domingo, 20 de marzo de 2016

¿Estás de acuerdo? Pues no lo sé



19/03/2016 (Infolibre) 
    
Un grupo de hombres y mujeres llega hasta la frontera. Son detenidos y conducidos hasta un campo rodeado de alambre. Empieza a llover sobre ellos, no pueden encontrar un refugio decente porque el suelo de la tienda de campaña es un charco. El agua cae sobre la historia como la única metáfora de la locura que les ahoga. Han cruzado el mar entre naufragios y cadáveres, han soportado un infierno acuático, el diluvio embarra su existencia, pero no encuentran una botella de agua que les quite la sed.

Una mujer de unos cuarenta años pregunta por su hijo perdido. A un hombre cercano a la vejez se le han roto las gafas. Las palabras se le mueren en la boca a otro hombre acostumbrado a las conversaciones largas y a las narraciones que los demás escuchan con interés. El miedo, ese sentimiento abstracto que se filtra en las pesadillas y en los cálculos durante las épocas de paz, resulta ahora una carga muy concreta de violencia, frío, hambre y desorientación.

¿Qué va a pasar con nosotros?, pregunta en mi sueño la voz de Jean-Claude Juncker, presidente de la Comisión Europea. Tiene la voz rota igual que sus gafas y se vuelve desorientado hacia Federica Mogherini, la alta representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores. Ni ella, ni Christine Lagarde, directora gerente del Fondo Monetario Internacional, conservan su elegancia estirada, la belleza social que dibujan algunos cuerpos en relación con el dinero. Federica y Christine, en cualquier caso, no parecen todavía tan patéticas como la calva sucia de Martin Schulz, presidente del Parlamento Europeo, o como el andar de oca tonta de François Hollande, o como el pelo derretido en la cabeza de Angela Merkel.

Bashar al-Asad, tirano de Siria, se desespera porque nadie atiende a sus órdenes homicidas. Desesperada está también Soraya Sáenz de Santamaría buscando a su hijo. Parece que el dolor le ha devuelto una huella de humanidad a su rostro, muy encabronado en las últimas semanas por culpa de la política española. Mariano Rajoy mantiene junto a ella la calma y la sonrisa pasmada. No lo sacan de su cueva interior ni las lágrimas maternales de Soraya, ni los gritos de Jean-Claude que pregunta una y otra vez en mi sueño: ¿qué va a pasar con nosotros?

Últimamente sueño cosas raras. Esta noche me ha dado por soñar que un extraño castigo del destino ha condenado a los líderes a sufrir por unos días la tragedia de la gente común. Allí estaban, junto al abismo y bajo la lluvia, Jean-Claude, Federica, Christine, Martin, François, Angela, Bashar, Soraya y Mariano sufriendo en su propia carne el dolor y el desamparo de los refugiados. Me desperté cuando un periodista de televisión se acercó con un micrófono para preguntarme “¿estás de acuerdo?, ¿te parece bien que sufran Angela y Mariano?”.

Pues no lo sé, y eso que estoy todavía en la intimidad de un sueño. Uno no puede convertirse en un cínico, pero tampoco en un desalmado. Esa es la tristeza que llueve hoy en Europa, una lluvia envenenada a la vez por el cinismo y por la falta de compasión. En épocas de incertidumbre se llevan los golpes de autoridad. Me miro a mí mismo en el espejo y me digo: si quieres que sufran es por pura venganza, estás convencido de que estos mandatarios no cambiarán nada por sufrir durante unos días el dolor ajeno. No son crueles por desconocimiento, cada vez que firman algo saben perfectamente el dolor que provocan. Pertenecen a un mundo que ha vuelto a romper los lazos entre los sentimientos privados y la vida pública.

Muchos europeos están dispuestos también a odiar a los extranjeros. Llevan demasiados años maltratados por sus propios gobiernos como para mantener la calma razonable. La Unión Europea no es una ONG. Pago modestamente los recibos de algunas organizaciones sociales que se dedican a ayudar a los que sufren y a denunciar violaciones de los derechos humanos. Pero el Estado español y la Unión Europea me salen mucho más caros en impuestos directos e indirectos. La Unión Europea no es una ONG, es un espacio público, una construcción política destinada a solucionar problemas, un contrato social. La respuesta que acaba de dar a la crisis de los refugiados con su operación cínica de compra y venta de personas es un ejemplo histórico de contrato social fracasado: el que ordena la convivencia económica de los europeos. Aquí no se armonizan los sentimientos privados en un espacio público, aquí se demuestra que se ha creado un monstruo público sin sentimientos.

¿En manos de quién vamos a estar? Se ha puesto en marcha un organismo que se devora a sí mismo con tumores ingobernables. Conviene que observemos de un modo atento la suerte de los refugiados porque es una metáfora de nuestra propia suerte. Y la vida no es un sueño, aunque a veces se parezca mucho a una pesadilla. Devolverle sentimientos a los debates públicos resultaría hoy una forma de ser y de actuar muy razonable para no condenar la política. El problema no es que estos políticos sean unos malvados. El problema es que esta representación política no nos sirve.

