lunes, 7 de marzo de 2016

Adios al "cura Paco"; por fin el retorno, querido hermano. Gracias por tu vida generosa.

Muere García Salve, Paco el Cura, exdirigente del PCE y CC OO

Cura obrero y abogado laboralista, fue condenado por el franquismo en el famoso proceso 1.001 contra la dirección del sindicato obrero.


Francisco García Salve, Paco el Cura. Foto: Comisiones Obreras
MADRID.- El exdirigente de Comisiones Obreras y del Partido Comunista (PCE) y exjesuita Francisco García Salve ha fallecido este sábado, según ha informado el sindicato en un comunicado.

La dirección confederal de CCOO y la Federación de Construcción y Servicios ha trasladado su "sincero pésame" a los familiares y amigos de García Salve, conocido como 'Paco el Cura', a quien considera un "histórico dirigente" del sindicato.

"Con su lucha, entrega, dedicación y trabajo contribuyó a que se conformase el sindicato de clase que hoy en día es CCOO, primera organización sociopolítica de nuestro país y referente de los trabajadores y trabajadoras que, como él, tienen conciencia de clase y espíritu combativo", ha indicado la organización.
García Salve (Farlete, provincia de Zaragoza 20 de noviembre de 1930) ingresó en la Compañía de Jesús al terminar el Bachillerato y se aproximó al movimiento obrero durante su estancia en San Sebastián, según el sindicato.

Tras dejar el sacerdocio perteneció al comité central del PCE y ejerció como abogado laboralista hasta su jubilación, a los 72 años, formación universitaria que adquirió durante el franquismo en la cárcel de Zamora.

El diputado en el Congreso por Izquierda Unida-Unidad Popular, Alberto Garzón, ha recordado a García Salve a través de un mensaje en Twitter. "Ha fallecido Paco García Salve, cura obrero e histórico dirigente de CCOO. Que en paz descanses, compañero", ha afirmado.

Condenado en el proceso 1.001

García Salve fue condenado a 19 años de cárcel dentro del famoso proceso 1.001, por el que el Tribunal de Orden Público franquista descabezó toda la dirección del sindicato Comisiones Obreras en 1973.
Los condenados en el proceso 1001 por el Tribunal de Orden Público franquista
Junto a él fueron condenados a largas penas Marcelino Camacho, Nicolás Sartorius, Miguel Ángel Zamora Antón, Pedro Santiesteban, Eduardo Saborido, Luis Fernández, Francisco Acosta, Juan Muñiz Zapico y Fernando Soto Martín.
Los diez dirigentes sindicalistas condenados, conocidos como los diez de Carabanchel, fueron indultados en 1975 por Juan Carlos I tras la muerte del dictador Francisco Franco.
García Salve fue condenado nuevamente por la Audiencia Provincial de Madrid a más de tres años de prisión, ya durante la democracia, por la publicación de su libro "Yo creo en la clase obrera", en 1980, que abordaba el proceso 1.001 y contenía duros ataque al TOP y a algunos de sus integrantes.

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Hay muerte para unos y vida para otros, según el camino elegido. La muerte no es solo el final trágico e irreversible de toda sensación y pálpito vital que dramatiza nuestra impotencia y nuestro miedo;  es solo un tránsito, un cambio de plano, una salida de energía hacia niveles que no controlamos. Por desgracia la muerte es un fenómeno mucho más frecuente y cotidiano con el que convivimos sin saberlo, puede convertirse en un estado de latencia moribunda, que es simplemente, vegetar sin conciencia en este mundo, es más, se da el caso, de llegar al tránsito final del camino, después muchos años de estancia por estos pagos, sin haber vivido e incluso, sin haber nacido. Como muebles. Como objetos inertes. Ni siquiera como vegetales, animales o minerales, que forman la cadena de la vida y son el camino hacia el nacimiento de la conciencia. Vivir exclusivamente en la inercia de la mecánica biológica, en la periferia de nosotros mismos, es estar muertos como seres inteligentes y espirituales. Resignados. Fatuos. Estériles. Desgraciadamente hay millones de seres humanos atrapados en ese territorio sin sentido y nada tiene que ver con ser ricos o pobres, intelectuales o analfabetos. En La Historia Interminable, Michael Ende describe ese estado de letargo íntimo como "el pantano de la tristeza".

