viernes, 18 de marzo de 2016

Nos vigilan, bueno, ¿y qué?



Las filtraciones de Snowden fueron el detonante que han terminado anulando Safe Harbor
Protesta en el parlamento europeo contra la persecución a Edward Snowden


La noche del domingo no pegué ojo tras ver a Edward Snowden en ‘El Objetivo’, y este lunes no he podido probar bocado después de leer la entrevista en eldiario.es. Así llevo más de veinticuatro horas: insomne y con el estómago encogido. Escandalizado por lo que hacen los gobiernos y las compañías de comunicaciones. Concienciado en proteger mi intimidad a partir de ahora. Y dispuesto a sumarme a cualquier iniciativa para denunciar a quienes nos vigilan sistemáticamente.
No, no es verdad. El domingo dormí a pierna suelta, y el lunes comí mientras leía la estupenda entrevista de Marta Peirano. Mi escándalo se consumió en el bar de la esquina con un par de indignadísimas cañas. Mi concienciación se esfumó a la hora de descargarme una nueva app (“he leído y acepto las condiciones de uso”, clic). Y mi disposición a denunciar, bueno, hay tantas injusticias en el mundo que uno nunca sabe por dónde empezar…
Hay algo que me impresiona más que todas las revelaciones que puedan hacer los Snowden y Assange habidos y por haber: la indiferencia que nos provocan. Nos vigilan, comercian con nuestros datos y metadatos, disponen de “la historia secreta de nuestra alma” (Snowden dixit), pero nos importa un bledo. A mí el primero, eh.
Si de pronto supiéramos que los servicios secretos entran en nuestras casas cada noche, mientras dormimos, y lo registran todo a fondo, nos espantaríamos, protestaríamos. Pero que puedan pasearse por nuestra “alma” en forma de llamadas, correos, navegación y metadatos a tutiplén, no pasa nada. No sé, puestos a temer, yo a veces preferiría que me viesen dormir y me registrasen la mesilla de noche antes que mis huellas electrónicas.
Nuestro argumentario para convivir con todas esas revelaciones es muy pobretón, pero nos da para seguir tirando: “Es por nuestra seguridad”, aunque una y otra vez se demuestre que son otro tipo de medidas las que han impedido atentados en los últimos años. “En realidad no tienen capacidad para procesar tanta información, que la guarden no quiere decir que la revisen”. Claro, claro. Hacemos búsquedas en milésimas de segundos entre millones de resultados en Google, pero creemos que las agencias de seguridad trabajan con becarios leyendo correos y escuchando grabaciones una por una.
Ah, y mi favorita: “Total, yo no tengo nada que ocultar”. Vale, pues déjame un rato tu móvil y tu ordenador, que quiero curiosear un rato. ¿Ah, que no?
Oímos a Snowden y lo primero que se nos ocurren son chistes y memes sobre el porno que vemos en el portátil. Sabemos que las mismas empresas que nos cobran por sus dispositivos y servicios, sacan además un beneficio extra con nuestros datos y metadatos, pero qué le vamos a hacer, la intimidad es una cosa del siglo XIX, renunciar a ella es el precio a pagar por disfrutar de chismes tan prodigiosos. Baratísimo, oiga. Y lo de 1984, mejor lo dejamos, que ya cansa escucharnos repetir eso de “la distopía de Orwell se ha hecho realidad”. Mejor te haces una camiseta graciosa sobre el Big Brother.
Viendo lo poquísimo que nos importa sabernos hipervigilados, sospecho si en realidad, además de monitorizar las comunicaciones, no entraran también en nuestras casas de noche: para echarnos algo en la bebida. 

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Tienes más razón que un santo Isaac Rosa. Esa indignación, repelús o rabia sorda, la padecemos todas y todos ante el atropello de la indecencia cotilla y desvergonzada de mindundis a sueldo del poderío forring office. Y en esas tesituras tenemos que elegir entre las razones inmateriales y dignísimas y las más materiales y, creo, que igualmente dignas, como son el pragmatismo y el aprender a no amargarse la vida por algo que escapa al control de una sobre los acontecimientos que desbordan la capacidad de reacción inmediata. Lo cierto es que aunque queramos parar ese dislate delincuente no podemos hacerlo desde nuestra vida cotidiana tal y como se estila "vivir"; sí podemos, en cambio, y deberíamos exigir a nuestros portavoces políticos y jurídicos, con la misma intensidad con que exigimos el respeto al trabajo, a la salud, a la vivienda y a la educación, que trabajen a fondo para que se consiga un acuerdo universal que obligue a los Estados a regular la mangancia comunicativa y el uso de la información, al mismo tiempo que se va desarrollando una conciencia liberadora del consumo y de la adicción a los cachivaches parlanchines y fisgones y a las redes chismosas en las que mientras se esté enganchado a ellas es imposible controlar el nivel de cotilleo y de sus daños colaterales. 
No sé como solo se nos ponen los pelos de punta con las declaraciones de Snowden y no pasa nada cuando se suicidan personas que se han sentido acosadas en las malditas redes de pesca on line por canallas, desaprensivos y hasta por mafias grupales invisibles arropadas en tecnología informativa y controladora que operan con toda impunidad haciéndolas de todos los colores. Entre los mismos fans de Podemos, por ejemplo, existen hackers de lo más puesto que hacen desaparecer de las redes lo que no le va bien al look de su partido, que espían y hacen seguimiento a los que dan el cante de la crítica o de la "peligrosa" diversidad, también el pp hace de las suyas en el mismo plan. 
Se está creando entre todos un monstruo, un tiranosaurio global, que está convirtiendo las comunicaciones en Jurasic Park. Si lo dices, te convertirás en un conspiranoico y si te callas, en un cómplice. ¿Qué se puede hacer ante este maremagnum desatado? 

