lunes, 1 de febrero de 2016

La voz de Iñaki


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El órdago de Pedro Sánchez

EL PAÍS 

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Ante este panorama, lo que queda absolutamente  en evidencia es que el régimen clásico de partidos, destinados a zancadillerase mutuamente y a despedazarse, paradójicamente, cuanto más afines se sienten, no puede evitar ser una casta dentro de una presunta democracia cada vez más irrelevante, que sólo queda como patético y descolorido telón de fondo en el escenario de los manejos y enjuagues constantes, de una "clase política" obsoleta, caciquil y ya fuera de tiempo y de lugar. 
Es decir, la ciudadanía vota una exigencia de pluralidad parlamentaria para gestionar el Estado por medio de acuerdos y confluencias, teniendo en cuenta las urgencias imperiosas de la sociedad,  y para que se haga posible un nuevo concepto de gobernabilidad, más transversal, más cercano y dialogante, menos rígido, más humano que  burócrata, más preocupado por el bien común que por arañar espacios de poder para instalarse en él y chafar al resto de opciones, e incluso instalarse como mafias corruptas "legalizadas" por leyes ad hoc; pero, desgraciadamente, los partidos no son capaces de superar su condición de "partidos", de fragmentos ensimismados, de segmentos inoperantes si no se les considera, por mayoría, línea completa y única. Línea hegemónica y totalitaria. Rodillo parlamentario con efectos ejecutivos y tentáculos judiciales. O todo o nada. 
Esa desgana por entenderse, esa pereza racional-emotiva para salir del propio bucle entrópico, nos demuestra el drama que supone un régimen en el que la ciudadanía es sólo la excusa para montarse en el caballo del mando supremo. Iñaki lo llama,aplicado al caso Pedro Sánchez,  juego de poder, demagogia y democracia fifty/fifty, dos realidades que se autoexcluyen, porque la democracia para ser posible debe basarse en una transparencia que la demagogia no permite y al contrario, la demagogia, que es manipulación consentida para llevar el agua al molino del que mejor embauque, tampoco se puede combinar con el espíritu directo y limpio de una democracia sana, en la que los enredos demagógicos se hacen cada vez más patentes y despreciables. 

 Nos encontramos inmersos en una paradoja crucial: la realidad de base social tiene unas exigencias muy por encima de la capacidad de respuesta especulativa y teórica de los partidos, de los segmentos. La realidad es un todo que no pueden atender ni gestionar sólo partes ensimismadas, mal avenidas y enfrentadas por intereses ajenos a la realidad cívica de una nación de naciones, un pueblo de pueblos. Ante tal tesitura de descomposición orgánica del Estado, podría aparecer la tentación de aplicar la vieja, irresponsable y cómoda receta de que gobernase un partido fuerte, potente, "eficaz",con un gran aparato organizativo en plan empresa, elegido por mayoría absoluta; en el siglo pasado esa fue la salida que acabó, para  España en una dictadura sanguinaria y en el resto de Europa y del Planeta, en una segunda guerra mundial. Pero no es ésa la solución. 

La ciudadanía lo ha dejado muy claro: es primordial sustituir las hegemonías habituales por la cooperación, la lucha por el poder tiene que ser reemplazada da por la tarea conjunta del compromiso plural en una unidad de servicio  al bien común, que se realiza a través de una sectorialidad gestionada desde lo próximo, desde el barrio, el municipio, la asamblea y sus portavocías, con la extensión a un estado federalista, por encima de cualquier ideología, y siempre desde la ética, la justicia, la igualdad, la solidaridad de pueblos e individuos, el respeto, la democracia real con una transparente participación directa y la vigencia gestora de los derechos humanos universales. 
Está clarísimo que un sistema beligerante y avaro de partidos bulímicos no puede ni sabe ni quiere cambiar algo que es su modus vivendi et operandi. 

Es inconcebible y un verdadero disparate, que en plena situación de emergencia social tan grave como la que padecemos en España y en Europa, lo primordial sea la guerra interna de los partidos, que los dimes y diretes entre sectas partidistas sean el pan nuestro informativo de cada día. Que los portavoces que se eligen para algo verdaderamente urgente, pierdan el tiempo, que deberían dedicar a solucionar los problemas colectivos, lo pierdan miserablemente en acoplar y desacoplar sus ambiciones y obsesiones por trepar y llevarse la perra gorda, y vayan arrinconando el verdadero objetivo por el que están ocupando escaños, que es sacar adelante unas leyes justas y una convivencia serena y civilizada, fluida y sana, que pueda convertirse en el nuevo modelo constitucional que necesitamos mucho más que el espectáculo Sálvame fashion, con el que nos agobian día tras día.

