El pacto del PSOE con Ciudadanos reviste especiales
características que, poco a poco, se van revelando a medida que pasa a
cumplir nuevas funciones. El texto de un acuerdo tan prolijo y tan
detalladamente elaborado, en cuya redacción los dos partidos, según
confiesan los equipos negociadores, se emplearon a conciencia -¡quién lo
diría mientras aún se confiaba en que fuera verosímil la posibilidad de
un pacto por la izquierda!- no se limita a ser el objeto de consenso
entre dos partidos que pactan apoyar al candidato socialista a la
presidencia del gobierno, sino que dicho acuerdo desempeña otras
funciones antes no explicitadas, una vez pasado el capítulo de una
investidura que se pronosticó imposible a la vista de las circunstancias
concurrentes. Entre esas funciones hay una que destaca sobremanera en
la nueva fase política, la que ha quedado abierta hasta el próximo 2 de
mayo como fecha límite para convocar nuevas elecciones si entretanto no
hay otra propuesta de investidura que pudiera resultar exitosa, y esa
función no es otra que la de servir de blindaje al mismo PSOE
-autoblindaje, podemos decir- para bloquear toda posible deriva a un
pacto por la izquierda que, por fuerza en tal caso, habría de contar con
Podemos.
A sangre y fuego, como se diría en épocas
de cultura épica y mentalidad heroica, fue rubricado el pacto que Pedro
Sánchez, como Secretario General del PSOE, y Albert Rivera, como líder
de Ciudadanos, firmaron en el Congreso de los Diputados con sobredosis
de ritual. Muchos pudieron pensar que la ceremonia era de una
ostentación excesiva, mas eso era plausible como apreciación crítica si
sólo se tenían en cuenta las inmediatas sesiones de investidura. Si, por
el contrario, se constata ahora que el pacto había de tener un más
largo recorrido por caminos otrora inescrutables, entonces se entiende
mejor la sobreactuación en la sala Constitucional del Congreso. Se
estaba firmando una estrecha alianza para acometer sin fisuras la
procelosa etapa que habría de venir. Ello exigía que el pacto, por más
que contuviera elementos de factura neoliberal -además del espinoso tema
de la supresión de las diputaciones provinciales-, muy hábilmente
introducidos por Ciudadanos en el documento que el PSOE también asumiría
como propio, quedara sellado para el futuro inminente como documento
inamovible. No se iba a decir a los interlocutores de izquierda que no
había nada que hablar, pues eso sería más que incorrecto, pero sí parece
que estaba previsto que el pacto firmado operara como dique compacto
para frenar todo deslizamiento hacia la izquierda, salvo la hipótesis de
que desde esa izquierda plural alguien lo acepte, con algún añadido
para dar cobertura a la correspondiente abstención.
Ahora se puede entender que el pacto en cuestión se
ofreciera en bloque a Podemos, Compromís e IU, en una especie de oferta
de todo o nada, amparada en que el acuerdo puede enriquecerse, mas no
modificarse en nada sustancial -según parece, ni siquiera en la ya
mencionada controvertida cuestión de las diputaciones, por más que
muchas voces oficiales del PSOE montaran en cólera por el asunto-.
Fraguado con la derecha -nunca se ha dejado de reconocer que Ciudadanos
es derecha-, el pacto se presenta, antes y después, a una izquierda que
para nada ha participado en su gestación, por lo que no cabe esperar que
sin más lo acepte. El pétreo dique funciona: no hay acercamiento en
serio a una izquierda a la que por otra parte se le acusa de mantener a
Rajoy en el gobierno por coincidir con el PP al votar "no" a la
investidura de Pedro Sánchez como presidente del gobierno. La acusación
en este sentido, no por mucho enunciarse gana más credibilidad, y en
todo caso se mueve en un nivel de análisis político que se sitúa bajo
mínimos, redundando en considerar al mismo parlamento como mero lugar de
sumas y restas de votos como si fueran productos mecánicos sin
significado político. Ni siquiera declarado eso en relación a Podemos,
tal cual insistentemente se dice para supuestamente poner a ese partido
contra las cuerdas de la contradicción que se le achaca, gana fuerza
como argumento serio. Lo sabe la misma ciudadanía, la cual, por otra
parte, puede sentirse más que incómoda con gestos y palabras de Pablo
Iglesias dentro y fuera del hemiciclo que, amén de ser innecesarios para
reforzar las posiciones políticas de Podemos, las opacan con el
desplazamiento a delicadas cuestiones que no merecen ser tratadas con
insidiosas alusiones a la "cal viva" que en su día fue arrojada sobre
los cadáveres de presuntos etarras que fueron asesinados contra todos
los principios que deben imperar en un Estado democrático de derecho.