Cada uno hará lo que considere mejor para sí mismo, dependiendo del nivel de conciencia de cada cual, mientras los Estados no muevan pieza legislativa y sigan haciendo el juego del espionaje a todo hijo de vecino. Lo que tampoco es garantía de que no se conviertan en otro Gran Hermano universal con determinación política y jurídica además de económica y acaben por montar del todo un sistema de campo de concentración informatizado vía satélite, en cuyos comienzos ya andan. El móvil, ese objeto de deseo y de adicción que ya es parte casi orgánica de los cuerpos humanos, es en realidad un busca que marca constantemente con una señal luminosa y acústica, el lugar donde estás, a no ser que lo lleves no solo apagado, sino descuartizado en el bolsillo, el aparato separado de la batería. Es además un canal natural de wifis varios, por medio de los que cualquiera que desee espiar puede hacerlo vía wifi y con antenas ad hoc,  desde cualquier lugar próximo o no tan próximo. Por ejemplo, en pisos contiguos cuya separación sea un tabique, el suelo o el techo. O desde un coche aparcado cerca del lugar espiado. Y lo mismo pasa con cualquier conexión a internet, sea fijo o portátil. 

Lo más patológico e indecente es que todo ese tiberio mafioso y absolutamente prescindible si se quiere estar equilibrado y conservar la libertad, la intimidad y la dignidad, lo estén pagando y manteniendo las propias  víctimas, que con el consumo ávido de innovación, están convirtiéndose en la nueva esclavitud a tiempo completo, que hace millonarios a los manipuladores y arruina a los manipulados que no dan abasto para mantener tanto trasto carísimo que cada tres meses se queda antiguo y necesita renovarse con más aplicaciones. Pasa lo mismo con los coches. Nos venden ambos objetos como una invitación a ser más libres, porque los podemos llevar a todas horas encima o nos permiten movernos a todas horas y por todas partes, pero ¿a qué precio? Al de nuestro tiempo, nuestro trabajo, nuestro espacio vital y nuestros recursos, que si fuésemos libres de verdad, podríamos emplear en cosas mucho más formativas, agradables, serenas y gozosas. ¿Cómo sería el mundo y cómo estaríamos de bien si el pastón que le le regalamos a Orange, Movistar, Vodafón, Jazztel, a Apple o a Microsoft y etc, etc...lo empleásemos en construir lo que de verdad necesitamos para crecer por dentro, para compartir con quienes están peor, para emprender proyectos que recuperen el arte de manejar las manos para escribir con belleza, dibujando letras con significado, modelando el pensamiento en la materia, poniendo el espíritu humano por encima de esa ciencia que ya sólo es mecánica para reproducir, mucho más que inteligencia creadora y no manipulando armatostes mecánicos que acaban manipulándonos a nosotros, en cultivar lo mejor, lo más sencillo y lo más sabio, por ejemplo, la tierra que nos nutre, en vez de asfixiarla con los residuos de tanta voracidad sin sentido? Si despertamos comprendemos que nuestra actividad diaria puede convertirse en un sabio y gozoso mandala liberador, haciendo delicadas manufacturas con lo perecedero, convirtiendo el polvo de colores de lo mediocre en hermosas creaciones, que se van disfrutando y regalando a la vida sin ánimo de lucro, gozosos por dentro hasta en la dificultad y el enfado, y que una vez terminadas, se deshacen con un soplo, se desprenden y vuelan en el vacío de la ligereza inteligente que mueve el mundo. Libres de apegos ansiosos y de  afán de poseer y controlar todo lo que se hace, como un bien propio. Es ese apego el que nos hace violentos, peleones, miedosos y desconfiados, el que nos quita la posibilidad de desarrollar una inocencia sabia y transparente.