Para estar vivos de verdad no basta el primer nacimiento, es necesario un segundo parto que ya no depende de nuestra madre, sino de nuestro despertar a otros niveles perceptivos y cognitivos, conscientes y sentientes más sustanciosos y lúcidos. Hay en nosotros señales que nos conducen a ese segundo nacimiento, que podemos seguir o simplemente ignorar, para eso está nuestro libre albedrío. Son pistas como el disgusto profundo sin causa, la sensación de que todo se acaba muy pronto y nada perdura y por eso nada tiene valor, una nostalgia íntima, una sensación de estar incompletos por dentro que ninguna alegría consigue eliminar del todo y que se suele remediar temporalmente con el enamoramiento que dispara las endorfinas y las ilusiones de cambio de lugar, de profesión, de pareja, sin que esos cambios logren establecer nada fundamental en ese vacío indescriptible.
Los místicos, como Juan de Yepes -Juan de la Cruz- lo llaman la noche del sentido. La noche oscura,en la que no se ve nada a qué agarrarse. La psiquiatría y la psicología lo llaman depresión endógena, de causa interna que no se conoce pero se investiga. Entonces se trata de reforzar los neurotransmisores  con una medicación y de mitigar la sintomatología con fármacos estupefacientes que nos duerman y nos impidan pensar. Ya que la 'ciencia' solo comprueba que son las ideas y pensamientos negativos los que nos enferman porque el cerebro de un depresivo no funciona bien. Así, muchas veces, con la mejor intención terapéutica pero con una perfecta ignorancia antropológica, se corta de raíz la evolución de nuestro Yo superior y se nos deja para siempre atascados entre los miedos inconscientes del cerebro límbico y la tiranía elemental de nuestro ego. Y así se está fiambres, muertos en vida. Trabajando. Consumiendo. Yendo de vacaciones. Emparejados o solos, pero siempre flotando en un vacío que aterroriza y que nada consigue llenar por mucha pastilla que se recete. El paso de la muerte a la vida, de la inercia a   la conciencia, del instinto al sentimiento, del cuerpo al alma, del cerebro al corazón,  es crucial para crecer. Y eso solo se descubre buscándolo sin parar dentro de una misma, dejando a un lado la resignación y los convencionalismos que tratan de explicarlo todo con las mismas letanías. Los verdaderos revolucionarios no son los violentos que cortan cabezas,sino los que han sabido encontrar la respuesta en su interior y la han visto reflejada en el entorno, en los demás, en sus carencias, en sus ansias de cambio, en su falta de orientación y de capacidad para gestionar sus vidas a medias. La mejor terapia para la depresión endógena es salir de sí mismo y abrirse al que está peor que uno. Ese paso despierta la conciencia y remueve la emoción y enciende la chispa del cambio para salir del estado muerto hacia la vida.
En la peli de La Misión, que es un monumento histórico y cienematográfico, hay un caso así, en el personaje de Mendoza, el traficante de esclavos, que vegeta en su muerte sin saber que no vive, hasta que mata a su hermano y se hunde, agujero del que solo saldrá cuando entra en contacto con los guaraníes que había perseguido y atrapado para venderlos en el mercado de esclavos. Ellos le liberan de la carga y le ayudan a llenar de luz la covacha de su vacío culpable. Gracias a ellos se convierte en un hombre de bien hasta en un héroe que da su vida por salvar la de un niño guaraní que huye de los soldados. En realidad Mendoza no muere porque ya había nacido al amor que le liberó del ego. Había pasado de ser un lobo para el hombre a ser un ángel protector y salvífico de la vida de un niño.
El cambio de nuestra civilización pasa por el descubrimiento y el trabajo con el espíritu o no habrá salida para nuestra especie. La revolución que necesitamos es la de la conciencia mucho más que la de la violencia, el reproche, la inquina, la armas, los juegos sucios, la venganza o las zancadillas para atrapar el poder, que en realidad siempre es tiranía si no es el poder sobre uno mismo antes que sobre los demás.  Anarquía verdadera no es desorden y desorganización, sino la no necesidad de imposiciones desde fuera porque ya se trabaja el poder interno, ése que se expresa en el bien común. Un verdadero anarquista es tan dueño de sí que no necesita oprimir ni presionar a nadie para conseguir algo. Simplemente, trabaja sanamente para lograrlo y considera a los demás tan dignos y capaces como él si se les ayuda a crecer. A ese rango de conciencia pertenecen las personas libres y solidarias. Como el cura Paco. Como Enrique de Castro. Como los hermanos Cardenal. Como personas anónimas e imprescincibles que son impecables en humanidad. Y tantas y tantos que nunca llegaremos a conocer y que sin tener una base religiosa viven los mismos valores.

