lunes, 22 de febrero de 2016

Gracias, Fernando. Y buen viaje de vuelta a casa...



















El poeta Ernesto Cardenal, hermano de Fernando, en el velatorio.
El sacerdote jesuita y miembro de la teología de la liberación, Fernando Cardenal (Granada, Nicaragua, 1934), falleció la madrugada de este sábado en Managua a causa de un paro cardíaco tras dos semanas ingresado en cuidados intensivos en un hospital de la capital nicaragüense, por complicaciones tras una operación de hernia abdominal, informaron fuentes de la Compañía de Jesús.

Cardenal fue un gran impulsor y renovador de la educación en este país centroamericano. Dirigió la Campaña Nacional de Alfabetización impulsada por el gobierno sandinista en los ochenta —que tantas simpatías atrajo a la revolución que derrocó la dictadura de Anastasio Somoza— y como ministro de Educación del gobierno revolucionario impulsó profundas reformas en un país con altas tasas de analfabetismo y una educación mediocre. Su vinculación a la revolución le valió la expulsión de la orden jesuita en 1985.

En los años ochenta, tras el triunfo de la llamada Revolución Popular Sandinista, Fernando Cardenal formó parte de un grupo de sacerdotes que se vincularon directamente con el gobierno revolucionario, lo que les generó fuertes críticas de la jerarquía católica del país y del Vaticano. Junto a Cardenal trabajaron en el gobierno sandinista el religioso de la Congregación Maryknoll, Miguel D’Escoto, canciller del país en aquel entonces; el poeta Ernesto Cardenal, sacerdote diocesano y ministro de Cultura; y Edgar Parrales, también diocesano, embajador de Nicaragua ante la OEA. En el caso de Fernando Cardenal la orden jesuita lo expulsó por lo que él mismo denunció como presiones de Juan Pablo II, gran crítico de los movimientos revolucionarios de izquierda en Latinoamérica.

"Quien se negó rotundamente a conceder la excepción a los sacerdotes de Nicaragua para seguir trabajando en el Gobierno Revolucionario fue el papa Juan Pablo II. Me duele esta afirmación pero cristianamente no puedo callarla”, escribió Fernando Cardenal en un conmovedor texto titulado "Carta a mis amigos”, en el que explicaba detalladamente las circunstancias de su expulsión. Cardenal presentó una “objeción de conciencia” ante su caso y en su alegato contra la decisión de la jerarquía jesuita dijo: "Estaría cayendo en un grave pecado si abandonara mi sacerdocio para los más pobres y mi trabajo por la Revolución Popular Sandinista”. Y agregó: “Dios me ha dado el deseo de no abandonar mi trabajo. No puedo concebir un Dios que me pida renunciar a mi compromiso con el pueblo”.

Fernando Cardenal fue una de las voces más progresistas dentro del catolicismo en Nicaragua. El año pasado, tras la convocatoria al Sínodo de la Familia por el papa Francisco, Cardenal dijo que ese encuentro de 400 sacerdotes y obispos del mundo era idóneo para renovar la iglesia y que esta se abriera a discutir temas considerados tabúes, como la homosexualidad, el aborto o el celibato.

En una entrevista concedida en octubre de 2015 al periodista nicaragüense Carlos Fernando Chamorro, Cardenal hizo un acto de ‘mea culpa’ al aceptar que él mismo había atacado a los homosexuales en su juventud. “En el Colegio Centroamérica de Granada yo era una bestia en cuanto al homosexualismo, porque había una actitud de rechazo total. Es decir, hasta linchamos a uno. Éramos unos salvajes”, dijo Cardenal. “En el internado decíamos “aquí no hay homosexualismo”. Nosotros mismos nos lo prohibíamos. Después fui cambiando, por supuesto, a una actitud de gran respeto por los homosexuales, que es lo que está pidiendo el papa Francisco. Respeto y misericordia por ellos”, agregó.

Cardenal también se mostró abierto a la práctica del aborto terapéutico en un país donde este fue criminalizado en 2006, tras más de cien años de práctica por parte de los médicos, con votos en el Parlamento del Frente Sandinista —controlado por Daniel Ortega—, movimiento político del que Cardenal se distanció, como lo hicieron los intelectuales más importantes del país. “En el aborto terapéutico se pretende salvar la vida de una mujer enferma que está embarazada. Como consecuencia no deseada, se produce la muerte del feto. Ese feto no está destinado a la vida, está destinado a morir, con o sin aborto terapéutico. Si no hay aborto muere su mamá, si hay aborto muere el feto como efecto secundario. La vida de la mujer es lo que se está salvando y eso es lo importante”, dijo.

