lunes, 18 de noviembre de 2013

La enajenación al poder






Llamar vergonzoso, abominable o despreciable al tipo de conducta que Francisco Camps ha venido exhibiendo durante su mandato y tras la salida del cargo que detentaba por mayoría absoluta en la Generalitat, no es calificación adecuada para el caso. Lo es para el pp valenciano y para el pp en general, que permite a semejantes elementos escalar puestos como el de Presidente de una autonomí a o de un Gobierno, como sucede en el caso Rajoy, muy cercano al de Camps en "espantás", escapatorias e incomparecencias irresponsables y atrincheramientos histéricos. 
Para Camps, en cambio, el calificativo adecuado debería ser el de enfermo psicoemotivo e incapacitado, obviamente, para asumir funciónes de responsabilidad en un gobierno o en cualquier institución que se financie con fondos públicos y de cuya administración dependan las condiciones de vida de seres humanos, ya sea en seguridad, salud, economía, trabajo, educación, justicia o relaciones interpersonales, etc. Y mucho menos para ser Presidente de una Autonomía, en este caso Valencia.
Francisco Camps está loco. Desquiciado. Raya el brote psicótico cada vez que debe asumir una comparecencia parlamentaria o una rueda de prensa. Nunca asistió a una moción de censura y cuando compareció ante el juez por el caso Gürtel dió un espectáculo lamentable levantándose del banquillo varias veces en un ataque de histrionismo incontenible, colocándose detrás del sillón del juez, mostrando todo un repertorio de gestos burlesco-agresivos y ridiculizadores, carcajadas estertóreas, sacadas de lengua, bizquera y demás contorsiones gestuales en presencia de los magistrados, el público y los medios de comunicación, mucho más propias de los internos de un centro psiquiátrico que de un presidente de algo; de lo que sea. 

Camps sufre ataques de pánico que lo trastornan más de lo habitual y ponen en evidencia su discapacidad para el autocrontol emotivo ante cualquier dificultad, ya sea personal o institucional. Materialmente se descompone. Camps, como Rajoy, es un histérico compulsivo que no puede superar el reto de dar la cara cuando debe responder con razonamientos que requieren reflejos adaptados puntualmente, a lo imprevisto de cualquier demanda natural en un cargo como el suyo. El miedo a esa solemnidad ritual y tiesa que tanto les gusta, les bloquea, les deja en blanco y al borde de un abismo inconsciente en el que les horroriza perderse. Un vacío, una escisión entre lo real y lo subjetivo. Una ruptura de sí mismos que les aterroriza, porque además están educados en una línea perfeccionista donde el 'padre crítico' interior -el supraconsciente o superego freudiano- exige dar el máximo y no perdona los fallos naturales en toda conducta humana. Por eso tratan de evitar a toda costa las ocasiones de rendir  cuentas de sus errores constantes y cada vez más numerosos, debidos a la misma incapacidad neurótica de su descontrol emotivo y mental, para ordenar ideas, que hasta llevan aprendidas de memoria y no consiguen organizar con coherencia ni con la mínima lógica. Sólo el enardecimiento del ánimo encendido por el enfado o la euforia al límite de sentirse admirados como estrellas del espectáculo, el monólogo fogoso de una diarrea oratoria que rompe la inercia del pánico tras un largo estreñimiento de dudas e inseguridades, les capacita para poder hablar en público con un entusiasmo anómalo, locuaz en exceso e hiper excitado, hasta hacerles pasar  por buenos oradores, de irregular trayectoria, pero eficaces en determinados momentos y ambientes de exaltación irracional de las emociones populistas.
Al ser insuficientes racional-emotivos, si la presión que sufren y que genera cada vez más errores va en aumento, la reacción neurótica se acelera proporcionalmente, aumenta en intensidad y en una espiral que sólo puede ceder si hay una toma de conciencia del problema y se sigue un tratamiento rehabilitador  y profesional adecuado, que sea médico-terapeútico y a la vez reeducador de conductas y reacciones patológicas aprendidas, o sea, psicoterapéutico-coach, de lo contrario sólo cabe empeorar en proporción creciente, relativa al aumento de responsabilidades y exigencias de un tipo de cargo del que no pueden escapar sin considerarse fracasados y rechazados por quienes tanto les valoran y confían en ellos. Un círculo vicioso que les aprisiona, les excita y les aterroriza. Pánico.Placer.Poder. Los síntomas del homo habilis.
Todavía en las cavernas.

