lunes, 14 de marzo de 2016

La voz de Iñaki


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No en mi nombre

EL PAÍS  

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Según me cuentan en directo desde Alemania el clima, más que de radicalización de la ciudadanía hacia la extrema derecha, -que está haciendo mucho ruido- es de profunda división. Este fin de semana se han multiplicado las manifestaciones en ambos sentidos: a favor y en contra en el tema de la acogida a los refugiados. Y parece que es la tónica general de toda la sociedad europea, e incluso, de la norteamericana, donde hasta ahora todo se dilucidaba entre republicanos y demócratas y ahora, por primera vez en su historia ha surgido un partido socialista que con el candidato Sanders  pisando los talones de Hillary Clinton, está demostrando que sí, que hay un cambio importante, también en el corazón del imperio de la pela y de los trucos financieros, que se llena la boca de una libertad que solo pueden disfrutar las minorías multimillonarias que privan al prójimo de dignidad y de derechos reales, puesto que hay un desamparo social enorme y, a la hora de la verdad, las mismas desigualdades y atropellos que en Zambia o en Mali, por ejemplo. Los pobres atropellados no pueden pagarse abogados que les defiendan, como aquí mismo sucede ahora. Y solo quienes disponen de medios suficientes se pueden pagar una atención sanitaria o una pensión que les permita vivir. En fin. Su sistema expansionista y aniquilador ha contagiado a Europa, que ya ha perdido los papeles y la vergüenza, cayendo a un nivel ínfimo de moral social y humanitaria. 
Es tremendo que la deshumanización europea tenga su base más beligerante en los países del Este, donde el socialismo "real", o sea, el comunismo, fue durante más de medio siglo XX el sistema 'pedagógico' social. Da mucho que pensar, que una sociedad que sufrió presiones y falta de libertad, y de la que escapaban diariamente los ciudadanos  para refugiarse en Occidente, donde se les acogía con todo respeto, ayuda y cariño, ahora sea tan dura y sin entrañas con los refugiados, que llegan en peores condiciones aún. Esto demuestra que no son las ideologías políticas las que llevan la voz cantante, sino el criterio de los individuos, el grado de conciencia despierta o dormida que tengan, para funcionar desde unos valores recibidos en la educación, pero sobre todo, percibidos en la realidad del entorno en que se vive. Valores o contravalores que a lo largo de la vida influirán en todo lo que hacemos potenciando y orientando nuestro libre albedrío, en un sentido o en otro. 

Curiosamente, el rechazo a los refugiados nos llega a la vez desde la extrema derecha y desde el pseudo cristianismo más católico y rapaz. Es imposible olvidar en boca del arzobispo de Valencia, que los refugiados "no son trigo limpio". En cambio Camps es tan ejemplar  'trigolimpio' que ha presentado su tesis a golpe de avemaría y bendecido por su reverendísima e ilustrísima eminencia experta en trigales impecables y espigas aseadas. 
El tejido social se impregna de esa incoherencia, de dobles vidas, de entuertos inmorales disfrazados de ritual y dogmas "sensatos". De una simplificación torrezna para  imponerse  y de una complicación alambicada y retorcida para justificar lo  injustificable a base de leyes que fundamenten el egoísmo atroz como derecho y prebenda. Y en esas aparece la hecatombe humana, como resultado de unas políticas infames, se caen encima los escombros del edificio-chapuza que se ha dado en llamar "civilización", y esos escombros son nuestros hermanos desheredados, de segunda y tercera división, de regional desportillada y los entrenadores y los ejecutivos de los equipos de primera, miran para otro lado. No quieren verlos. Pero desde las gradas el público, dividido, grita justicia, acogida y cuidados básicos o indiferencia y rechazo violento, no vaya a ser que los mendicantes les quiten lo suyo. Una Europa así, incapaz de ser simplemente humana, es un fiasco. Una vergüenza.
Me abochorno de ser europea. Y si se cometen estas atrocidades, será en  nombre de los euro-genocidas del siglo XX, en el de Hitler, Franco,  Mussolini y Stalin.  
No en el mío, desde luego.

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