lunes, 25 de noviembre de 2013

Motivos para el optimismo

      Queridos amigos, no os acobardéis porque debajo de este post encontréis tantos motivos para la depresión social y emocional. Recordad que es muy bueno conocer la verdad y que las cosas no están peor cuando la verdad sale a la luz. Sino que la conciencia está más despierta y la prensa, por ello, es mucho más aguda y sensible en sus percepciones de la realidad. 

No penséis que antes estábamos mejor porque este elenco de barbaridades, sin solución de continuidad, no salía en los medios. Realmente ha habido desahucios desde siempre por parte de los bancos y de los especuladores, fraudes indenunciados a tutiplén a lo largo de siete décadas, por lo menos, ha habido paro a manta y chanchullos horrendos en el poder que obligó a dimitir al primer presidente demócrata que tuvimos y casi el único, Adolfo Suárez, si exceptuamos algunos logros del PSOE, sobre todo en la primera legislatura de Zapatero. Lo demás, incluído el pp y Felipe González con su GAL, su corrupción infinita y su actitud servil ante la UE, que nos convirtió en miembros asociados de tercera regional en esa 'segunda velocidad' euro caritativa , que ahora nos pasa la factura, no ha sido nunca como para tirar cohetes. Y nos hartamos de tirarlos. Y tracas. Y gigantes y cabezudos. Y desfiles victoriosos sobre la nada, que entonces nos llenaba la boca neoconversa a una nube casi mística de felicidad pseudoreconciliada libre y dichosa, que también nos impidió ver la cola que arrastraba tras su esplendor, la susodicha nube feliz que ahora es un impresionante nubarrón que nos parece infinito en el espacio social y eterno en el tiempo político. El pasillo de la transición lo vivimos así. Sin más fundamento que una euforia de ex-reclusos en régimen abierto, herederos de una dictadura que ha dejado huellas genéticas y retroactivas en nuestra sociedad. Y en cada uno de nosotros, en forma de miedo, de susto, de bloqueo, de pesimismo histórico y desesperanzado, lleno de zurcidos y costurones en la figura deforme de nuestra democracia, que más parece la criatura del Doctor Frankenstein, que un régimen de gobierno aceptable. Lo bueno es que ahora, por fin, lo sabemos. Somos conscientes de todo lo que nos falta y nos sobra. Y eso se lo debemos al capital salvaje, a su crisis ortopédica e inventada y al gobierno actual que se encarga cada día de empeorarlo todo para que, ya mismo, solucionemos nuestro pasado y nuestro presente sin  miedo al futuro que está por construir.

El falso estado de bienestar al que nos habíamos acostumbrado sin ver los riesgos ni escuchar los avisos de aquel Noé disfrazado de Anguita, ha hecho aguas y se ha partido por la mitad como un viejo barco podrido incapaz de resistir temporales ni ventiscas, ni siquiera el mordisco silencioso del salitre. No sé si alguno de vosotros recordará los discursos de aquel profeta barbudo con ligeros matices de andaluz cordobés en el acento, cuando hablaba en  el Congreso. Le llamaban el "iluminado" y el agorero. Y el Califa. Porque irradiaba la autoridad del discurso más lógico e irrefutable, que por eso no gustaba a nadie. Ni a los de su propio partido, que le hicieron el vacío y se volvieron hacia PSOE, que era mucho más 'normal' y nada confrontador de las euroilusiones, al contrario, eran su mejor sección de propaganda y venta a plazos con facilidades de cobro, que no se imaginaban tan revertido y atroz como está resultando hoy. Sin embargo la realidad de nuestro patético presente está dando la razón por mayoría absoluta al bueno de Julio Anguita. 
Eso demuestra lo poco inteligentes que fueron los gobernantes al ignorar los riesgos que conlleva ir a ciegas tras "la parte del pastel" que vendía Felipe González en su feria de muestras y vagas fantasías glamurosas, gastando más en decorar las  cloacas del poder, con el terrorismo de Estado y su impunidad hasta el día de hoy,  que en crear herramientas que lo humanizasen y lo depositasen en las manos de la ciudadanía, que en toda democracia no es la destinataria de los 'regalos' y 'favores' paternalistas de los gestores que costea con sus impuestos, sino la que da las ideas, pide responsabilidades, explica sus necesidades en asambleas populares y obliga a sus representantes a ceñirse a los programas pactados en las urnas. Eso nunca lo ha hecho el PSOE. Aún Zapatero sigue creyendo que 'el poder y la ciudadanía' son categorías separadas, y con ello demuestra que el contenido real del término 'democracia' para él no tiene sentido. Es un tópico usual en los discursos. Nada más.