A la ciudadanía, en realidad, nos importan un rábano lo problemas y rivalidades entre socialistas, pperos, podemitas o c's, -deberes que hay que haber hecho antes de pretender gobernar un país-; nos trae sin cuidado la coleta de Iglesias, el tupé del rey, el bisoñé de Rajoy, la brillantina de Rivera o el flequillo-melena de Puigdemont. Incluso que nos dejen sin representantes en el Parlamento, aunque duele e indigna mucho, nos importa menos que la urgencia de restañar heridas sangrantes en el tejido fraterno, y menos que el goteo repulsivo de una corrupción sin solución de continuidad, que nunca paga lo que debe en todos los aspectos; sólo queremos que seres adultos de verdad nos tomen en serio , dejen de burlarse de nosotros, y que respondan a las exigencias de este momento terrible y decisivo que atravesamos juntos. Y si no son capaces de hacer lo que se les ha pedido en las urnas, que no se molesten en  convocar elecciones con los mismos candidatos que están demostrando ser nulidades mayoritariamente absolutas, y visto que se puede estar un mes y medio con la nada en funciones, sin que se hunda el mundo e  incluso, mejor que funcionando a pleno desastre, que dimitan y se vayan. Todos. Hasta el rey. Que pidan perdón y empiecen de nuevo con otro talante mucho más inteligente que vivales y picaresco, más civilizado, ético, humilde y, sobre todo, más humano que mercantil y falsamente "político". Ya estamos hartos de este circo cuyos trapecistas son las familias que viven en la cuerda floja y sin red, con malabaristas que deben llegar a fin de mes sin que se note el día de cobro, sin magos que hagan desaparecer la mierda y la transformen en parques, que hagan desaparecer la Castor y hacer que en su lugar aparezcan placas solares, un circo patético y gafe, donde crecen los enanos morales y menguan los gigantes decentes, invadido por payasos sin pizca de gracia y con muy poca vergüenza y con fieras sueltas que se zampan todo lo que pillan en cuanto pasan de la jaula de oro del cacicato familiar, al púlpito, a la pantalla, al escaño, al sillón o al trono; estamos saturadas de tragar tanto sapo y de una calidad tan abominable que ya ni siquiera los sapos son batracios comodiosmanda, sino gatos chinos todo a un 'eulo', blancos o negros, eso da igual si se ponen las botas arramblando con todo, gatos  dotados de pedigrí con taoísmo felipista, que de repente levantan el brazo al paso de la oca. Demasiada orquesta para tan poco baile.  Rien ne va plus, leñe!

                                   Resultado de imagen de gato chino moviendo la mano

P.D.
Considero una jugarreta indecorosa por parte de la ejecutiva del Psoe, elegir un secretario general para machacarlo cuando intenta cumplir con el mandato de la ciudadanía en las urnas. No sé si Pedro Sánchez está actuando por responsabilidad o por orgullo herido como dice Iñaki, no me atrevo a juzgar  su intención más profunda, ni sé cuál es la motivación esencial de su actitud política, pero es la más honrada y de respeto a la conciencia colectiva que un líder socialista haya puesto en marcha hasta ahora. Todos ellos han doblado la bisagra ante sus gurús y barones, han claudicado y se han rendido ante el trono, -a pesar de sus corazones republicanos- ante el dinero, ante la Merkel, ante la troika, ante los bancos, sin consultar a los militantes ni a los españoles en general, ni siquiera para lo del artículo 135 que nos dejó soberanamente hundidos como ex-pueblo soberano.
Quizás por haber sufrido un socialismo tan poco socialista, los esfuerzos de Sánchez por recuperar el sentido ético de la democracia y la dignidad por parte del Psoe, ya en el debate del Estado de la Nación como en el debate electoral a dos, en tv, en el que desenmascaró a Rajoy y se situó de verdad en la oposición sin paños calientes ni guiños al posible consenso con la mafia corrupta, me han parecido líneas muy limpias y decentes, que un socialismo honesto nunca puede ni debe borrar sin perder el título de socialista y obrero, algo mucho más importante para la unidad de la España y de la Europa reales, que ser solo "español".

Parece que Pedro Sánchez, -no sé si también en lo que siente y piensa, pero sí, al menos, en lo que está haciendo-,  obedece más a la coherencia que a la circunstancia. Más a la conciencia que a los intereses de la componenda. Puede que la ejecutiva le bloquee y le impida realizar lo justo, pero Sánchez habrá ganado una baza vital frente al aparato moribundo del Psoe: el corazón de la gente que vota contra la continuidad del desastre. Y eso, por encima de consideraciones cortoplacistas,  hace historia de la que cambia cosas. Se conserva el recuerdo, la grandeza y el ejemplo de Viriato, de su asesino, ni siquiera quedó el nombre. Lo mismo pasó con Suárez. Fue un "perdedor" por decencia y eso, junto a los esfuerzos que hizo por el consenso de una normalización democrática, contra viento y marea, le ha hecho un hueco imborrable en el alma y en la memoria de los españoles. Es lo que pasa con la mediocridad y el impulso rastrero, que se diluyen en los vapores de la nada. Y se quedan como un borrón sin cuenta nueva, atascados en el nunca-nunca más.
Algo muy parecido a la regeneración de IU con Alberto Garzón y UP, sin cuyo valor y cuya honestidad indiscutible, la propia IU no estaría siquiera en el Parlamento ahora mismo. Habría desaparecido del mapa electoral como sucedió en las elecciones autonómicas y municipales de mayo. Sí, en ambos casos los resultados de ambos partidos han sido los peores de toda su historia, pero gracias a esos dos candidatos decentes, no han sido aún peores y Podemos no ha podido aún eliminarlos del elenco y llevarse a esos votantes que le faltan para cumplir su sueño: ser la oposición única  y dejar sin voz a la izquierda que en realidad desprecia y a la que pretende sustituir, eliminando la pluralidad con su hegemonía absoluta.

Pedro Sánchez se merece el voto de la confianza y que se le encargue formar gobierno, si es que su propio partido no le bloquea el proyecto a base de zancadillas y malos rollos.

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