Ilegalizar la Fundación de un malnacido
por David Bollero
¿Se imaginan en Alemania una fundación cuyo objetivo fuera “toda actividad que conduzca a enaltecer la figura de Hitler y a preservar su legado”?
Cambien “Hitler” por “Franco” y eso es lo que sucede en España con la Fundación Nacional Francisco Franco, que en su último editorial tiene la desfachatez de asegurar que “el régimen llamado franquista se caracterizó por su defensa de […] la libertad;
sí, la libertad esclarecida y responsable que tiene su fuente y
fortaleza en la verdad, que repugna el libre albedrío como degradación
de la libertad superior del hombre y que no puede explicitarse en las
libertades formales de opinión”.
¿Es lógico que suceda esto en una Democracia moderna? ¿Realmente
debería ser legal que una fundación viva por y para ensalzar la figura
de un malnacido como fue el dictador Franco? A algunos, como es el caso
de José María Aznar, no sólo le debe parecer lógico sino, además,
imprescindible. A fin de cuentas, Aznar mimó a esta Fundación durante su mandato con jugosas subvenciones desde el ministerio de Cultura, entonces en manos de Pilar del Castillo -hoy en la Unión Europea favoreciendo a los lobbies de telecomunicaciones-, para “difundir el pensamiento de Francisco Franco” y “contribuir a la proyección de su ideario sobre el futuro de la vida española”.
Hoy ya no recibe ninguna ayuda del Estado y presume de ello en su página web… pero lo estuvo haciendo hasta 2007, cuando al fin la
Administración Zapatero -hoy tan desnostado- cerró el grifo a esta
apología gratuita de un dictador a través de la Ley de Memoria
Histórica.
Sin embargo, faltó una vuelta de tuerca: la de su ilegalización. ¿Por
qué se cargan tanto las tintas con formaciones políticas que cuentan
con el aval de la Justicia como Bildu o Amaiur y, en cambio, ni siquiera
se pone encima de la mesa la ilegalización de este altavoz de la
extrema-derecha? Por ignorar a la Fundación Nacional Francisco Franco,
el Gobierno ni siquiera hace cumplir la ley, puesto que desde 2009 no
presenta sus cuentas, algo que es ilegal. Mientras, indirectamente, el PP no pierde ocasión para seguir
contribuyendo al ideario del dictador: el ex ministro de Cultura
premiado con un retiro dorado en París, José Ignacio Wert, otorgó todos
los años de su mandato subvenciones al Diccionario Biográfico Español de
la Real Academia de la Historia, el mismo que al referirse a Franco
indicaba que “montó un régimen autoritario pero no totalitario”.
Los despropósitos de esta Fundación de extrema-derecha rozan el esperpento, como cuando hace dos años propuso la intervención del Ejército “ante la deriva de España”. Entonces y a través de un comunicado no se dudaba en afirmar que “el Ejército no puede continuar callado ante la deriva de España, en manos de mafiosos y traidores”.
Los franquistas, es un hecho, campan a sus anchas en esta España tan
democrática. Encontrar a pie de calles fotografías como las que mostraba
el argentino Carlos Bosch en su magnífico trabajo (foto superior) ‘El huevo de la serpiente’ no resulta tan complicado… la diferencia es que el trabajo de Bosch se realizó entre 1977 y 1979.
¿Tendrá algo que ver este poso franquista en la respuesta del
Gobierno español con los refugiados? ¿Su indiferencia y ruindad estará
fundada en el hecho de que ellos son los herederos de los vencedores de
la Guerra Civil y, por tanto, no saben qué es ser realmente un
refugiado? Porque, no lo olviden, el exilio republicano sacó fuera de España a cerca de 465.000 españoles,
de los que más de 200.000 jamás pudieron volver a su país. Pero eso,
como sucede hoy con los refugiados sirios, les importa un carajo.
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