No estamos peor que antes porque ahora sepamos lo que hay. Al contrario, creo que es una mejora imprescindible reconocer todo lo que ha fallado, lo que se nos ha escapado de las manos, lo que hemos obviado sin atrevernos a afrontarlo, lo que nos han engañado y hemos tragado cómodamente con la idea inducida subliminalmente desde la "casta" gestora, de que nuestra responsabilidad se reduce a obedecer votando cada cuatro años, como si nuestra única función política se redujese a las urnas y no afectase a los cuatro años que separan una votación de otra. Ahora sabemos que la política no es la gestión de nuestros representantes, sino que esa gestión debe ser el resultado de nuestra política de cada día, como ciudadanos libres, que se asocian para reflexionar, informarse, debatir, decidir y exigir a los gestores que cumplan lo que nos deben. Para poner en marcha la belleza de la fraternidad. De la solidaridad y su sinergia imparable. 
No es una hecatombe lo que ahora sucede, sino una catarsis. La ocasión para hacer limpieza general en todo, empezando por nosotros mismos, por nuestros hábitos, mentales, emocionales y conductuales. Por abandonar las tertulias cutre-gallináceas de la tele y salir al encuentro de nuestros verdaderos interlocutores: nuestros conciudadanos. Asociarnos. Compartir ideas y proyectos, -no sólo en facebook ni los envíos de correo 'edificantes' y llenos de tópicos irreales- para poder exigir a los gestores que sus programas se correspondan con nuestras necesidades e ideas, y que no nos vuelvan a arrastrar por caminos trillados y desgastados que acaban siempre como el rosario de la Aurora, donde empiezan. Un círculo vicioso en que nada se soluciona y se repite por décadas. Por generaciones. Sin que haya un progreso real que impida volver al inicio desastroso  y cíclico, 'de toda la vida', con ese cruel adagio donde 'el hombre es el único animal que tropieza siempre en la misma piedra': la de su estupidez bobalicona y cómoda.
Si hay otros países que lo han logrado, que se han despertado, que se han organizado y saben ser flexibles e inteligentes y se comprometen con su sociedad  para que el bien común sea el objetivo de todos, ¿qué nos impide a nosotros aprender de ellos y adaptar los procesos de mejora a nuestra realidad? Seguramente la ignorancia, el orgullo del fracasado que no aprende porque no reconoce nunca su fracaso y se lo achaca a los demás. 'La culpa es de Merkel'. 'La culpa es de los EEUU'. 'La culpa es del euro'. 'La culpa es del que gobierna'. 'La culpa es de los bancos'. 'Del cambio climático' ' De la crisis'....¿Y nosotros? Somos 47 millones de personas. ¿Cómo hemos permitido que todo eso nos aplaste sin hacer nada? "Ellos" son miles, es verdad. Pero nosotros somos millones. También es cierto. Algo muy importante nos falta como individuos para que las cosas hayan tomado estos derroteros.

Hay que entrar 'dentro' de uno/a mismo/a. Sin miedo, sin violencia ni rabia. Con respeto y lucidez. Y desde ese fondo interno empezar a mirar hacia fuera cuando hayamos tocado la esencia de lo que somos. Respirando y 'bajando' al abismo íntimo. Y empezar a ver y observar pensamientos, recuerdos e imágenes sin orden ni lógica y separarnos de todo ello, lo mismo que nos separa el cristal del espejo de nuestra propia imagen reflejada en él. Y así empezar una dulce y constante disciplina mental que nos hará encontrar primero la serenidad,luego un silencio reconfortante que alimenta, luego el bien estar y luego una comprensión global y detallada de las cosas, de las situaciones y de nosotros mismos. La visión que 'sabe' sin saber. Recurrir a técnicas y recursos como el yoga, la meditación, la lectura de temas espirituales, el reiki, el zen, la ciencia iniciática, la plegaria, la ética como filosofía de vida, la danza o el canto del alma, donde cada uno se sienta mejor y más en paz, textos de sabiduría como el Tao Te King o textos budistas o el Evangelio y el Nuevo Testamento, que nada tienen que ver con las "mancias" de los impostores ni con el comercio de las religiones. Poco a poco iremos viendo lo que va cambiando sin esfuerzo ni agobio, ni presión ni violencia de ideas. Un fluir. Un descubrir. Un dar sin pedir nada, porque el mismo hecho de 'dar' nos nutre y nos compensa naturalmente. Ni tampoco es necesario el proselitismo ni los esfuerzos para 'convencer' a nadie de lo que no esté dispuesto a admitir y aceptar. Hay que aprender a ser como la luz y el aire: imperceptibles, gratuitos y sutiles. Y necesarios para la vida. Sin imponerse. Sin comidas de tarro en contra ni a favor de nadie.

Poco a poco, y cada vez con más precisión, veremos que nuestro entorno cambia con nosotros y que grupos por aquí y por allá surgen haciendo lo mismo sin que lo hayamos iniciado ni promovido. Como la primavera o el otoño nacen, crecen y se extienden en todas partes sin que nadie se ocupe de provocarlos. Como nacen los niños porque llega su momento y es inevitable. Así está surgiendo la nueva humanidad, gracias a este parto pesadísimo que llamamos crisis y sólo son las dolorosas contracciones de expulsión desde un estado fetal en la conciencia humana al estado autosuficiente de sí misma.

                                              

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