Personalmente, creo que la misma información que nos llega para decirnos que estamos controlados, forma parte del mismo juego de distracciones encadenantes, en el que seguimos siendo peones en el tablero de los tiranos del siglo XXI. Moscas aprisionadas en el bote de miel tóxica, incapaces de escapar, no porque no podamos hacerlo, es que la miel es tan dulce como pegajosa, y engancha igual que  el tabaco o todo lo que da colesterol de baja densidad. 

Solo empezaremos a ser libres cuando todo eso nos importe tan poco que ya no lo echemos de menos si no lo tenemos a mano. Cuando recuperemos el placer de la libertad como contestación a la esclavitud en cualquier formato. Cuando comencemos a experimentar que el bienestar es mucho más que el mal-tener lo que en realidad no poseemos, ni vale tanto como quieren aparentar sus mercachifles, porque es eso mismo lo que, valiendo mucho menos que nosotros, nos posee, entonces iremos comprendiendo quienes somos y lo poco que se necesita y lo mucho que nos sobra para ser verdaderamente eso a lo que todas las ideologías, filosofías y religiones aspiran: felices, libres y despiertos; dicen por ahí que el hombre es un ser de deseos, parece que más bien sea un ser infantilón, receloso de lo mejor y confiado con lo peor, de adicciones sin control, en las que pierde su esencia y en las que solo sabe ejercer dos roles inseparables: amo o esclavo, vencedor o vencido, jefe o súbdito. Explotador o explotado. En eterno conflicto o/y en Babia sempiterna. 

Según entiendo, me parece que lo más práctico, sensato y discretamente feliz, en una situación intimidadora y metomentodo como la que vivimos, y sin que podamos hacer nada individualmente contra lo que hay, es prescindir de toda necesidad impuesta por las modas, por la publicidad, por las consignas, por la invasión mediática, ir creando una distancia crítica efectiva de supervivencia entre el fenómeno y nosotros, entre lo que pensamos y sentimos dentro de nosotros y las etiquetas que nos pretenden colocar y vender desde fuera para que nos sintamos clasificados y en "orden" de perfecto consumo, para poder ser consumidos y consumados a la vez.  

Por eso, personalmente, he decidido que paso del miedo que nos quieren inocular a base de impactos paralizantes; porque no hay nada que paralice la inteligencia tanto como la mezcla entre la rabia y el miedo con "razones" que son falacias. Si ese miedo no fuera la vacuna contra la libertad, ni siquiera sabríamos que existen Snowden y Assange. Y si no les interesasen y todo lo que cuentan no jugase a favor de su sistema, ya los habrían liquidado. A este mundo no lo enferman los chismes, la violencia y el miedo, que son sólo los síntomas de su mal funcionamiento. No se está enfermo porque hay dolor, más bien hay dolor porque se está enfermo. Y la curación empieza por valorar más y dedicar más tiempo y espacio a la salud que a la enfermedad, a la felicidad de lo simple, mucho más que a la complicación de lo infeliz, a la liberación de los propios fantasmas más que al consumo ciego de las fantasmadas que nos venden. 

Es evidente que solo sin tener nada que ocultar se es libre y los tiranos nunca podrán chantajear y amenazar con revelar secretos que no lo son; que reduciendo la dependencia consumista nos liberamos de la tiranía de los mercados del poder que nos explota y nos deja las neuronas a ralentí; jamás se puede ser libre con miedo  a que se descubran posibles oscuridades vergonzosas en nuestra vida. Sólo se esconden quienes temen que se vea como son en lo oculto. La libertad real no consiste en hacer nuestro capricho sin tener en cuenta las consecuencias, sino en tener una conciencia despierta que nada ni nadie puede encarcelar, ni limitar ni reprimir. 
Claro, que eso requiere un trabajo interno; pero ¿hay peña dispuesta suficiente para poner en marcha esa insumisión? Nunca la habrá si una misma no la  pone en marcha en el día a día y si una lo hace, es que es factible y cuando algo es factible en el mundo no es cosa de uno solo, sino de un tejido consciente vivo e inteligente que mueve energía en sincronicidad. Lo mismo para lo bueno y lo positivo como para lo contrario; así que si no alimentamos  la inercia del nihilismo depredador, podremos dedicar nuestro empeño a desarrollar el Ser que genera en nosotros la vida y el cambio. El Ser que somos en realidad.Es el estado íntimo que irradia, que le da sentido a lo que hacemos y sin cuya cooperación no es posible conseguir algo que valga la pena.

Si en los menos evolucionados hay ganas de espiar, debe haber libertad para no alimentarlas en los que han decidido evolucionar y superar esos estados de grandes cantidades y pésimas y escasas cualidades.

Para ir abriendo boca se puede releer "Momo", la fábula de Michael Ende, que muchos se han tomado como un cuento infantil porque la protagonista es una niña; pero es la conciencia humana sorprendida y acosada por los hombres grises deshumanizados que se fuman y vampirizan la vida de los que aún son humanos y se dejan embaucar.

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