Vicenç Navarro
Catedrático de Políticas Públicas. Universidad Pompeu Fabra, y Profesor de Public Policy. The Johns Hopkins University
Catedrático de Políticas Públicas. Universidad Pompeu Fabra, y Profesor de Public Policy. The Johns Hopkins University
Hoy podemos
encontrar el término “populismo” con gran frecuencia en los discursos
políticos y en la narrativa mediática. En general, se utiliza para
definir aquellos movimientos que son percibidos como una amenaza para
los establishments financieros, económicos, políticos y mediáticos del
país. Bajo tal rúbrica aparece una enorme variedad de movimientos
pertenecientes a múltiples sensibilidades políticas. Así, se ha
identificado como populismo al partido de ultraderecha fundado por Le
Pen en Francia, al movimiento de Beppe Grillo, de izquierda liberal, en
Italia, al movimiento 15-M en España, de clara orientación progresista,
lo mismo que ocurre con el movimiento Occupy Wall Street en EEUU,
al que se le define también como populista. Y este término también se
utiliza para definir a los movimientos fascistas que están apareciendo
en Europa, al Tea Party, al movimiento pro Berlusconi, y un largo
etcétera.
Puesto que tal denominación abarca a un grupo tan variado, que
incluye sensibilidades no solo diferentes sino incluso contrarias y
opuestas, parecería que el contenido no es el determinante que justifica
esta definición. Podría serlo, pues el estilo de estos movimientos que
son percibidos como irracionales, altamente emotivos y amenazantes al
orden. Su carácter teóricamente contestatario con el sistema dominante
parecería ser una característica común de estos movimientos. Pero esta
característica tampoco parece ser suficiente para catalogar a un
movimiento como populista. Después de todo, hay partidos políticos que
se presentan como revolucionarios (bien de derechas, bien de izquierdas)
en un intento de cambiar profundamente las sociedades donde existen, y
en cambio, no se los define como populistas.En ocasiones se han considerado populistas movimientos como el peronismo, que movilizan a grandes sectores de la población alrededor de un personaje carismático que se percibe como el portavoz de demandas populares, y que se transmiten de las bases al líder carismático, directamente sin canalización de partidos políticos. Pero bajo esta definición, al movimiento de derechos civiles de EEUU liderado por Martin Luther King también podría habérsele definido como populista y pocos lo han considerado como tal.
Entonces, hagamos la pregunta de nuevo, ¿qué es un movimiento populista? Y la respuesta la encontrará, no en el sujeto definido —es decir, en el movimiento llamado populista—, sino en el definidor, es decir, en la persona que define al movimiento como populista. Este término es, ni más ni menos, que un insulto que tiene como objetivo expresar desaprobación con dicho movimiento. Y puesto que hay un número creciente de movimientos que son del desagrado de los establishments citados anteriormente, el número de movimientos populistas ha crecido exponencialmente. Así de claro.
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