Madrid en estos tiempos recuerda al Macondo legendario y decrépito que se desmorona con la familia Buendía, en 'Cien años de soledad', la obra maestra de García Márquez. La estirpe se deteriora y la ciudad que gobiernan se hunde con ella, evocando, a su vez, el hundimiento cinematográfico de 'La ciudad sin nombre', donde los buscadores de oro minan los cimientos de la urbe, en su locura avara, desorganizada, ignorante y estúpida. En cualquier democracia, si la capital de la Nación está en tales condiciones de miseria urbana, lo primero que hace el alcalde es dimitir. Y si no lo hiciese voluntariamente el Gobierno le destituiría por incompetente. Lo mismo que sucedería a un Presidente Autonómico que no fuese capaz de sostener al canal informativo imprescindible para la sociedad y pagado por ella. Su parlamento le retiraría la confianza y su propio partido le haría dimitir, en caso de que su conciencia no le hubiese obligado a hacerlo de motu proprio, que hubiese sido lo más normal.
Canal 9 y el pp valenciano unidos al aeropuerto-fantasma-insignia pperista se precipitan en el abismo de la nada, arrastrando consigo un ejército de parados. El druida Bárcenas, desde la cárcel, pilota y determina los terrores del milenio ppero. Es el alma pater que ilumina y decreta ese 'gobernar como diosh manda' del menestral Rajoy, que anda loco y desnortado y más incapaz que nunca de gobernar, mucho más preocupado por tapar las goteras escandalosas y cada vez más grandes, de las corrupciones populares, que por solucionar los problemas que el propio pp ha causado a la ciudadanía para llenarse los bolsillos a costa de ella y de los propios problemas postizos que se están convirtiendo en calamidad nacional. El deus ex machina del negocio montado sobre la explotación del prójimo votante y abstinente, el karma duro del desvarío y la cutrez eshpañola. Madrid es la alegoría perfecta, el elogio a la inutilidad y al absurdum delirium transmutado en basura kaleborroka. No se puede hacer más ni peor en tan poco tiempo, que ya se nos está haciendo una eternidad.
En cualquier democracia normal este estado de decadencia imparable ya habría derivado en disolución del Parlamento y en convocatoria electoral, o al menos en gobierno de coalición y/o de crisis. Claro, que en cualquier democracia normal, hay un Jefe del Estado que se ocupa de detectar la importancia y la gravedad de los acontecimientos y pone remedio aplicando la Ley y la Constitución que está por encima de él mismo. Aquí no hay nada de eso. El Jefe del Estado, como el jefe del Gobierno, ya tiene bastante con ocuparse de sus asuntos familiares y personales, para ambos lo más importante no es la misión de servir al pueblo sino servirse del pueblo para medrar y resolver sus asuntos personales. Y nadie lo denuncia desde las instituciones ni seriamente desde la prensa 'importante', quiero decir, impresa y consistente, porque en la virtual las ideas y noticias desaparecen y cambian cada media hora y no se acaban de convertir en documento responsable ni duradero.
Parece mentira que nadie 'importante' diga y denuncie, al nivel estatal, lo que está pasando, que nadie 'responsable' tenga la cordura, la lucidez, la decencia y el valor de poner palabras y acciones a esta debacle, de atar cabos y definir el mapa que une todas la geografía de la corrupción en vez de ir haciendo solamente fotos de los detalles para el álbum de la ruina obediente. Que el miedo a perder el chollo - trabajo bien remunerado o puesto político vitalicio- sea mucho más fuerte que la necesidad ineludible de solucionar el estado de desguace y de calamidad, que a este paso, también acabará con el mismo negocio que les mantiene unidos de por vida en la creación y sostenimiento del caos general.
¿A qué temen? ¿Qué les paraliza a la hora de plantarse en la Zarzuela y decir: "Malestad, esto no puede seguir así. Usted no puede seguir a la cabeza de un Estado cuya Constitución le considera impune haga lo que haga e irresponsable a todos los niveles y a la que usted nunca ha aceptado por juramento. Usted no puede estar por encima de la soberanía del pueblo al que debe servir o sea, de su Constitución. Lo suyo, señor, es ilegal, ilícito, ilegítimo e inmoral. Y se llama abuso de poder y absolutismo caciquil institucionalizado y urdido a espaldas de los ciudadanos. En una crisis como ésta España necesita sobre todo, rehacerse, remodelarse y cambiar el plan que no la deja levantar cabeza. Y tiene que terminar ahora mismo. El Estado del que usted no se ocupa nada más que para cobrar de sus fondos ha decidido hacerle un ERE. Y se va a ir usted al paro, porque no es capaz de hacer su función de árbitro supremo en casos tan graves como el presente que soportamos. Y nos sale usted por un ojo de la cara. Así que vamos a hacer un referendum para ver qué hacemos con su negocio dinástico".
¿Qué hacer cuando los que manejan el Estado son un golpe de Estado en sí mismos contra los ciudadanos? ¿Acaso los que medran a la sombra de ese poder putrefacto serían capaces de cercenar el régimen que les facilita una vida cómoda y muy bien remunerada -teniendo en cuenta lo poco y pésimo que hacen-? La monarquía corrompida es el amparo de la corrupción generalizada y los partidos que se corrompen por dinero y poder son los defensores de la monarquía corrupta que los acuna y los hace válidos. Defienden la 'unidad' de su chollo. Y se les ponen los pelos como escarpias al pensar que Cataluña ponga fin a ese lodazal de Estado, rompiendo su trama corrupta y haciendo necesaria una remodelación y un cambio total, que pondría al descubierto y fuera de juego su "sistema".
Lo que no se puede ocultar por más tiempo es que los españoles deben conocer la verdad de la causa de su pérdida de derechos, libertades y dignidad. Y que sus representantes no están por la labor, tal vez porque no son conscientes de la gravedad de la situación o tal vez porque son cómplices de ella y no están dispuestos a poner un remedio que les haría perder el estatus de que gozan actualmente en medio y a costa del sufrimiento de millones de españoles machacados por ese régimen obsoleto, inútil y que raya la criminalidad social. Por ambas cosas es evidente que si no cambia el panorama, la ruina y el deterioro de España no habrá "marca" que los impida ni los tape por más tiempo. Sólo hay que ver, Madrid la capital del "reino", que tanto le pone a Zapatero, para comprender en qué pozo negro se hunde, con el "consenso" de sus gobernantes, este desgraciado y desorientado país.
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