Nadie puede dudar de la libertad de expresión norteamericana ni de la pluralidad de sus medios de comunicación y, sin embargo, parece que Trump ha sido capaz de manipular todo ese entramado sin mayores dificultades. Poco a poco, muchos canales de televisión y publicaciones americanas se preguntan qué ha sucedido para que lo que les pareció una bufonada se haya convertido en un problema tan serio.
La respuesta a la que llegan es evidente: precisamente el error ha sido considerarlo una bufonada y atacar o reírse de Donald Trump, en lugar de actuar frente a él con la misma profesionalidad que frente a cualquier otro candidato. Con Trump han sobrado, como sucedió en su día con Berlusconi y como está sucediendo en muchos países de Centroeuropa, las caricaturas, las risas y los ataques insultantes y han faltado, de manera espectacular, las investigaciones profesionales, serias y a fondo, sobre sus actividades económicas, su vida particular y su entorno.
¿Qué modelo es el que propone Donald Trump y el de la mayoría de los líderes populistas, centroeuropeos o no? Generalmente, una democracia en la que se celebran elecciones pero en la que no se cuidan los otros elementos imprescindibles en las democracias liberales, la rendición de cuentas, el equilibrio de poderes, el respeto a las libertades civiles, la libre expresión o la libre difusión de ideas. Ignoran a las minorías y se burlan de la legalidad institucional, aludiendo a lo que el profesor Pappas denomina “mayoritarismo”, que ellos mismos dicen representar. Donald Trump suele llamar “chusma” y “miserables” a los periodistas y estos reaccionan como si se tratara de un espectáculo de entretenimiento, se enfadan y protestan, pero contribuyen entusiastamente al show, como no hacen con ningún otro candidato. Desde luego, no con Hillary Clinton, por ejemplo, a la que se investiga una y otra vez, del derecho y del revés.
El error ha sido reírse de Donald Trump en lugar
de actuar frente a él con la misma profesionalidad con la que se actúa
frente a cualquier otro candidato
Hay que tomarles muy en serio. Examinar minuciosamente lo que dicen y hacen. Investigar sus antecedentes, sus escritos, sus negocios y sus fortunas. Nada de artículos coloridos, llenos de divertidas anécdotas. Nada de cubrir una tras otra sus frases más tontas u ocurrentes. Nada de esto tiene gracia. En la medida de lo posible, decía Albert Camus, uno tiene que negarse a estar del lado de la plaga.
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Ahí le has dao, Soledad Gallego-Díaz. En todo lo alto. Gracias.
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