domingo, 10 de noviembre de 2013

Los intereses creados...y en venta, por no variar

| ALEJANDRO TORRÚS
El empresario y economista José Ángel Sánchez Asiain analiza en 'La financiación de la guerra civil española', ganadora del Premio Nacional de Historia de España, el sistema financiero del gobierno republicano y del ejército de Franco. (Público)
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La fabricación del consentimiento continúa su marcha; lenta y soterrada.
Hoy se disfraza de noticia "culta" y neutra y se infiltra en plan asterixiano como  perfectus detritus en el diario Público; un testimonio histórico sobre los fondos económicos que sostuvieron la guerra civil española, y se despacha con este titular y cartelón gráfico, sobrepasado de tamaño al pasarlo al blog. Donde presiden el notición las jetas históricas de tres elementos de cuidado. Los tres colegas contemporáneos y 'ejemplares' compinches del dictador megalómano de las pobres Españas: Salazar, el portugués que acabó derrotado por la Revolución de los claveles, Hitler, que se suicidó en su bunker dejando a Europa, a su país  y a medio mundo como la palma de la mano y Mussolini que después de hacer lo propio con Italia, oprimiéndola y metiéndola en la Guerra Mundial para acabar de rematarla, acabó linchado y despedazado por sus compatriotas más bestias deshumanizados por él mismo; un trío de 'ases' que debería lucir aquel legendario letrero con que los marshalls y sheriffs del lejano Oeste adornaban los retratos de los facinerosos buscados por la justicia: wanted. Se buscan. Para darles su merecido, claro, no para financiar partidas delincuentes. 

Esta es la presentación de la opera magna de un banquero español de la cepa de siempre. Sánchez Asiain. Un nombre, que he escuchado y leído desde chica  como símbolo del tejemeneje entre dinero y cargos públicos, entre presidir bancos y dar lecciones en la universidad para formar(¡?) hombres y mujeres dispuestos a cualquier cosa para forrarse legalmente a costa del prójimo, o sea, a la actual peña banco-político dominante. A este prócer del forring office, que se ha bandeado divinamente entre dictadura y democracia, cambiando el look todo lo que hiciese falta para su adaptación ecológica a lo uno y a lo otro y a cada vayvén político, sin perder comba en tonterías ni escrúpulos de conciencia que no rentan nada y son sólo comidas de tarro,  le han dado sus amigos y mentores de siempre nada menos que el Premio Nacional de Historia por esta obra maravillosa donde deja su impronta con rasgos combinados entre el Harpagon y el Tartufo  de Molière. 
Sibilinamente este historiador del pastón cratófilo deja caer que el proyecto republicano feneció por tonto, porque el gran capital mundial no lo consideraba rentable y por eso el gobierno republicano se fundió el oro español comprando el amparo de la Rusia comunista y perdiendo la guerra como un imbécil, mientras que la derecha, listísima y aunque era minoría caciquil, tenía mucha más credibilidad internacional simplemente porque tenía la llave de la caja fuerte y no sólo le importaba un rábano que España, en su mayoría, fuese miserable y analfabeta, mal nutrida y tercermundista, es que su riqueza se basaba precisamente en que la esclavitud de esa mayoría casi mendicante facilitase el enriquecimiento de su patrimonio. Un feudalismo criminal, hipócrita y meapilas, que desde la Baja Edad Media y sin un sólo paréntesis temporal, ha venido haciéndonos puré, incluidos los mismos palurdos millonetis, que siguen siendo la vergüenza del eurobuilding, a los que nadie toma en cuenta porque de donde no hay no se puede sacar, por mucho dinero que se acumule a golpe de atraco institucional gürteliano y evasor.

