por Moncho Alpuente
La politización de la Justicia y la judicialización de la política han contribuido a la popularidad de los jueces, y los procesos sobre los casos más flagrantes de corrupción que acaparan titulares y pantallas han marcado el momento álgido de la profesión. El niño en el patio del colegio ha impuesto un nuevo juego, una variante del clásico policías y ladrones: jueces y corruptos. Al principio era difícil encontrar voluntarios para las filas de la corrupción pero últimamente se ha invertido la tendencia y los corruptos se agrupan en torno a su jefe de filas, un alumno imputado en varios procesos por apropiación indebida de bocadillos ajenos en el patio, intentos de soborno al portero, falsificación de exámenes y una larga serie de presuntos delitos que contravienen seriamente los códigos escolares.
No se si habrá otro país en el mundo en el que los jueces hayan alcanzado estas cotas de popularidad, pero creo que no, lo de los jueces estrella es un fenómeno inédito y genuinamente ibérico. Desde el sanedrín de Anás y Caifás a nuestros días nunca los jueces habían gozado de semejante popularidad. El niño ha confeccionado la alineación de una selección nacional de jueces, el capitán es el exjuez Garzón al que nuestro niño indultó hace tiempo y la juez Alaya, que jugará por la banda derecha, es la última incorporación del mercado de invierno, un mercado que se ha movido mucho recientemente con los nombramientos de los miembros del Consejo General del Poder Judicial, auténtica selección nacional y firme candidata al primer campeonato mundial de la judicatura. Pronto oiremos hablar de las proezas de “La Negra”, nuestros enlutados jueces serán el asombro del mundo, que asiste aún estupefacto a la asombrosa recuperación de la economía española. La originalidad de nuestro sistema de elección de consejeros por designación directa de los aparatos de los partidos políticos mayoritarios es un vivero de tácticas y estrategias inéditas. Que los políticos elijan a los jueces que probablemente tengan que juzgarles posteriormente es una gran idea, sobre todo para los políticos, no tanto para los jueces que a su actividad frenética en los juzgados tienen que sumar horas y horas de cabildeos para sembrar complicidades y apoyos y ofrecerse a sus posibles mentores del gobierno, o de la oposición, para lo que deseen y ordenen.
A nuestro niño le espera una brillante carrera judicial, en sus apuntes ha recopilado los principales datos sobre los procesos más mediáticos de los últimos años. Si le llamara el juez Ruz en busca de asesoramiento, el niño podría solucionar el caso Bárcenas con dos golpes de martillo sobre la mesa. Pero aunque todavía es muy niño ya empieza a vislumbrar que las cosas no son tan sencillas, que cuando se unen la judicialización de la política y la politización de la justicia pasan cosas muy extrañas, que aparecen vericuetos y recovecos imprevisibles donde anida la maldad e impera la injusticia con todas sus puñetas.
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