sábado, 7 de octubre de 2017

La reconfortante bandera blanca


              Resultado de imagen de fotos de manifestación por el diálogo Valencia


Acabo de llegar de la concentración en la Plaza del Ayuntamiento a favor del diálogo entre la Catalunya que se larga y el estado que a apalea, como Pichi el chulo que castiga del Portillo a la Arganzuela. 
El aviso me ha llegado a las 11'30 y la cita con la necesidad dialógica era a las 12'00 hora en  que se había previsto que Cenicienta-pueblo subiese a la calabaza de la urgencia para convertirla en la carroza de la democracia y la escucha. 
El blanco del diálogo era la consigna. Todo en blanco, con la limpieza de esa página de la sensatez y del entendimiento que aun está por escribirse a dos manos. 

La primera sorpresa: no ver en la multitud ni una sola cara conocida. Ha pasado más una hora antes de que pudiese detectar a tres yay@sflautas y a dos amigos de Podemos. Me ha alegrado profundamente que la mayoría silenciosa se haya lanzado a la calle, con los carritos de los niños, con las bolsas de la compra, con sus camisetas, camisas y vestidos blancos reclamando el derecho a diálogo. Y de repente he comprendido lo huérfanos que estamos de ese abrazo, de esa empatía que lleva al bien común. Me venía a la memoria una vieja canción del pasado, creo que era de los Boys Scouts: 

Una ciudad para todos levantaremos,
sin puertas ni murallas
en donde caben todos. La ciudad.
Donde nadie pregunta ¿quién eres ni de dónde?
Todos se reconocen porque todos se llaman 
Hijos de la Paz. 

El cielo se ha nublado de repente y el viento sacudía las ramas de los árboles mientras la Paz se extendía ente la gente y las conversaciones entre desconocidos que  se iban descubriendo con esa naturalidad que da lo compartido desde dentro. Cuánta gente, decían, a pesar de ser una convocatoria imprevista y para colmo un sábado, el día de la compra semanal y limpiezas de casa, de poner lavadoras y ordenar las leoneras familiares. Pues sí, compañeras, y desde hoy amigos, de ejercicio sanador, así de hermoso alumbra el bien común. Sin etiquetas. Sin juicios ni prejuicios, sin pegatin alguna de clasificación, igual que el 15M, pero con la indignación ya convertida en el poder de exigir iniciativas a un estado que ha perdido ese oremus, que quizás nunca tuvo y nosotras quisimos atribuirle con la esperanza de que fuese verdad. Y no. Estaba por construir. Es más, no podría construirse sin nosotros, sin nuestra intervención directa en las calles y plazas de la realidad de a pie.

El lado de la sombra no se ha hecho esperar en paralelo; al salir de casa hacia la concentración, un ruido ensordecedor y un pestazo repugnante a dióxido de Carbono ha llenado la calle y al mismo tiempo aparecía por la esquina entre Cuenca y Calamocha, una caravana motera de ángeles del infierno envueltos en cuero, pitando como energúmenos y enarbolando banderas de España, con las que se han dirigido por derecho a rendir homenaje a la Guardia Civil, cuya comandancia ocupa la manzana de enfrente del edificio donde vivo. Ha sido un flash desolador. No sé qué habrá pasado ni cuál habrá sido la reacción de la Guardia Civil, aunque el guardia de puertas les saludaba como a amigos entrañables, pero a mí el letrero de "todo por la patria" se me ha caído a pedazos y el "honor es la divisa del guardia civil" se me ha hecho añicos. 
He pensado en mi abuelo, sin poder evitarlo, y en la noche en que no dejó pasar la frontera de Irún a Serrano Súñer, que iba de incógnito a una misión de las suyas y que hizo necesaria una llamada del chófer al cuartel general de Burgos y hasta provocó la felicitación del todavía  general Franco para reconocer el impecable servicio a la legalidad vigente, sin ceder a las triquiñuelas de su cuñado; lo cierto es que le habría podido mandar fusilar por no haber hecho la vista gorda, con aquel elemento nunca se sabía por donde iba a salir.
He comprendido la distancia abismal que le separaba de este espectáculo motero banderil impresentable. Y también he pensado si la Guardia Civil de hoy, que acoge el "a por ellos oé" como lo más natural y este desfile de la barbarie con atentado medioambiental añadido al ultraje fascista, sería capaz de salvar vidas hasta poniendo en riesgo gravísimo su integridad y su trabajo. Y, sinceramente, creo que no.

Cuando he regresado a casa ha empezado a caer una lluvia deliciosa, revitalizante y otoñal, por fin. Como si de repente las estaciones hubiesen recuperado la cordura, como si la ciudadanía al exigir diálogo institucional hubiese puesto orden en el caos y las cosas en su sitio, en este hermoso sábado de octubre, día de limpiezas generales y en vísperas del día de la valencianidad y de la invasiva y depredadora hispanidad. Bueno, y de las fiestas de mi barrio sencillo y trabajador, casa de todos, que con su conciencia y su inteligencia colectiva, compensa cualquier desquicie patriótico-banderillero.

No hay comentarios: