lunes, 28 de marzo de 2016

El mundo no se arregla a hostias


Bélgica prolonga la detención de uno de los sospechosos de participar en atentados de París
EFE 
 
Me cuesta dividir el mundo en buenos y malos. Al final solo suelen quedar las víctimas y los verdugos, en el aeropuerto de Bruselas o en un estadio de Irak. Tampoco sé arreglarlo a hostias como sugieren ahora algunos intelectuales y corresponsales en guerras libradas con ardor y coraje desde los bares de los hoteles.
Escucho y leo a todos esos analistas y estudiosos que culpan a la generosidad de nuestros programas sociales, o a nuestra blandenguería a la hora de defender la supremacía de los valores que hicieron de Europa la mayor colonizadora, expoliadora o esclavizadora de la Historia. Asumo que el equivocado debo ser yo al intuir en semejantes discursos el aliento de la xenofobia, el racismo y el odio que siempre crecen tan vigorosos cebados por el miedo. 
Debo ser muy ingenuo y muy débil porque no puedo dejar de preguntarme qué podríamos haber cambiado si en lugar de venderles armas, dictadores y muerte a los países y pueblos con quienes nos han declarado en guerra hubiéramos compartido sólo un poco de nuestra democracia decadente y viciada por tanta molicie y abundancia. Desconozco si encender velas o rezar sirve para algo o da miedo, pero sí sé que al menos no matan a alguien como las patadas, los tiros en la nuca y las hostias en nombre de la libertad. 
Veo y oigo las informaciones y denuncias que descubren los agujeros y errores en la lucha contraterrorista o en la colaboración entre policías europeas. Salen los ministros en tromba a dejarnos claro que la culpa es de los otros países y de los otros ministros. Debo ser muy raro por qué pocos parecen preguntarse lo mismo que yo: cómo resulta posible semejante desastre justo en este momento de nuestra historia reciente, cuando hemos renunciado a más derechos que nunca a cambio de una seguridad que, al parecer, no podían asegurarnos como nos habían asegurado.   
Vuelven a hacer sonar los tambores de la guerra. La misma guerra que hace apenas unos días íbamos ganando porque el Estado Islámico perdía socios, territorio y asesinos y ya no tenía a quien vender su barato petróleo. Justo a tiempo de evitar que empecemos a preguntarnos si no será realmente una guerra, o si la estaremos perdiendo, nos informan de otro gran éxito militar: nuestros heroicos drones han matado a otro jefe de los malos. El derecho internacional se ha convertido en un vídeo juego bélico.
Las noticias de la nueva Guerra Santa preceden a las inquietantes informaciones sobre las ingentes mareas de refugiados que hablan diferente, rezan diferente o viven diferente y aguardan ansiosos e insaciables al otro lado de los muros y las vallas que custodian nuestra libertad y nuestro bienestar. Será casualidad. Pero ni lo parece, ni creo en ella. Las coincidencias suelen ser las armas preferidas de los cínicos.

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No eres el único raro, profesor Losada. Somos muchísimas y muchísimos los y las que que tampoco encajamos en la lógica destroyer de la guerra por fascículos de bombas al por mayor. De drones despendolados, que, en plan minipimer,  lo mismo te infectan la atmósfera de bacterias y porquerías, que se cepillan a los jefazos de los malos, que nunca son nuestros malos, sino los malos ajenos. 
Yo diría que somos cada vez más los desencajados en este régimen turulato y cruel, porque ya se van encargando los capitostes de impulsar el movimiento antídoto de la repulsa y del asco. Gota a gota. Noticia absurda a noticia demencial. Así como antaño en las huchas de la Santa Infancia, céntimo a céntimo íbamos ahorrando para el bautizo de un negrito, de un chinito ,de un indito o de un filipinito...a ver si con tanto remojo sagrado los íbamos "civilizando" y llevando al buen redil de nuestra maravillosa cultura imperial, así va el mismo goteo del destarife en la actualidad. Ya ves, que poco nos preocupaba que al mismo tiempo se bautizasen los Rockefeller, los Reagan y los Thacher, los Donald Trump o los Le Pen. O los Berlusconi. O los Aznares y Botellas, Barberá, Fabra, Cotino, Aguirre, Cospedal, Mariano, el del código registrador de tantas propiedades en "b". Y tantos y tantas etcéteras...

Nos han empaquetado al mismo tiempo los valores y las contramedidas  antivalores, el método para destrozarlos cuando empiezan a dar pellizquitos de monja en la conciencia, puñaladas traperas en el alma o atentados por la calle.   Ya lo decían en mi infancia: la caridad bien entendida empieza por uno mismo. Pero la guerra bien entendida siempre empieza por el otro, con lo cual la coartada es perfecta y la guerra simple defensa propia, justificadísima, para más inri, porque ya puestos, ese "uno mismo" se va extendiendo a unas pertenencias, dineros, bienes, casas, tierras, materias primas, países, continentes, y ya ¿para qué poner límites? ¿Cómo podría amar a ningún prójimo igual que a toda esa cantidad desorbitada de mí mismo? No queda hueco para nadie más. 
A lo mejor la solución pasaría por darle la vuelta al proverbio tradicional y conseguir amarse a uno mismo como ama  al prójimo, a ver si así, alterando el orden de la atención, el resultado es menos heavy y más equitativo. Vamos, digo yo...Se puede intentar. Algunos y algunas ya lo hacen. Y para practicar, en vez de pasarse unas vacaciones chupicanely en las Canarias como Merkel y Cameron, han preferido irse a las fronteras griegas lindantes con el apocalipsis en vivo y en directo, y a ver si, al menos, consiguen amarse tanto como al prójimo. No es mala receta para acabar con las guerras, ir a abrazar y a dar de comer y de vestir a sus víctimas, en vez de hacerlo a base de limosnas tapa agujeros a distancia. A las víctimas de este Occidente tan civilizado e inteligente como para haber edificado su prosperidad sobre cadáveres, sangre y destrucción, mientras se da golpes de pecho cantando el Agnus Dei, en misas maravillosas.
Lo curioso es que esta cultura exquisita tan nuestra y tan elegante, cuando encuentra a los voluntarios que van por libre organizados en pequeños grupos que se coordinan in situ, sin someterse a las OSGs (Organizaciones Sí Gubernamentales), les identifica como anarquistas...En fin...A lo mejor, y visto como está el patio,  ser anarquista va a resultar que es lo único decente que nos queda para gestionar la filosofía de la miseria, como escribió Prudhom y para eliminar la miseria de la filosofía como escribió Marx. Y que en el terreno que vaya quedando libre de basura, crezca el árbol de la vida regado por el amor que da lo que tiene sin esperar a cambio nada más que el bien del otro, que a la vez es el bien común.
Ya se sabe que el sistema se carcajea de esa realidad empática, compasiva, tierna y fraternal, a la que califica de blandengue y flojucha; se olvida de que es la única fuerza de resistencia resiliente, capaz de sostener la vida en este Planeta. Y ese olvido nos está saliendo carísimo.

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