Fernando Cardenal fue un personaje muy querido en Nicaragua. Su trabajo estuvo vinculado siempre a la juventud, a la que apoyó impulsando una educación de calidad desde la organización Fe y Alegría, que él dirigía. Personalidades nicaragüenses lamentaron el fallecimiento del sacerdote, quien había sido readmitido en la Compañía de Jesús. El cardenal nicaragüense Leopoldo Brenes, arzobispo de Managua, dijo que se unía “en oración a toda la comunidad Jesuita en Nicaragua”, mientras que el escritor Sergio Ramírez, vicepresidente del país en los años ochenta, recordó que Cardenal fue “todo un símbolo de entrega y humanidad”. “Queda —agregó el escritor— su ejemplo: la Cruzada de Alfabetización”.

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Bienaventurados los hombres inquietos,
que nunca se venden a una situación. 
Bienaventurados los hombres sencillos,
ajenos al ruido de la ostentación. 
Bienaventurado es quien vive contra corriente,
y sale al paso a la gente si está la gente en error.
Bienaventurados los hombres sinceros,
contiene su vida conciencia y verdad. 
Bienaventurados los hombres cansados
de andar por la vida sin un ideal. 
Bienaventurados los hombres que pierden
dinero y honores por no claudicar. 
Bienaventurados los hombres que viven
buscando el sentido de su libertad. 
Bienaventurado es aquel que admite opiniones
y juzga las situaciones sin prejuicio y sin pasión.
Bienaventurados los hombres sin brillo
en torno a su vida no hay expectación. 
Bienaventurados los hombres que callan
y solo en sus obras nos dan su opinión.

                             (Canción popular)
             
Bienaventurados en pie de pueblo, de esos que no hacen ruido ni reclaman incienso para sus "santos" egos. 
Bienaventurados en la revolución del amor incondicional y la conciencia viva.
Bienaventurados los que siempre juegan limpio y son lo que parecen y parecen lo que son.
Bienaventurados que no conocen el rencor y destierran el sabor de la venganza; saben que un enemigo deja de serlo cuando aprende a leer para comprender y comprenderse mejor y olvida los fusiles del hambre y la ignominia.
Así liquidaron el cáncer somocista Fernando y Ernesto, con el perdón de los nicaragüenses: alfabetizando a la guardia asesina en vez de condenar y ejecutar sus condenas a muerte, que se hubieran convertido en parte del mismo genocidio dictador que se había derrocado, y según las 'legalidades' vigentes en la miserable "justicia" de la revancha. 
Así vivió Fernando Cardenal; evolucionó desde la religiosidad más oscura y fanática hasta asumir por amor la desobediencia a los cánones papales e incluso la expulsión de su propia orden religiosa por vivir hasta el fondo la luz del Evangelio que le sedujo en plena juventud y dio alas a su vida hasta hacerle volar en solidaridad aterrizada y amorosa y convertir en amor del bueno y en latido del corazón, aquel credo teórico, tan tieso y agresivo que aprendió por el camino hasta acabar por superarlo.
Su hermano mayor, Ernesto, hizo lo mismo, dedicar su vida a la liberación de su pueblo en todos los aspectos. A sus juveniles e infatigables 90 años aún sigue en la brecha. Es poeta y no puede callar, escribe lo que vive y vive lo que escribe.
 Fernando era poeta de la vida y su mejor libro de versos ha sido el amor práctico por los más pobres, igual que Ernesto, pero sin publicar nada más que en los hechos. Ernesto transcribe en la palabra la luz y la hondura. Fernando no es conocido como poeta de la revolución del alma en el cuerpo social, pero su vida, como dice Juan en el prólogo de su Evangelio, también hizo posible que el Verbo se hiciera carne y pudiese ser reconocido entre nosotros. Una verdadera revolución en toda regla.
Un abrazo, hermano.

 PD Nunca será entendible la "santidad" de los católicos. ¿Cómo se puede canonizar al mismo papa que condenó y castigó a los hermanos Cardenal por vivir el evangelio como hizo Jesús de Nazaret? Está claro que esa iglesia-imperio también habría crucificado a su fundador si lo hubiese pillado por banda en cualquier época de hegemonía y de tiranía falsamente espiritual. Pero, eso sí, muy cumplidora con los ritos, los dogmas y los cánones, muy religiosa. Mucho. Tanto que se supera a sí misma en escrupuloso cumplo-i-miento.



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