sábado, 7 de octubre de 2017

Causas y efectos


(Público) 

Normal. Se supone que las fuerzas de seguridad son seres humanos y no marionetas bailando sin fin en la cuerda del horror. Se supone que cuando superasen la euforia del ardor guerrero por decreto, tropezasen consigo mismos y se viesen retratados y filmados dando tundas, partiendo caras y huesos, retorciendo brazos, rompiendo piernas y arrastrando por el suelo a sus conciudadanos y conciudadanas de todas las edades, -por el gravísimo delito de llevar consigo una papeleta y decir en voz alta 'volem votar i no tenim por', y sólo por obedecer a la voz de su amo que, como confirma la noticia de más abajo, se ha escondido en su zulo nihilista y no quiere saber nada de asumir responsabilidades-, a las fuerzas de seguridad se les estará cayendo las cara de vergüenza y sentirán arcadas al mirarse al espejo. A cualquier persona normal le pasaría lo mismo, si cometiese la barbaridad de ganarse la vida obedeciendo cretinadas y crueldades. Se supone que pueden haber caído en la cuenta, de que las fuerzas de seguridad mantenidas por el pueblo con sus impuestos y recortes de todo, están para proteger a ese pueblo y no a sus maltratadores que les pagan y se forran con el dinero del pueblo y les utilizan como esbirros para que ejerzan sobre sus conciudadanos la violencia que ellos no tienen las agallas de ejercer.
Al pueblo le habría enorgullecido que ante órdenes degradantes, sus fuerzas de seguridad fuesen tan valientes y responsables como para desobedecer y negarse a perpetrar delitos en nombre de la ley cuando esa ley es una indecencia y se aplica contra el pueblo para proteger los intereses de los caciques, que en este caso se esconden tras el trampantojo de un estado de desecho civil y moral. Por muy presidente o vicepresidenta o rey que se sea no se puede ni se debe obedecer a quienes legislan y actúan contra los derechos fundamentales de la ciudadanía. Y eso debería ser la regla de oro de unas fuerzas de seguridad en un país democrático y civilizado. 

Mi abuelo materno era guardia civil y de él y de mi abuela, que era catalana, aprendí en directo estas cosas de la desobediencia ética. Mi abuelo salvó la vida a muchas personas en la guerra civil y en la postguerra. Lo mejor era que de eso me enteraba por terceras personas, por los "salvados". Asumió dejar en libertad a un inocente, padre de familia y ex-alcalde socialista de un pueblo manchego que solo había hecho el bien  a sus vecinos y  al que llevaban detenido en el tren para ser juzgado y condenado a muerte. Le quitó las esposas y le dejó escapar. Luego, fue al despacho de su jefe y asumió las consecuencias de su decisión. El jefe le confesó que él habría hecho lo mismo, rompió el informe del atestado y cerró el caso. Ambos eligieron a su conciencia antes que a su miedo. 
De todo lo demás me iba enterando por las visitas que en Navidad venían a casa de los abuelos para agradecer con lágrimas compartidas con ellos, el que les hubieran salvado la vida y hasta ayudado a encontrar trabajo una vez acabada la guerra. El abuelo, ya jubilado, sólo respondía: "Es que no podía hacer otra cosa sin perder el sentido de mi vida. Mi deber era proteger indefensos e inocentes y no a los verdugos, por mucho poder que tengan". Estoy segura de que mi abuelo jamás hubiese tolerado un "a por ellos oé" en su honor(¡?) y mucho menos se habría ensañado con nadie, y seguramente, de paisano, habría votado también en un referéndum como el del 1O. Era extremeño; adoraba Catalunya, Organyá fue su primer destino y allí mi abuela y él se conocieron y se casaron contra la voluntad de la familia de  mi abuela (el bisabuelo dejó escrito en el testamento que quedaría desheredada si se casaba con "el guardia castellá"), y sólo le dejó en herencia "la legítima" obligatoria por ley. 
Ellos fueron mis maestros subversivos. Me explicaron. en pleno franquismo, la guerra civil como la mayor matanza y deshumanización, y me dejaron muy claro que los seres humanos enardecidos por ideas fijas y dogmáticas pierden la inteligencia y desarrollan odio y que el horror cuando se desmadra se salta todas las barreras de la compasión y del amor fraterno y que por eso las guerras civiles separan familias y destrozan las relaciones humanas, que los buenos gobernantes nunca hacen guerras, sino que construyen la paz entre las diversas ideas y sectores sociales diversos.
A ellos, a esos abuelos providenciales, les debo lo mejor de mis raíces. Y estoy segura de que el 1O habrían ido a votar. Es posible que hubiesen votado NO, pero no estoy muy segura, sobre todo sabiendo como eran y viendo qué clase de gobierno machaca a los españoles de todas las autonomías, y sus pro-vincias, otro término heredado del Imperio romano, que deberíamos borrar de nuestro vocabulario. Pro-vincia, pro-vincis, se llamaban las tierras conquistadas e incautadas que pasaban a ser propiedad de los vencedores de las guerras, el sentido completo es "botín para los que vencen". Tiene todo el sentido que ese concepto se haya perpetuado en el caciquismo y en el abuso institucionalizado de la propiedad privada, que por acumulación da lugar al concepto territorial de "patria" unido al estamento patriarcal que exuda el poder. Lejos de ser positiva y liberadora, la idea de patria es inicua: la materialización emocional de la demagogia y de la manipulación de masas al servicio de los dueños del poder. La patria es la mayor desigualdad alabada por todos que podríamos imaginar. No es concebible una "patria" sin ejército. ¿Por qué creéis que será? En caso de conflicto salvapatrias ¿quiénes combaten, quienes salen a luchar frente a frente y mueren como chinches o se quedan lisiados, o pierden sus trabajos y sus casas, los jararcas, los ricos, los altos cargos? ¿o los pobres, los trabajadores de a pie, los panaderos, los agricultores, los artesanos, los maestros, los médicos o los mecánicos? La patria necesita sangre, como los vampiros, pues vampiros son los caciques que se la comen viva hasta que la matan. Menos patria bulímica y oligócrata y más fraternidad sin recortes.

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