ver como sus compañeros de clase se desvanecen porque no cenaron anoche ni han desayunado esta mañana o no tienen libro de lectura ni cuaderno para escribir, o el vecino se tira por el balcón porque le han dejado en la calle con toda la familia y el abuelo paralítico? No creo que haya unos títeres más violentos que esas realidades inocultables de cada día.

Los niños no son muñecos, son seres humanos pequeños que observan y deben conocer la realidad para no ser víctimas ni verdugos de sus dramas y no se les educa mejor porque les ocultemos la inevitable cara más fea de la vida, que la están viendo a diario, sino precisamente enseñándoles como conseguir ser buena gente y no frustrarse ni destarifarse sin perder la condición de humanos a pesar de lo que vean y darles en la educación y con el ejemplo diario las herramientas racional-emotivas adecuadas para conseguirlo.
En cuanto al método de los títeres clásicos, se puede incorporar un elemento nuevo en la historia, que sería contar una realidad dura y cruel planteando nuevas soluciones para que las tragedias se eviten y los enfrentamientos se gestionen con mejor talante y más humanidad, introduciendo factores como la compasión, la empatía, la solidaridad y la imaginación al servicio del bien común más que la brutalidad y el primitivismo que tantas tragedias nos deparan cada día sin que haya que recurrir a la farándula para representarlas. Los cuentos clásicos tienen ese punto que presenta las dos caras: el mal y la forma de arreglar sus destrozos con los "finales felices", como Pulgarcito o Cenicenta, La Bella Durmiente, Blanca Nieves, El traje invisible del emperador, Los tres cerditos y el lobo. Esas historias, como pasa en Matrix, tienen varios planos de lectura y de conocimiento y a medida que el niño crece descubre en ellas significados más profundos y connotaciones más positivas.

Esos titiriteros necesitan reciclarse y desprenderse de los viejos sistemas de unos tiempos en que no había medios ni disposición ni sensibilidad social desarrollada para mejores formas de diversión, cuando la ejecución de una pena de muerte se hacía en las plazas públicas, el linchamiento del "malo" era un derecho legítimo y hasta un espectáculo, pero ahora esos titiriteros no necesitaban ir a la cárcel para comprender su error anacrónico, hubiera bastado con que los padres hubiesen tenido una conversación con la alcaldesa y entre todos ponerse al día y así abandonar el medievo y conectar con el siglo XXI. Los padres y madres escandalizados por una simple anécdota, también necesitan un repaso para comprender que la falta de luces no la arreglan ni las denuncias ni la policía. Que bastaba con levantarse y abandonar el lugar. Los niños no se merecen un espectáculo tan patético en todas las facetas ni un mundo tan cutre.

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