Pensamiento crítico
Vicenç Navarro
¿Por qué la socialdemocracia no se recupera en Europa?
Vicenç Navarro
Catedrático de Políticas Públicas. Universidad Pompeu Fabra, y Profesor de Public Policy, The Johns Hopkins University
Catedrático de Políticas Públicas. Universidad Pompeu Fabra, y Profesor de Public Policy, The Johns Hopkins University
Si analizamos la evolución del comportamiento electoral de las clases populares (que incluyen las clases trabajadores y las clases medias de renta media y baja) en la Unión Europea, podemos ver que los partidos de la socialdemocracia que gobernaban la mayoría de países de la UE perdieron apoyo electoral entre estas clases, sufriendo derrotas muy acentuadas que alcanzaron niveles sin precedentes en su historia. Analizando sus políticas públicas, es fácil de ver por qué fueron prácticamente expulsados del gobierno. Todos ellos aplicaron políticas públicas de claro corte neoliberal que afectaron muy negativamente el bienestar de sus bases electorales, es decir, de aquellas clases populares. Tales políticas incluyeron reformas laborales que tenían como objetivo reducir el poder del mundo del trabajo, disminuyendo los salarios y los niveles de protección social, incluyendo la disminución de las transferencias y de los servicios públicos del Estado del Bienestar.
Frente a esta realidad, la pregunta que debe hacerse es, ¿por qué estos partidos llevaron a cabo esas políticas? Y la respuesta es también bastante fácil de ver. Los dirigentes de estos partidos, influenciados por sus equipos económicos, aceptaron completamente el paradigma neoliberal que dominaba las instituciones europeas (y muy en particular la Comisión Europea, el Consejo Europeo y el Banco Central Europeo), así como los establishments financieros, económicos y mediáticos de mayor peso en la Unión Europea.
Dichas medidas se consideraban necesarias para conseguir la recuperación económica de Europa, a base de aumentar la competitividad de sus economías y así incrementar sus exportaciones, que serían las que sacarían a Europa de su recesión. Y mostraban como ejemplo a seguir la recuperación de Alemania, resultado de las políticas públicas desarrolladas por el gobierno Schröder en su famosa Agenda 2010, que contenía toda una serie de medidas en la línea citada al principio de este artículo. Así, durante el periodo 2002-2005 este gobierno redujo la protección social (con disminución del seguro de desempleo y del seguro sanitario), redujo los salarios (impidiendo que subieran en la misma medida que subía la productividad), añadió mayor flexibilidad en el mercado laboral con mayor facilidad de despido, redujo las pensiones, y dio todo tipo de facilidades a las empresas dedicadas a la exportación. Como resultado de estas políticas, el desempleo, que había alcanzado el 11,3% en 2005 de la población activa, bajó, y las exportaciones subieron de manera tal que la balanza comercial pasó de estar en un déficit del 1,7% del PIB a un superávit del 7,4% del PIB. Y estas son las cifras que supuestamente avalan el triunfo de las políticas de la socialdemocracia gobernante (y del partido Los Verdes, con el cual el SPD gobernaba).
Los costes de las reformas “modernizadoras” de la socialdemocracia
Pero lo que no se dice cuando se presenta este supuesto éxito es 1) que tal éxito se creó a base de un gran sacrificio de la fuerza laboral. Los salarios permanecieron estancados, muy por debajo de lo que se merecían por el crecimiento de la productividad; 2) que aparecieron, en un tercio del mercado de trabajo, salarios bajos y con condiciones de gran precariedad; 3) que optimizó las exportaciones, que hoy representan nada menos que el 52% del PIB, a costa de la demanda doméstica, con una reducción de dicha demanda causada por un descenso de la capacidad adquisitiva de la población trabajadora que creó también, como consecuencia; 4) una reducción de las importaciones de los países de la Eurozona y un parón del estímulo y crecimiento económico en los otros países de la Eurozona, y muy en particular en los países periféricos como Grecia, Portugal, España e Irlanda; 5) que fueron forzados a reducir sus propios salarios para poder competir con Alemania. Se inició así una tendencia a la baja salarial en Europa a fin de aumentar la competitividad, causa del estancamiento económico en esos países periféricos y de toda Europa. La evidencia que avala cada uno de estos puntos es enorme (ver las páginas económicas de mi blog).
