domingo, 13 de marzo de 2016

¿Ilusión?, no, gracias; prefiero cosas mejores


                             Resultado de imagen de imágenes sobre la ilusión
                                                   materia zen 
                             

"...y el deber de la filosofía era disipar la ilusión nacida de una mala inteligencia, aunque por ello hubiera que aniquilar tan preciada y amada ilusión."  

 Immanuel Kant, del prólogo a Crítica de la razón pura   



Desde que comencé a participar activamente en el proceso del cambio actual, cada vez que escucho la palabra "ilusión" aplicada a un proyecto social y/o político, siento una especie de incomodidad espontánea, un desacuerdo profundo con esa euforia evanescente que tanta simpatía parece desencadenar en los círculos del cambio. A lo largo de estos años he ido analizando el porqué de esta reacción mía; en principio, se puede pensar que sea simplemente prudencia o miedo a una probable desilusión, pero no era el caso. 
No era miedo ni prudencia, sino atención a los mecanismos psíquicos que empujan en nosotros el dinamismo para poner en marcha procesos decisivos y, modestamente, creo que se confunde la burbuja de la  "ilusión" con la intención consciente de  construir el fundamento de una esperanza tangible, sintomática, racional y emotiva. La ilusión es parte de la fantasía, de lo irreal, con un sentido casi onírico, soñador, de naturaleza inconsistente, infantil e inmadura. Cuando escucho en un contexto político ese recurso facilón, más propio de los juegos de azar o de las cartas a los Reyes Magos, para entusiasmar, me vienen a la memoria con frecuencia los versos finales de Calderón en el monólogo de Segismundo en La vida es sueño:

"¿Qué es la vida? un frenesí, 
¿que es la vida? una ilusión,
una sombra, una ficción,
y el mayor bien es pequeño,
que todo en la vida es sueño
y los sueños, sueños son"  

No se trata de pesimismo, se trata de pisar el suelo y comprender donde estamos, quienes somos, qué queremos, en qué plan estamos, hasta donde queremos llegar en ese plan, con qué contamos para realizarlo, qué nos falta, cómo nos comprometeremos y asociaremos para lograr lo que decidamos, una vez reconocido el objetivo personal y social al que queremos dar forma y dinamismo hasta materializarlo. 
No basta con que un grupo político determinado, por muy estupendo que sea, nos venga a ofrecer soluciones a base de "ilusión" inoculada a la que otros ya han dado forma, hinchando los globos de la propaganda previamente y contando con ese potencial de arrastre ilusorio aplicado a las masas para encender sus expectativas. Igual que se enciende una estufa o se enchufa una plancha. No es ilusión lo que necesitamos sino conocimiento, profundidad personalizada que crece con el contraste y con el debate, con la escucha recíproca, es entusiasmo animoso por lo que vamos descubriendo y realizando, por cada paso que damos. Y compartimos. Por cada certeza que descubrimos y cada duda que disipamos al descubrir que es posible una realidad distinta, no un sueño postizo que nos ofrecen como posibilidad si votamos aquí o allá, es una potencia que rompe la inercia de las recetas previas, de los "siempre ha sido así", aunque también se puede recurrir a ellas parcialmente, con flexibilidad y sin prejuicios, cuando sea necesario. Y no por programación autómata, porque antes salió bien, sin ver que ahora no se está en las mismas condiciones de antaño y tal vez haya que reinventarse a sí mismos para poder crear otras formas de ser, de estar y de funcionar. 

Pensando en todo esto, hoy me he puesto a repasar a Kant y ya en la segunda página del prólogo a su Crítica de la razón pura, he tropezado con la frase que encabeza este post. Me ha dado la clave. Cuando la ilusión, que nunca es una realidad tangible, sino una elucubración de deseos y fantasías, se apodera de nuestro imaginario, nos perdemos de nosotros mismos, se nos evapora la fuerza que necesitamos para dar forma a la realidad. Y digo "imaginario", porque la imaginación es una herramienta básica para dar forma a los proyectos y a los deseos. Es parte activa de nuestro potencial intelectivo, es ya una creación en movimiento, no es un resultado, como la "ilusión" que fabricamos o nos venden, o que fabricamos a partir de lo que nos vende la "ilusión" ajena. La imaginación es la fábrica de la intuición y el telar que teje la materia visible del pensamiento, es el canal de la creatividad. 

Por eso, la filosofía, que no es especular con teorías intangibles, sino construir y dar forma al conocimiento en la vida cotidiana, recomendaba, según Kant, liberarse de inutilidades y distracciones "disipando la ilusión de una mala inteligencia", de un confuso y entorpecedor entendimiento desorientado, disipando los humos enrarecidos de esa misma "preciada y amada ilusión". El apego a ella no permite apreciar la realidad cognitiva, nos deja inermes, indefensos y perdidos en un círculo vicioso de euforia y falsas percepciones subjetivas. La vida que para sentirse a sí misma como tal vida solo es sueño, fantasía e ilusión, no es vida real, es un colocón  momentáneo y dependiente del estímulo que "nos pone" y que no tiene más fundamento que la vida-ficción, a la altura de una película, que existe mientras se está proyectando y deja de existir en cuanto se termina la proyección. ¿Qué pasa entonces? Pues que el tiempo y la energía que dedicamos a ilusionarnos y a ver pasivamente películas ilusorias en lo que soñamos y nos cuentan, no lo dedicamos al entusiasmo  constructivo para materializar los deseos y proyectos que imaginamos partiendo de un plan y un deseo concretos, que son el objetivo que se materializa poniendo en marcha el potencial que perdemos en la "ilusión" y "los sueños".  