Es todo un síndrome digno de estudiarse y tomarse muy en serio, por parte del pp, ya que, por lo que estamos comprobando, es en ese partido donde se produce con más frecuente evidencia dicho fenómeno, seguramente porque los cargos de responsabilidad se conceden por enchufe, por engaño, por influencias, recomendaciones,afinidades,recompensas,fidelidades,agradecimientos expectativas o chantajes, nunca porque el personaje haya demostrado en la práctica - desempeñando trabajos de servicio público con eficiencia, reponsabilidad, humildad y ética- con las cualidades especiales requeridas para determinadas gestiones, que nada tienen que ver con una brillante carrera univeristaria ni con una exitosa gestión de empresas privadas, masters rutilantes en el extranjero, etc...sino con la pura praxis de cada día. El resultado de esa precariedad selctiva es la corrupción, la ineficacia, el derroche y la ruina final. Ejemplos clarísimos: Valencia y Madrid. Y más que seguiremos viendo si las cosas no cambian, y casi es bueno que vayan empeorando para que la ciudadanía descubra la realidad de ese modo tan 'español' y desastroso de concebir la gestión de las instituciones públicas y los estamentos sociales. 

La verdadera transición que aún no hemos podido conseguir se producirá en paralelo al desenmascaramiento de  esta lacra consuetudinaria, cuando  una gran mayoría de la población sepa directamente como funciona el entramado y lo relacione con  el desastre generalizado que padece nuestra maltrecha sociedad. Del miedo a  esa potencial revelación nace el interés del pp por hacerse  con el poder absoluto con ansiosa avidez y a cualquier precio por vil que sea, para actuar como depredador mediante la opacidad gestora y el control de los medios. 
No son tan importantes las condenas de cárcel para este tipo de asuntos, como el reconocimiento de la enfermedad que padecen los incapaces y la complicidad de los 'listos' que los promocionan como pantallas-tapadera de sus manejos, aunque eso también  es otro tipo de enfermedad conductual más próximo al territorio del delito que al de la alteración mental y emotiva.

Camps si fuese a la cárcel tendría que ir a Foncalent. Al psiquiátrico penitenciario de la Comunidad Valenciana. Pero allí acabaría de trastornarse por completo. Mejor sería que un Tribunal le impusiese el tratamiento de un buen psiquiatra y un buen terapeuta reeducador, que se financie con los dineros que sigue cobrando del Estado por arruinarlo, mientras toma conciencia de todo el mal que ha hecho  a esa desgraciada Valencia que tanto dice querer  y que hipervalora incluso como imagen transferida de sí mismo, en una enfermiza asunción de identidad egolátrica.
El más culpable  y último responsable no es ese pobre enajenado psico-emotivo, sino el partido que, con toda intención titiritera, le ha promocionado como si fuese un 'crak' y lo ha mantenido durante dos legislaturas como el rey desnudo de una autonomía, vestido con trajes gürtel, creyendo que eso no es estar en cueros éticos , poniendo en evidencia su mísera y triste precariedad teledirigida y en última instancia, es culpable el mismo Estado calamitoso que no parece tener recursos legales o no querer usarlos, para evitar estas tropelías y corregirlas desde la base, empezando por la anomalía de ser una democracia representada por una Jefatura del Estado que nadie ha elegido en referendum libre  y que impuesta por una dictadura, observa este calvario, no sólo indiferente a tan lamentable desgracia, sino también aprovechándose de impúdicos y bufonescos personajes como Camps para sacar tajada financiera por medio de miembros de la propia familia real, que la 'justicia' ampara y exime de responsabilidad penal, como al propio mono-arca de la teórica demo-cracia. Un oxímoron aberrante, que el cotarro político(¡?) español consiente y aplaude como lo más natural, lógico y estupendo, en detrimento de la ciudadanía y a favor de intereses carentes de cualquier vestigio de ética social y política.
Camps está más cerca de ser un ninot fallero enloquecido que un chorizo profesional con oficio, aunque esa condición no le exima en absoluto de la responsabilidad de haber sido el facilitador número uno de toda una industria charcutera made in Valencia y dentro de un global enjuague made in Spain.