Estas medidas explican la rotura del Partido Socialdemócrata alemán, el SPD, con la escisión liderada por Oskar Lafontaine, que había sido Ministro de Economía y Finanzas, y que contribuyó a crear un nuevo partido, el partido La Izquierda, Die Linke, resultado de la escisión del SPD y unión con el Partido Comunista del Este de Europa. Este partido consiguió el 10,9% del voto emitido en 2009, la primera vez que se presentó a las elecciones. Las propuestas de este partido eran potenciar la demanda doméstica a base de subir los salarios acorde al crecimiento de la productividad, y aumentar la protección social y el bienestar, medidas que, por cierto, ha aconsejado nada menos que el Ministerio de Finanzas del gobierno federal de EEUU (the Secretary of the Treasury) para Alemania, como medida de reactivación de la economía alemana, lo cual favorecería también a la economía de los países periféricos de Europa y del mundo.
La continuidad de las políticas neoliberales en el seno de la socialdemocracia
Tras ser expulsado del gobierno, al perder las elecciones con uno de los mayores descalabros en su historia, el SPD se alió con el gobierno de la Unión Demócrata Cristiana (CDU) de la Sra. Merkel, que básicamente continuó sus políticas. El equipo económico del gobierno de coalición socialdemócrata-democratacristiano fue prácticamente el mismo equipo económico responsable de la puesta en marcha de la Agenda 2010. Las clases populares nunca olvidaron esto. Las clases populares redujeron en picado el apoyo al SPD, y este partido perdió casi la mitad de sus militantes.
El equipo económico del SPD nunca reconoció su error. Todo lo contrario, continúa aferrado a las políticas neoliberales, aun cuando ha introducido elementos como el establecimiento de un salario mínimo que intenta corregir algo del deterioro tan marcado del mercado laboral. En cuanto a Europa, parecía que había una nueva orientación, aceptando el establecimiento de eurobonos, pero han renunciado a ello. En realidad, durante las últimas elecciones parecían surgir cambios. El candidato presidencial del SPD criticó a Merkel por enfatizar demasiado las políticas de austeridad, proponiendo un aumento de la demanda doméstica alemana, e incluso citó en una ocasión la necesidad de un plan Marshall para la Unión Europea. Pero estas demandas chocan con su defensa de la Agenda 2010, que supuso lo contrario. No es infrecuente que los partidos socialdemócratas, como todos los partidos, hagan promesas electorales que luego, en caso de ganar, no cumplen. Pero la realidad es que muchas de las observaciones que el candidato presidencial del SPD hizo durante la campaña no estaban escritas en el programa electoral del SPD.
La agenda 2010 y el resto de Europa, incluyendo España
La gran influencia de la socialdemocracia alemana en la europea explica que las reformas Schröder hayan sido percibidas como las necesarias para el resto de partidos y países. Y todos ellos han intentado de una forma u otra realizar cambios en los sistemas de protección social y en sus mercados de trabajo que han debilitado al mundo del trabajo. Y así les ha ido.
Un ejemplo claro de ello es lo ocurrido en España. La respuesta económica del gobierno del PSOE a la crisis, liderado por su equipo económico (dirigido por Pedro Solbes, que había sido el guardián de la ortodoxia neoliberal cuando era Comisario de Asuntos Económicos en la Comisión Europea, y por Elena Salgado, próxima a Solbes en su orientación económica), fue de libro de texto neoliberal. Esta orientación alcanzó su máximo desarrollo en la modificación de la Constitución española, incluyendo la exigencia de llevar a cabo la práctica eliminación del déficit público en las arcas del Estado, respondiendo a las demandas realizadas por el gobierno alemán y por el Banco Central Europeo. Dicha exigencia –conocida como Pacto Fiscal- significará la imposibilidad de corregir el enorme retraso en gasto público social que España continúa teniendo, siendo uno de los países que tiene menor gasto público social por habitante en la Unión Europea de los Quinze, UE-15, el grupo de países de parecido nivel de desarrollo económico al español.