El plano de los sueños no es material ni tiene fuerza para hacerse materia. Su  territorio es el subconsciente y en él sólo dejan huella las impresiones en los sentidos que se escapan a nuestro control, que no racionalizamos ni asumimos desde los sentimientos, que ya requieren un trabajo de síntesis entre mente y emociones.  
Una gran dificultad que nuestra especie tiene ahora mismo es la convivencia y connivencia con ese plano psíquico inconsciente, que se satura  cada vez más con la falta de atención al interior y en la pérdida de sí mediante la dispersión  en el exceso de estímulos exteriores, como por ejemplo, la atención constante a las redes sociales, a los mensajes y llamadas en el móvil que interrumpen continuamente el proceso de la atención que se presta a otros puntos importantes de nuestra actividad y nuestro reposo. En ese estado de dispersión se pierde capacidad de memoria, de lucidez, de serenidad para decidir y analizar, para filtrar, para elegir, para discernir cómo dar forma a lo que imagina la inteligencia y potencian el empuje del  deseo y el arquitecto de la voluntad. Así, teledirigidos, se pierden la autonomía y la libertad. Se deja  que los fenómenos externos sin parar, esclavicen y droguen la conciencia, ya inoculados por el marketing, desde el propio interior.  Y en vez de pensar ya se es pensado y en vez de elegir se es seleccionado y clasificado desde "los sueños" y "la ilusión". 
Por curiosidad antropológica, a veces veo Ahora caigo. Y escucho "los sueños e ilusiones" que mueven a los concursantes: el dinerito -dicen- para poder comprar y disfrutar de viajes a Las Vegas, a Disneylandia, a Nueva York o a París o a China...¡¡¡¡para ir de compras!!!! Cambiar de coche, de moto, irse de vacaciones y cruceros a los mejores hoteles...donde comprarán en distintos lugares, cada vez más comunes, las mismas cosas que en Albacete o en Mondragón, gracias a la globalización del abuso laboral y a la avaricia insaciable de todos los Inditex que en el mundo son. Alucinante resulta , como en El Principito, observar desde el pequeño planeta, un universo ilusorio que está enloquecido mientras se autoliquida alegremente, montado en la chepa de millones de desahuciados por el consumismo ciego y su violencia adjunta, con fórmulas alucinantes.

Con el inconsciente a tope ni siquiera se descansa bien y hasta el sueño se altera con el bombardeo desde esa dark-zone almacenada en las profundidades del cerebro límbico. Reptiliano. De donde luego brotan reacciones inesperadas y hasta terribles, en plan Jekill-Hyde, como, por ejemplo, indica la proliferación enloquecida de la violencia doméstica en los últimos años. 
Con un inconsciente a rebosar de estímulos de toda laya, una atención fragmentada en pequeños mosaicos inconexos entre sí, una disminución de funciones del córtex cerebral porque no dejamos tiempo a las neuronas para reponerse y oxigenarse adecuadamente, somos boccato di cardinale para las 'ilusiones' de cualquier tipo. Y así se vive en plena alienación. Ovejunamente. Convertidos en objetos y volcados hacia fuera, desconectados de la fuente íntima que nos nutre. Ese potencial que luego tal vez se busca en el yoga, a base de comprar un entrenamiento como si fuese natación o tenis, o en el taichi o en la meditación. Pero como el objetivo es simplemente calmarse los nervios y dormir mejor, o que no duela el cuerpo, no tener stress, a superar bulimias o anorexias, o adicciones chungas, solo quitar síntomas, sin ver las causas reales, sin cambiar nada en nosotros, sin aprender a ser conscientes de verdad, siguiendo las mismas rutinas que planchan y vacían por dentro y por fuera, nada mejora en realidad, aunque eso nos debería impulsar a "disipar la ilusión de una mala inteligencia" -como dice Kant- .  

No estamos para dispersarnos en ilusiones de Hollywood o en adquirir y dejarnos gobernar por la peña de Bill Gates o por los herederos de Steve Jobs, o por las especulaciones del dinero o del poder, que nunca son nuestros porque en realidad solo son droga que nos deshumaniza y nos hace insaciables y dependientes, sino para aprovechar todos los recursos de que disponemos y creamos para poder salir de ese estado de desierto y narcosis, a base de 'ilusiones' sin fuste que, como las nubes, acaban por disiparse  o por llovernos encima los restos desinflados de la decepción segura. Algo que nunca nos sucederá si nos basamos en el entusiasmo constructivo de la esperanza que se materializa con nuestra cooperación consciente y comprometida con lo mejor del "yo", que, cuando se encuentra, resulta ser también "nosotros". 



                                  Resultado de imagen de imágenes de construcción artesanal   










No hay comentarios: