lunes, 29 de febrero de 2016

La voz de Iñaki


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Aplausos al perdedor

EL PAÍS 

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Comparto la opinión de Iñaki sobre el valor y la buena voluntad de Pedro Sánchez. No dudo ni por un momento de su capacidad para responsabilizarse y afrontar la dureza de situaciones tan arduas y complejas como estériles y torticeras.  Lástima que esa buena y valiente disposición del candidato socialista no sea bastante para lograr objetivos tan difíciles en plazos tan cortos y apremiantes. Estoy segura de que, además, Pedro Sánchez respira honestidad, que no es poco, y también creo que no solo no saldrá carbonizado de esto, sino que será, con Garzón, uno de los portavoces más valorados que los aparatos de sus partidos; al contrario de lo que sucede en Podemos, donde lo más valorado es la base y lo más flojo la portavocía aparatista-hegemónica especialista en obstrucciones de todo tipo si no saca tajada en superavit; la ciudadanía también observa y comprende las trampas y entramados del juego sucio que la impresentable "casta" pseudo-política, ha convertido en estrategia "natural" a base de acostumbrarse a las marrullerías, en vez de acostumbrar las marrullerías a la decencia para pactar gobiernos sin avergonzarse de uno mismo, pensando que es el único modo conocido de poder gobernar sin mayoría absoluta. Otra cosa es el aparato del Psoe y sus peculiares "barones". Otra cosa es el hábito pernicioso del bipartidismo y sus vicios de acoplamiento, que son el verdadero escollo casi insalvable para que las cosas fluyan, avancen y cambien a mejor. Cuatro u ocho años  en el Gobierno para hacerlas de todos los colores y otro tanto para deshacerlas y colocar otra vez la misma historia de anteayer que será deshecha pasado mañana por la Oposición de hoy. Sin pactos de Estado que nos salven del maldito ping-pong. Esto tiene que acabar de una vez. Y eso solo lo consigue la pluralidad democrática pactando todo.
No es lo mismo un pacto izquierda-derecha -Psoe/C's- en los ayuntamientos pequeños, que en el gobierno de la nación. En los municipios la gente se conoce y más que una ideología se vota a las personas por sus cualidades o se las evita por lo contrario. Y así es más fácil coincidir y ser flexibles en valores y en experiencias compartidas que unen más que separan, a la hora del bien común. 
Para el gobierno  del Estado, en cambio, hace falta una base orientadora más contundente, rigurosa y clara en materia de economía y de sociedad. No nos sirven acuerdos fantasma utilitarios entre izquierda y derecha, que siempre se romperán por enfrentamientos éticos  e institucionales, y estarán plagados de goteras y brechas insalvables, porque en ese terreno se abarca la totalidad del Estado y las posturas clave en las relaciones internacionales, especialmente, en nuestro caso, con el conjunto de una UE escorada descaradamente hacia un neoliberalismo inhumano y ciego de solemnidad que arrasa el mundo. 
Si el gobernar solo se concibe como una lucha entre poderes ideológicos enfrentados  nunca podremos salir del frustrante y paralizador "y tú más", pero si, como hizo, por justicia, pedagogía y sentido práctico, en los años cuarenta Alcide De Gasperi en Italia, se consiguiera formar un gobierno multicolor, donde todos los partidos estuviesen convocados a participar gestionando ministerios adecuados a la sensibilidad política de cada grupo parlamentario, sería una de las mejores soluciones que Pedro Sánchez podría proponer, aunque aquí tropezamos con la situación putrefacta del pp, que también obligado por sus miembros más jóvenes y no corrompidos, podría exigir con todo el derecho una refundación y una regeneración que les permitiese participar en un proyecto común, porque en el estado actual de basurero absoluto es impensable que los demás partidos les incluyan en un proyecto político decente que sería un fiasco en realidad. La delincuencia institucional derivada de una corrupción criminal no puede ni debe jamás ser convocada para gobernar un Estado de Derecho serio, culto y honesto, el partido que lo hiciese se estaría haciendo el hara-kiri. Si hay una carbonización completa no es la de Pedro Sánchez, es la del actual pp.