Desafortunadas alusiones de Pedro Sánchez a las opiniones vertidas por
Iglesias con motivo de la salida de prisión del dirigente abertzale
Otegi no justificaban traer a colación una impertinente asociación de
ideas entre la figura del presidente González y los GAL y sus prácticas,
calificadas como de "terrorismo de Estado". Todo ello tensó el debate
de la manera más perjudicial de cara a retomar conversaciones en verdad
encaminadas a procurar el pacto de izquierda por el que muchos hemos
abogado.
Si es cierto que las sobreactuaciones de
Podemos han dado motivos a que desde el campo socialista se interpreten
como señales de que no había voluntad de pactar con el PSOE, sorprende
por otra parte que actuaciones de Rivera desde Ciudadanos no hagan mella
en la credibilidad que se le otorga. El líder del partido naranja no se
ahorró decir, recién consagrado el acuerdo al estampar su firma junto
con la del candidato socialista, que en verdad le da igual un gobierno
del PSOE que del PP, como no se anduvo por las ramas para negar que en
lo suscrito se incluyera derogar la reforma laboral vigente. Pero, con
el paso de los días, asistimos estupefactos a cómo Rivera le dice en la
cara a Sánchez que el acuerdo está vigente, pero no su condición de
candidato a la presidencia del gobierno, al no haber ya encomienda del
Rey para investidura alguna. Podríamos mencionar otros desagradables
desplantes y otras malévolas correcciones a la literalidad del acuerdo
que una y otra vez se lanzan desde Ciudadanos, pero todo parece
reducirse en este caso a sapos que tragar para mantener un pacto que ha
de seguir operando como dique de hormigón resistente a todo intento de
ser horadado desde la izquierda. Cabe pensar que el diseño de su
compacta construcción arrancó de aquel Comité Federal del PSOE en el que
se le pusieron a su Secretario General tales condiciones para pactar
con Podemos que eran en verdad condiciones de imposibilidad respecto a
cualquier intento en esa dirección. De nada sirvió recordar, como
algunos seguimos haciendo, que no es cierto que Podemos sostenga
planteamientos independentistas por más que propugne un referéndum para
Cataluña. Sobre cuestión tan crucial todo dice que puede hablarse, pero
no parece que haya voluntad política para ello. A contrario, sí se ha
dejado atrás en el acuerdo con Ciudadanos el propugnar en serio la
reforma federal del Estado que el PSOE venía proponiendo con notable
énfasis.
No hace falta que desde la dirección
socialista se abunde en que las actuaciones en curso quedan
circunscritas a lo que la militancia respaldó con su abrumadora
respuesta afirmativa a la pregunta que se le hizo sobre política de
pactos. Los hechos muestran que, como argumentamos los que dijimos "no",
la pregunta, con su imprecisión y ambigüedad, se prestaba a una
respuesta que sirviera para cualquier cosa. Si hoy desde el PSOE
seguimos abogando por un pacto de izquierda, abierto a formaciones como
el PNV -y así las cuentas pueden salir-, es por considerar, desde el
respeto al resultado de la consulta aludida, que el papel que se le está
haciendo jugar al pacto con Ciudadanos quedó turbiamente escondido en
la pregunta que se formuló, máxime si a la postre resultara una
sofisticada cobertura para derivar hacia un pacto por la derecha que
terminara en alguna variante light de la llamada "gran coalición". Como
queremos seguir pensando que no nos veremos en tal tesitura, tan
negativa para el futuro del proyecto socialista como para el porvenir de
España, por eso manifestamos nuestras reservas críticas ante lo que
vemos y oímos. Por la derecha no fragua la alternativa necesaria.
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Aunque no lo parezca, aún queda lucidez en el Psoe. Bendito J.A. Pérez Tapias.
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