Las personas como Paco García Salve, saben escuchar y descubrir esas señales. Y se despiertan. Se las toman en serio y nacen y renacen tantas veces como sea necesario. Cambian, fluyen, experimentan desde el corazón y hacen que la mente lo obedezca y se someta a su equilibrio humanizante. La mente sin corazón no supera el estado autómata y teledirigido por la inercia, como un ordenador o una calculadora. Pero esa gente como Paco García Salve se ponen en marcha con las sandalias del amor por la humanidad, con la mochila ligera de la compasión, con el impulso de la justicia y el mapa de la lucidez solidaria, con la brújula de la esperanza y la fe en el ser humano, con todo su historial de fragilidades y melindres. Sin juzgar ni condenar a nadie, aunque ellos sí sean juzgados y condenados tantas veces por romper demasiados moldes convencionales. 
Y van a por todas, porque están vivos y negocian con el miedo hasta arrinconarlo y afrontan la crítica, la derrota, la marginación, la cárcel, el abandono, la incomprensión, con la misma serena entereza que el triunfo, la liberación y el reconocimiento. Están vivos; han entrado en esa franja del existir que ya es el  ser.  Han hecho desaparecer de sus vidas los dogmas humanizándolos y las leyes superándolas. Porque las leyes, como las religiones o las ideologías, están no solo para ser cumplidas y respetadas en las etapas más elementales de la humanidad, sino sobre todo para hacerlas innecesarias cuando nuestra ética ya no las precisa, ellas están para regular el territorio de lo que aún no ha conseguido nacer de nuevo y no para resignarse a la ceguera de la seguridad de un credo y de una norma,  sino para transmutarlos en algo más evolucionado. Así vivió "el cura Paco". Un ex jesuíta. Un hombre de acción, espiritual. No era espiritual porque fue jesuíta y cura, sino que fue lo mismo jesuita que comunista, precisamente porque era espiritual. Como los hermanos Cardenal en Nicaragua eran revolucionarios porque eran, y aún Ernesto lo es, hombres de espíritu, de los que han podido nacer por segunda vez. 
No es necesaria una religión ni una ideología para experimentar un segundo nacimiento, cualquier camino que se tome desde la honestidad y la coherencia nos llevará a la regeneración de la vida sin muerte. Sólo un tránsito de planos. A la conciencia que experimenta  plenamente que el cielo, el infierno, la desgracia y la felicidad, la vida y la muerte, la verdad, la mentira, el odio y el amor, son estados que solo dependen de cómo vivimos por dentro, a esa conciencia no la doblega ningún temor. Ya se murió a lo viejo al nacer libremente por segunda vez en esta vida. Cuando eligieron dar sin pedir nada a cambio y así el peor enemigo, que es nuestro ego, se pudo educar y transformar en el Yo universal e individual que es Nosotros.
Así era la iniciación de las antiguas escuelas filosóficas de sabiduría y el significado inicial del bautismo de los primeros cristianos, hasta el siglo IV, que no era cosa de niños recién nacidos sino la culminación de un camino consciente de libre elección, una regeneración de valores y de esencia que nos revela lo mejor de la humanidad que somos y en cuyo trayecto vamos desarrollando las herramientas y los cambios personales imprescindibles para crecer y mejorar cada día, no como una pesada cruz, sino como un regalo, un don de la misma ruta que hacemos. Una transmutación hasta de nuestra materia primordial que también puede llegar a transformar la sociedad si una masa crítica de conciencias potencian el proceso. Eso lo consiguieron Buda y Jesús, lo intuyó Karl Marx y lo pusieron en marcha Gandhi, Luther King y Mandela. También es la raíz profunda del 15M. Son segundos nacimientos evolutivos que van modelando la naturaleza elemental de nuestra especie para llevarnos de viaje desde la condición de la muerte como punto final hacia el flujo infinito de la vida que integra los cambios desde el renacimiento de sí misma.
Buen viaje sin fin, querido Paco. Te lo has ganado a pulso trabajando sin parar desde el Maestro del Corazón.


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