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Yo tampoco tengo muy claro que a esos políticos deshumanizados les sirviera de algo vivir la experiencia de  los refugiados; no sé siquiera si tienen capacidad para relacionar las causas con sus efectos y viceversa. Cada vez estoy más convencida de que la verdadera bondad, la empatía, la compasión, la solidaridad, la ética y su aroma quintaesenciado, que es el amor, requieren un grado de inteligencia entera, lúcida y fértil, emocional, humana en lo más hermoso y grande del término. Y, desde luego, esa camarilla de depredadores "legales" no parece poseer tales herramientas para poder convivir con el resto de la humanidad. Sencillamente están tarados; les falta algún cable importante para conectar las piezas de la esencia y la existencia, del ser y el simular que se es. Carecen de la mínima sensibilidad necesaria para reconocerse humanos. No distinguen la realidad de su ego oligócrata. Son pegatinas malévolas, recortables planos y descoloridos que se han independizado del folio en que estaban dibujados y andan sueltos por todas partes simulando que son de nuestra especie, pero es mentira. Y la mentira tiene las patas cortísimas aunque tenga las manos muy largas y las intenciones muy negras. Por eso, de repente, un mal día, la verdad se abre paso entre los abalorios del paripé y les devuelve la imagen real de la miseria propia en la hecatombe ajena. Ahí estamos ahora. Abochornados y aplastados por tanto dolor de nuestra gente, todos son los nuestros. Menos ellos, los recortables. Y no porque les despreciemos, es cosa de ellos, de su propio despreciable apartheid que les impide comprender la que han liado y de pronto el miedo y la vileza les arrancan la careta de líderes de la nada, de gobernantes del basurero, de títeres sin titiritero, como espantajos huecos y empiezan a demostrar su estupidez, su bajeza y su  destarife, cerrando fronteras, comprando falsa decencia con sus tentáculos, como ACNUR, por ejemplo, que vende la imagen compasiva del sistema mientras lleva a la muerte a los desterrados. Porque hacinar en campos de exterminio y deportar a las víctimas a su infierno de origen, es matarles, con toda seguridad. 

La gerifaltía de pegatina ha tenido a mal - el bien no saben lo que es- condenar a millones de inocentes al exterminio para proteger sus votos, igual que han fingido solidaridad unos meses antes, por la misma razón. 
Como siempre es la ciudadanía la que está al quite, voluntarios de toda Europa se están yendo a pasar las vacaciones de Semana Santa a Idomeni, a Tesalónica, a Atenas, a Lesbos para echar una mano. Los griegos los están acogiendo en sus casas, a la vez que los restaurantes, tiendas, bares y  supermercados de la zona se han volcado en compartir lo poco que tienen con los refugiados atrapados en el fango, la lluvia y el frío. En la soledad de los descampados cercados por alambradas, en los que ACNUR, la benéfica organización del alto comisionado de la ONU, planta sus jaimas y se larga. Desaparece. Abandona. Mientras se hace propaganda y saca dinero con engaños en suscripciones. Es un escándalo comprobable en las redes sociales con fotos y vídeos que la prensa no publica. Los testimonios en directo de  periodistas como Alberto Sicilia, ponen los pelos como escarpias. Están convirtiendo la tragedia en negocio electoralista, en toma y daca. Y han copiado el negocio sucio de  España con Marruecos para que los turcos se encarguen de quitar de en medio a los refugiados. Los títeres sin titiritero,fatuos y empingorotados en la fatuidad de su cinismo, aterrorizados por lo que los desborda y no consideran el resultado de sus políticas contra natura, monstruosas, han enloquecido.

Es la hora de la ciudadanía europea. De la revolución de la fraternidad, del golpe de Estado de la decencia y de la honestidad, de saltarse ya tanta norma egoísta y cruel, y empezar a desobedecer sin violencia, pero con firmeza. Por ejemplo, la Generalitat valenciana debería desobedecer ya mismo a Rajoy y obedecer a los ciudadanos que en masa se han ofrecido a acoger a los hermanos sin tierra, aceptando de una vez la oferta de Balearia y hacerse responsable de traer a casa a los refugiados que prometió rescatar. Y que Rajoy diga misa si quiere, que ya nos importa un bledo qué "legalidad" puede exhibir y exigir un corrupto, protector y admirador público de corruptos que ha hecho "legal" la indecencia. Qué sabrán ellos de lo que de verdad vale. Qué sabrán ellos de lo que mantiene vivo este mundo a pesar de su empeño por destruirlo.

Este asunto solo lo solucionará la insumisión creativa, que en vez de apilar  problemas con el miedo y la miseria del egoísmo, crea soluciones por libre, con el valor y la inteligencia de la generosidad. De la justicia. Del amor.  
Solo el amor engendra lo que perdura. Solo el amor convierte en milagro el barro. Y si no, no la emprendas que será en vano. Eso canta Silvio Rodríguez desde una larga e intensa experiencia en el asunto. Y yo lo comparto. 

Gracias, Luis, por esa reflexión tan intensa y tan honda. Ahora es el momento de que salga de nosotros lo mejor que tenemos, lo mas sano, lo más limpio. Lo más hermoso. La poesía de la experiencia hecha materia y soplo creador de realidades tangibles. Qué gran oportunidad para el cambio verdadero.


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