martes, 12 de noviembre de 2013

12 nov 2013
 
 
Vicenç Navarro
Catedrático de Políticas Públicas. Universidad Pompeu Fabra, y Profesor de Public Policy. The Johns Hopkins University

La escuela pública en Suecia estuvo considerada durante muchos años (junto con la finlandesa) como una de las mejores en el mundo. En el informe PISA del 2000 el nivel de comprensión de lectura, matemáticas y ciencias estaba muy por encima del promedio de los otros países de la OCDE, el grupo de países más ricos del mundo. Lo que caracterizaba el sistema educativo sueco era su carácter multiclasista, es decir, que en sus aulas estaban representadas todas las clases sociales, creando una escuela cohesionadora, crisol de una de las sociedades menos desiguales en aquella colectividad de países. Era el producto de muchos años de gobierno de partidos progresistas, que promovieron los valores de equidad, progreso y cultura. El fin de la educación era formar un ciudadano solidario, culto y preparado para decidir y actuar en una sociedad democrática y fuertemente participativa.
Ahora bien, en el año 2006, una coalición de partidos conservadores y liberales cambió  el sistema educativo. Muchas escuelas públicas pasaron a ser gestionadas por compañías privadas, el modelo favorito, por cierto, de las reformas Wert del Partido Popular en España. Otro cambio fue que las familias podían escoger las escuelas donde enviar a sus hijos, promocionándose las escuelas de gestión privada, financiadas con fondos públicos.
Como era predecible, hubo una selección de los alumnos por parte de estas escuelas de gestión privada, haciéndolo de forma indirecta, con lo cual aumentaron enormemente las desigualdades educativas en el país y declinó sustancialmente la calidad de toda la enseñanza. La descohesión del sistema educativo perjudicó a todo el sistema educativo. Y afectó negativamente su calidad. En el informe PISA 2009, en matemáticas y ciencias, Suecia estuvo por debajo del promedio de la OCDE. Y se teme que este año 2013 (el informe PISA sale en diciembre) continuará estando por debajo del promedio. Ello es el resultado de las reformas neoliberales que (como ha ocurrido también en varios Estados de EEUU, que introdujeron reformas semejantes en sistemas públicos) han deteriorado muy marcadamente el sistema escolar público.
Ante esta realidad, una pregunta lógica es: ¿por qué las clases más pudientes presionaron para que, a través de partidos políticos afines a sus intereses, se hicieran aquellas reformas? Y la respuesta es que deseaban inculcar un sistema desigual en el que sus hijos serían educados como ciudadanos de primera, dejando las escuelas públicas (financiadas y gestionadas por el sector público) para todos los demás. Y aceptaron incluso el deterioro de todo el sistema (que afectó negativamente la escuela de sus hijos) a fin de producir tal distancia social. Ha sido la práctica característica de las clases más pudientes, que, anteponiendo sus intereses a los de la mayoría de la ciudadanía, han causado con sus reformas un deterioro muy marcado de los sistemas públicos, utilizados por la mayoría de la ciudadanía. Esto está ocurriendo en Suecia, como también está ocurriendo en España, incluyendo a Catalunya.
Como bien ha indicado Francisco Martínez Mora de la Universidad de Leicester en su estudio sobre la educación en España, “(Des)igualdad de oportunidades educativas en España”, la escuela privada concertada y su separación del sistema público (a pesar de estar integrada, en teoría, en tal sistema) está contribuyendo a la polarización educativa del sistema escolar, con un aumento muy notable de las desigualdades en el país. Y esta polarización ocurre no sólo por la educación recibida en tales escuelas, sino por la reproducción de las características sociales de cada clase social, determinada por el origen social de cata tipo de estudiantes. La interacción entre los propios estudiantes, entre las familias y el profesorado, refuerza todavía más el clasismo de las escuelas. Y ello se acentuará sustancialmente con las reformas Wert.

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