Aunque la investidura de Sánchez no sea un éxito esta semana, sí lo es su disposición y su entrega a la buena causa; me pregunto qué pasaría si alguien con la disposición y la apertura necesaria como Pedro  Sáchez o Alberto Garzón o Mónica Oltra o Ada Colau o Manuela Carmena o Joan Ribó o  Ximo Puig, fuesen los portavoces de Podemos en las negociaciones, o si Maroto, Borja Semper o cualquier otra u otro joven incorrupto con más luces, fuesen los portavoces de  un pp ya libre de buitres carroñeros, dinosaurios indecentes y tiranosaurus-rex prepotentes y caciques. No es cosa de la edad, sino de la disposición al diálogo, de la empatía y la simpatía social que requiere el nuevo tiempo y de los valores que se comparten en distinta intensidad y nivel. El diálogo en sí mismo es terapéutico, sana heridas de siglos, abre las puertas de la mente y del corazón, reconcilia, iguala, comprende y redime, crea nuevo tejido social regenerado e innovador. Hay muchas menos frustraciones creadas que posibilidades magníficas por crear. Dar el paso de lo uno a lo otro es la clave. Y todo empieza por la escucha activa, por dejar respetuosamente que todos se expresen y expongan. Escuchando. Y escuchar significa no solo callar cuando el otro habla, sino parar la mente que salta como un muelle ante la discrepancia mientras el otro habla, pensando en lo que se va a rebatir en cuanto el otro termine su exposición. Eso no es debatir, porque no hay escucha. Un ejemplo muy revelador es el supuesto debate de La Sexta Noche, donde nadie escucha. Nadie. Por eso es un ejemplo total de gallinero y de mercadillo donde todos gritan vendiendo sus productos y en el caos de los gritos nadie se entera de nada y, naturalmente, se acaba haciendo zapping por salud acústica y mental. Por no hablar del paradigma horrísono y estéril que ese tipo de "debate" instaura en la audiencia espectadora. No tenemos tradición de debatir, por eso cuando en política el debate se convierte en urgente necesidad es tan difícil entrar al trapo del diálogo. De la fluidez del 'logos', de la inteligencia qu ese expresa. Los propios políticos están convencidos de que debatir es arrasar, callar a todos y, así, "vencer" por apabullamiento argumental, como si todo fuese un juicio constante de habilidades oratorias entre fiscales para lo ajeno y defensores para lo propio. De ahí, las actitudes de Iglesias y Rajoy, a los que el destino, que ellos mismos se han labrado con tanto empeño, está colocando en la misma onda. Y no. Dialogar y debatir es todo lo contrario. Empezando por escuchar. Algo imposible cuando ya se lleva un paquete de dogmas y medidas sacralizadas por el ego como intocables, caiga quien caiga. Así estamos. Debatir y dialogar no tiene por objeto vencer ni convencer, vencedores ni vencidos, sino comprender al otro y que el otro nos comprenda  y entonces la empatía de ese entidimiento común facilite buscar y encontrar juntos las soluciones.

Quizás el paso que Pedro Sánchez no se ha atrevido a dar ha sido el de superar prejuicios y un infantilón y perjudicial sentido de la dignidad: hacer lo mismo que Iglesias y no acudir en persona al debate que propuso Garzón, enviando delegados a un encuentro de primera magnitud. Un gesto, paralelo a las entrevistas con Rivera, e incluso invitando a éste a un diálogo plural con la izquierda y viceversa, hubiese abierto las puertas del todo y dejado en evidencia la inútil y estratégica artimaña de Iglesias. Al evitarlo, automáticamente, Iglesias por arrogancia y Sánchez, que no es naturalmente arrogante sino discreto, por no ser menos  frente a los fans,  han dejado pasar la oportunidad de oro en esta ocasión. Ojalá, ambos, lo hagan cuando pase el trago frustrante de la ya imposible investidura. Sánchez tiene madera de buen portavoz y si lo comprende será además un triunfo de la democracia y de la sensatez política que necesitamos ahora muy especialmente; un servicio al bien común, mucho más que a un partido, que sólo es un trozo de ideología inserto en el todo social. Es el momento de comprender que las partes solo tienen sentido en la totalidad. Quien lo entienda logrará la unidad necesaria en la rica diversidad de criterios, imprescindible para un buen gobierno en tiempos difíciles.
Yo, Iñaki, no llamaría perdedor a Pedro Sánchez, sino a Pablo Iglesias, que a pesar de las apariencias no ha ganado nada, ni siquiera tiempo, y, además a base de ego inútil, ha echado a perder la oportunidad de una coalición muy válida; y por supuesto, a Rajoy por su inútil cerrazón histérica en el miedo a la pérdida de inmunidad aforada, que recuerda al  Nerón de los últimos días, encerrado en el Palatino con las legiones de Galba a las puertas de Roma y que incapaz de suicidarse, -la cobardía es la cara oculta de los tiranos- fue su fiel Actea, quien le salvó del escarnio de una ejecución pública con linchamiento, clavándole piadosamente un puñal eutanásico. ¿Quién será la Actea de Rajoy, y de Rita y de Camps y de ...todos los demás? Deberá ser la nueva generación del pp que aún no ha perdido la vergüenza ni la dignidad y que aún  tiene en sus manos a siete millones de votantes en espera de algo más digno y decente. Nadie, por muy zopenco y obtuso que sea, se merece votar otra vez y a sabiendas, algo tan despreciable y corrompido. El resto de españoles tampoco merecen sufrir las consecuencias de tal "barberidad" rajoyana.

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