Suele ocurrir que en el imperio de Mediocrilandia al genio que sorprende con la normalidad iluminada se le llame extravagante y "peculiar" en sentido peyorativo, claro, y que al que copia y repite como un loro lo que a todos complace escuchar, no por bueno sino por sobado y felpudo común, se le tome por templado y prudente, por sabio de tertulia iterativa aunque solo aporte la fijación de los mismos errores, que a base de hacerse normales y tópicos adquieren el caché de bodrio asiduo pero "legalizado" y sublimado por el hábito que frecuentemente sí hace al monje. Como las banderas a los patriotas. Sólo el patriota que ha superado las leyes de Mediocrilandia -ergo ya no es patriota sino ciudadano universal- no necesita banderas; el mundo entero es su patria. Y la bandera del mundo es la humanidad.
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