lunes, 29 de febrero de 2016

Chupachups



Es como si un adulto le planteara a un niño el siguiente dilema: a ver, guapo, ¿qué prefieres, la bicicleta o el chupa-chups? Como es obvio, el niño elegiría la bicicleta. El adulto, sin desanimarse, le haría una nueva propuesta. Estoy dispuesto a añadir al chupachups dos chicles y cinco gominolas, ¿qué me dices? El niño seguiría diciendo que no, que la bicicleta. Ante tamaña tozudez, el adulto señalaría con el dedo a un crío parado en la otra punta del patio. ¡Pero, bueno! Con lo mal que te llevas con ese, ¿vais a acabar escogiendo lo mismo? Él ya me ha dicho que prefiere la bicicleta, así que lo lógico sería que tú escogieras el chupa-chups. En ese punto, un niño bien educado se limitaría a darle la espalda. Uno maleducado se partiría de risa en su cara y le preguntaría por qué clase de imbécil le ha tomado. Una bicicleta es un bien incomparablemente más valioso que un chupachups. Lo saben todos los niños del mundo y, con más razón, deberían saberlo los adultos, pero por lo visto no es así. Porque si la bicicleta es el poder y el chupachups la abstención en una sesión de investidura, lo que pretenden Sánchez y Rivera es que el PP o Podemos se conformen con un triste chupachups —vale, y dos chicles, y cinco gominolas— para dejarles a ellos una bicicleta idéntica a la que podrían ganar dentro de cuatro meses. Y el argumento, propio de cráneos privilegiados, que se les ha ocurrido para convencerles es que no es lógico que dos rivales tan antagónicos adopten la misma postura. Hasta ahora no está claro quién es el niño bueno que va a darles la espalda y quién el gamberro que se reirá en su cara, pero una cosa, al menos, está clara. Para llegar a la gran coalición que propone Rajoy desde el 20 de diciembre, no necesitábamos tantas alforjas.

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