martes, 9 de febrero de 2016

La voz de Iñaki


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Con el freno de mano echado

EL PAÍS   

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 Es un error enorme prescindir de abordar el problema geopolítico, solo por miedo a "que se rompa España". No comprender que la mejor garantía de que se rompa del todo es seguir en  sus trece con la manía de ver rupturas donde sólo hay una necesidad legítima de preguntarse qué modelo de estado queremos todos y no solo los catalanes. Es una asignatura pendiente que los políticos profesionales, a la derecha y a la izquierda,  con poquísimas excepciones, no están dispuestos a recuperar en ninguna evaluación, por más que las cosas empeoren, ellos no ven la relación que existe entre un estado de Derecho y un apaño para salir del paso que ya no sirve para seguir funcionando.
Revisando el programa del Psoe que nos han pasado en UP para que, una vez leído, aportemos ideas o enmiendas al mismo, descubro que el tema básico del modelo de Estado ni se plantea. Se da por válido lo que arrastramos desde el franquismo. Se pretende ser republicanos de corazón y al mismo tiempo sumisos tiralevitas de una monarquía impuesta por un dictador, a la que se dotó de una legitimidad sui generis en tiempos excepcionales, sin tener en cuanta que lo provisional no puede hacerse definitivo sin un referendum que lo certifique y lo ratifique. Eso, lo primero. Pretender un estado de autonomías que no son autónomas nada más que en teoría, como si fuésemos la vieja Commonwealth del Imperio Británico, pero en pequeñito no puede hacer frente a la constitución de un verdadero Estado Federal cuyo nexo es una república democrática por lógica aplastante y porque en el siglo XXI ya no caben mitologías dinásticas y derechos humanos funcionando juntos y que además sea un estado igualitario, si ya se empieza por tener una saga de excepciones vitalicias y hereditarias viviendo del cuento. ¿Qué dicen los derechos humanos acerca de secuestrar materialmente a los individuos cuando nacen en una familia "real", impidiendo por norma su capacidad de elección, sometiéndolos desde la infancia a un rígido código de protocolos y planes y prejuicios sobre su vida y su libertad, ya condicionada desde la cuna como distinta del resto de la humanidad, como si fuesen caballos de carreras? No es extraño que en esa lógica aberrante, el proceso de Cristina de Borbón resulte una ofensa y hasta una barbaridad injustísima para ella y su entorno, educados para hacer de su capa un sayo en cuestiones de privilegios, sin dar cuentas a nadie más que al pedigrí familiar. Esa educación recibida les tara, les da una visión ilusoria de la vida real, aunque paradójicamente sean familias "reales" lo suyo es más una irrealidad constante y artificial. ¿Es lógico que un estado de derecho constituido en la edad contemporánea  tenga una monarquía como forma de representación política, con el agravante de ser la imposición de un dictador? Si los pueblos de esta nación de naciones se van haciendo conscientes del modelito de Estado que padecemos, y de las  consecuencias que eso tiene en todo, ¿no será lo más lógico que se planteen otra forma de Estado más acorde con sus aspiraciones, su cultura y su forma de ver y vivir en sociedad?
La barbaridad de los políticos que han gobernado hasta ahora es precisamente vivir esa contradicción como lo más normal, lo más legítimo y hasta como un tabú "sagrado" e intocable. Y ver terrorismo y peligro de ruptura catastrófica en el solo planteamiento de una consulta, sin darse cuenta de que el hecho de impedirla, acelera e incrementa más aún el proceso de esa ruptura tan temida como absurdamente potenciada desde las amenazas y presiones. 

También se echa de menos en el programa socialista que se aclare de una vez y con contundencia suficiente la laicidad y aconfesionalidad del Estado, la revisión del Concordato con el Vaticano y los privilegios de las religiones, sobre todo, la católica, incluido el pago del IBI y la devolución de las inmatriculaciones.  Y desde luego, la revisión y el referendum imprescindibles sobre el modelo de Estado.
 También se echa de menos la propuesta de que el pacto para los principios básicos de los DDHH, como el derecho a una vivienda, el sustento digno y básico (comer tres veces al día, pobreza energética y alquiler social, etc) los planes de educación, la atención a la dependencia y los cuidados, lo mismo que las pensiones, se incluyan en la Constitución como leyes fundamentales que solo se puedan modificar por medio de referendum y no a capricho de los intereses de los gobiernos que lleguen al poder.

Lo mejor que nos está pasando es que nuestra conciencia individual se está depertando con los problemas colectivos y está haciendo posible que se regenere la democracia, que la ciudadanía se haya abierto paso desde 2011,  a la participación directa, no como una concesión, sino como empoderamiento, que desde la información y la asamblea está potenciando un nuevo modo de gestión, desde el barrio, el municipio, la provincia, la federalidad cada vez más notoria de un Estado que ya necesita replantearse sus principales asuntos de otro modo más inteligente y más justo. Precisamente este momento de frenazos y melindres, es síntoma de que la conciencia ciudadana va por delante de las viejas rutinas del poder "tradicional". 
También se corren riesgos, por supuesto, como el de caer en manos otra vez de los mismos perros con distintos collares, pero, eso es normal; la vida es riesgo y pretender que nunca pase nada incontrolable es una falacia y una estupidez. Afrontando lo imprevisible crecemos. Por encima de ese "peligro" está el río imparable de la evolución, el panta rei de Heráclito de Éfeso: "No te bañas dos veces en el mismo río" . Y  ésa es la verdadera cuestión de nuestro aprendizaje y de la importancia de cada instante que vivimos y compartimos. Es nuestra conciencia la que dota de luz y de sentido al tiempo y a las cosas que nos suceden. No somos libres para controlar lo  que no depende de nosotros, pero sí lo somos para participar o no, para cambiar o no, para aceptar o no, para votar a una cosa o a otra, o no votar,  para integrar o no cada acontecimiento, para acoger lo imprevisto desde el asombro creativo o desde la resignación, la amargura y el cabreo. Por eso, aunque los políticos vayan en burro cojitranco, la conciencia de la ciudadanía puede, si así lo decide, como últimamente parece, ir muy por delante en un todo terreno movido con soberanas energías renovables...Varoufakis, por ejemplo, como la gente de Pueblos en Transición, de la PAH o de Última Llamada o las CUPs catalanas, o Compromís, Bildu, UP, el PACMA, los movimientos feministas que pretenden humanizar la vida social, o los movimientos en Común, las Mareas, etc...parece que también lo entienden así. Y ahora ya no son utopías ni alucinaciones de las rastas, son hechos. Si el Psoe, Podemos, C's y la corteza dura de los partidos inamovibles lo entienden más allá de sus estrategias para mangonear, mucho mejor, y si no, perderán una vez más el tren del futuro. Y será la ciudadanía la que seguirá en la vanguardia de su propio camino.


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