Pocos se imaginaron  en el Mayo del 68 que la imaginación al poder acabaría por derivar en enajenación mental con mucho poder. Bush, Blair, Aznar y el pp, unidos al despiste ético del neoconservadurismo salvaje que ha contagiado, cegado y embrutecido a las mismísimas izquierdas y con los brotes neofascistas como resultado reaccionario, vienen a confirmar que el hombre sin raíces éticas y orientación  solidaria ni principios superiores se pudre como especie y pudre todo lo que toca. Enferma y corrompe la vida hasta exterminarla en el Planeta, torciendo, con el pésimo uso pervertido de su misma libertad, el destino de nuestra especie. No nacemos libres, nacemos dependientes en todo y carentes de autodeterminación. Sólo creciendo en consciencia y valores se alcanza el derecho pleno al libre albedrío, como tampoco nacemos inocentes, sino ignorantes, brutos y egocéntricos, aunque vulnerables, débiles e indefensos, y sólo creciendo por dentro al mismo tiempo que por fuera, alcanzamos la inocencia real, que es el fruto de la sabiduría, la inteligencia emocional, la bondad y el amor incondicional, noble y justo, que en los niveles más elementales y primarios se confunde es considerado una 'debilidad' por la astucia y las habilidades para manipular más y mejor, que se consideran 'inteligencia' y 'talento'.

A pesar de lo que se nos ha venido diciendo desde la Ilustración y la Revolución Francesa, la libertad y el derecho para usarla que deberían aprenderse y ejercitarse en la familia y en la escuela, no son atributos innatos, sino un logro imprescindible de la evolución personal y social para ser humanos de verdad y no sólo animales de dos patas capaces de pensar,  a un nivel ínfimo y primitivo, sino que son la clave y el camino para mejorarnos como individuos y como sociedad, con el resultado y  herramienta del bien común, sin el que el don sagrado de la vida se convierte en moneda de cambio que cada vez vale menos y en  un caos infernal. E insoportable. Rousseau no se equivocaba cuando decía que el hombre es naturalmente bueno, pero sí se equivocó al considerar que la educación lo estropea, aunque es muy lógico que lo pensase en una sociedad primitiva donde educar significaba domesticar, castrar, oprimir y no acompañar, orientar, iluminar y respetar hasta conseguir que el individuo construya un código ético personal que le facilite insertarse en la sociedad de un modo sano, armónico, eficaz, solidario, responsable, creativo y gozoso.

Uno de los casos más recientes  en este estado de desolación político-moral es el caso Prestige. Un ejemplo práctico para analizar y reflexionar. Una vez conseguido el veredicto que no encuentra responsables de graves negligencias a ningún 'colega' ni amiguete pringado, como el Vicepresidente Noestoy y sus 'insignificantes' tiritas de plastilina, el ministro ligero de Cascos que se pira a una cacería en pleno desastre y  el Presidente Aznar que no tira de las orejas a ninguno de los dos prendas del escaping, el Gobierno actual, después de 11 años, sólo está interesado por saber "quien pagará" en dinero, claro. Para el pp todo se reduce a pensar en lo único. En su tesoooooro. Como el golum de Tolkien abducido por Mordor con su poder corrupto y alienante. Que convierte en desechos y residuos enloquecidos a sus adoradores. En locos de atar a los más frágiles y en delincuentes estructurales a los más cínicos e insensibles.


***2.900 kilómetros de costa afectados
El fallo constata que el hundimiento del Prestige provocó graves afectaciones medioambientales desde “la desembocadura del río Miño hasta el canal de la Mancha, siendo la costa gallega la más afectada, especialmente a Costa da Morte. Los gastos ocasionados al Estado ascienden 368 millones de euros, 145 millones para la comunidad gallega, y 67 millones para el Estado francés”.
Justo este 13 de noviembre se cumplen 11 años del día en que el Prestige dio la voz de alarma con una vía abierta en su casco, escorado en medio de un temporal. Una vez hundido, vertió a las aguas casi toda su carga, unas 63.000 toneladas de petróleo, mientras el entonces ministro de Interior, Mariano Rajoy, definía la catastrófica fuga como “pequeños hilillos de plastilina”, y el titular de Fomento y responsable de seguridad marítima, Francisco Álvarez Cascos, se iba de cacería. El desastre, recoge la sentencia, provocó la llegada a las playas de 170.000 residuos, afectando a 2.900 kilómetros de costa y 1.177 playas.***



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