Un tanto semejante son las sucesivas reformas laborales, iniciadas por el gobierno del PSOE, que –dígase lo que se diga- tenían como objetivo bajar los salarios, lo cual se ha conseguido ampliamente. Hoy los salarios en España están entre los más bajos de la UE-15 y el porcentaje de los contratos fijos dentro de la fuerza laboral es de los más bajos de la UE-15 negando con ello el dicho generalizado en el establishment económico-político-mediático del país que sostiene que el problema del desempleo en España se debe a la supuesta rigidez del mercado laboral, y a las tesis “insiders-outsiders” que economistas próximos al gobierno Zapatero estuvieron promoviendo, gozando de grandes cajas de resonancia. Mientras, el desempleo, que tales reformas deberían haber ayudado a descender, se disparó para alcanzar niveles sin precedentes.
No es de extrañar que las clases populares abandonaran su apoyo electoral al PSOE, causando su derrota que merece definirse como un desastre. Lo que es extraño y sorprendente es la ausencia de autocrítica de la dirección del PSOE hacia esas políticas llevadas a cabo por el gobierno Zapatero (ver mi artículo La falta de autocrítica del PSOE en Público 07.11.13). En los documentos preparados por la dirección del PSOE para la conferencia de este próximo fin de semana, se indica que el mayor problema del gobierno Zapatero fue el de comunicación, dando a entender que el fracaso de tal gobierno es que no se explicó bien.
Tal explicación subestima la inteligencia del electorado español. Sus bases electorales leyeron e interpretaron muy bien lo que el gobierno del PSOE estaba haciendo, pues sufrieron en carne propia las consecuencias de esas políticas. Hoy, por primera vez en la época democrática, las rentas del capital han alcanzado un porcentaje de la renta nacional mayor que el que representan las rentas del trabajo. Y el gobierno del PSOE contribuyó a ello.
Lo que ya rebasa la capacidad de sorprenderme es que todavía hay hoy en los círculos económicos próximos al PSOE, economistas que crean que el problema es que el gobierno PSOE no fuera incluso más “reformista”, profundizando todavía más en las líneas definidas en la Agenda 2010 del gobierno Schröder. El neoliberalismo es definitivamente una ideología basada en fe, completamente impermeable a los datos. Lo que es más que preocupante es que esta fe, ampliamente extendida en Fedea y otros círculos próximos al mundo empresarial, continúe todavía persistiendo en la socialdemocracia europea, incluyendo la española.
Lo que debería hacerse es relativamente fácil de ver. Pero ello sugiere un cambio de casi 180º de las políticas actuales, admitiendo que el problema económico mayor (además de humano y social) en España es el desempleo, el bajo empleo, y la disminución salarial, todo ello causa de que las rentas del trabajo hayan bajado tan espectacularmente, responsable del enorme problema de falta de demanda doméstica, que debería ser la que fuera el motor de la economía en lugar de las exportaciones. Esto requiere un intervencionismo estatal mucho más intenso, no a favor de la banca –como hicieron los gobiernos del PSOE y está ahora haciendo el gobierno del PP- sino a favor de las familias y pequeñas y medianas empresas, intervencionismo que debería incluir la nacionalización de amplios sectores de la banca (con los fondos utilizados para los rescates). Estas medidas deberían ir acompañadas de medidas redistributivas muy marcadas, estableciendo no solo salarios mínimos sino salarios máximos, con control de los beneficios escandalosamente aberrantes en la banca y en las grandes empresas que facturan más de 150 millones de euros al año (y que representan solo el 0,12% de todas las empresas).
Todo ello no ocurrirá a no ser que haya una movilización popular que presione para estos cambios, canalizando el enorme enfado popular hacia las instituciones representativas y el sistema judicial, ambos intrínsecamente ligados a los lobbies financieros y económicos que controlan el Estado español. De ahí la urgencia de que se facilite la participación de la población, no solo a través de la vía representativa sino también a través de referéndums vinculantes a nivel central, autonómico y local. Es una lástima que los documentos del PSOE no hagan referencia a esta urgente necesidad.
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