Este cronista del trinque histórico y su Premio Nacional, viene a completar el panteón de genios amañados que últimamente están reescribiendo la historia de España con freno y marcha atrás, que es lo suyo, claro. Los sabios investigan el pasado para dar  forma a un presente mejor que aquél, y para elaborar las bases de un futuro mejor que éste y que equél. Los retóricos de mano larga y miras cortas, en cambio, enaltecen y echan de menos con nostalgia la barabarie del pasado, e incapaces de verla como fue y como sigue siendo, la quieren reproducir en el presente, porque aún es su decálogo intemporal y aniquilan de ese modo cualquier futuro mejor que el pasado vergonzoso y el presente devastador.

Es cierto que tienen secuestrado el dinero, el poder político y el mediático . Pero les falta la conciencia despierta, un ideal de grandes miras humanas que mientras supera los fantasmas del pasado transforma al ser humano sometido a grandísimas presiones y encuentra la frescura de la realización aquí y ahora, la rentabilidad de la inteligencia emocional y de la solidaridad que es un valor más en alza que nunca, la flexibilidad de la creación y de la Idea, la capacidad estratégica de adaptarse al medio sin grandes necesidades, la simplicidad minimalista del talento clarividente y la libertad de prescindir de su propio mejunje en el que están pringados ¿quién no recuerda aquella fábula ejemplar de los libros de la infancia?:  "A un panal de rica miel cien mil moscas acudieron/ y todas ellas murieron presas de patas en él". 

Se repiten más que la fabada. Sus resultados sinuosos ya no engañan a nadie. El presente inicuo que están desmigando abre la trayectoria de un futuro genial porque sólo los libres de cadenas estúpidas e innecesarias y los sanos por dentro lo construyen. Eso ya funciona. Sin guerra. Sin venganzas ni rabia autodestructiva. Sin comprar la protección de ninguna potencia militar, sin desear el poder, porque se puede hacer lo necesario y bueno para todos sin tener un cetro y un trono de cualquier clase, que aplaste a nadie con sus intereses particulares y su odio y temor a la unidad colectiva de las individualidades imprescindibles. Donde basta la Ley consencuada y aceptada por todos como imperativo ético. Éso es lo que ahora está naciendo ampujado por la necesidad. Es el despegue hacia planos nuevos, la bifurcación que sale de la entropía, como formuló con una visión amplísima Ilya Prigogyne, el Nobel de Física.
Se ha terminado el tiempo del miedo, camuflado de "tradición", de "sentido común" y de violencia impositiva. No es ya 'necesaria' la revolución violenta, ni los dobles juegos, ni las trampas saduceas, ni los bizantinismos interesados, ni los juegos de poder, basta con la fuerza noviolenta de la desobediencia general al estatus injusto. Ella misma genera una energía enorme, empática, aglutinante e inédita, que en vez de nacer de la bestia descontrolada, nace de la inteligencia y del amor por una ósmosis cuántica. Otro tipo de amor que ya no es el eros, sino la sofrosine, el agapé y la sofía, vocablos antiguos actualizados que significan: La prudencia, la unidad generosa del afecto que comparte y nutre y la sabiduría para coordinar y restaurar causas y efectos en planos diversos. 
Tenemos mucho trabajo pendiente, mucho que replantear, muchos hermanos y compañeros, amigos, vecinos, conocidos y desconocidos aún, que descubrir y amar detalle a detalle, de apoyo en apoyo, de iniciativa en realización, mucha lágrima que convertir en riego hasta que aparezca la hierba que Atila apisonó. Mucha herida que sanar y ánimos que reconciliar. Mucha sonrisa que recuperar entre todos. Y un país de países que recoser con el hilo de la federación y la conviencia nueva.

Ante un panorama tan distinto, alentador y estimulante, poco significado tiene ya el alcanfor de los viejos baúles, de tufo rancio y tristes memorias que, sin embargo, no debemos olvidar nunca, para saber de donde procedemos y adonde no queremos volver nunca más. Ni al oro de Moscú ni el de la Banca March. Desde ahora, el oro lo producimos ya en nuestro interior. Y está vivo.

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