Idomeni, la estación de trenes que se convirtió en un insulto a los valores europeos
Los funcionarios indican que la situación del campamento de
refugiados situado en la frontera entre Grecia y Macedonia, con miles de
personas atrapadas y sin destino, es una bomba de relojería
Las enfermedades han aumentado después de que más de 2.000 personas intentaran esquivar los controles en la frontera y cruzaran un río helado, y los médicos deben enfrentarse cada día a fiebres, neumonías, septicemias, crisis nerviosas y brotes psicóticos
Las enfermedades han aumentado después de que más de 2.000 personas intentaran esquivar los controles en la frontera y cruzaran un río helado, y los médicos deben enfrentarse cada día a fiebres, neumonías, septicemias, crisis nerviosas y brotes psicóticos

La CE dice que no puede haber devoluciones colectivas de refugiados a Turquía
EFE
Hasta hace poco, solo unos pocos habían oído
hablar de Idomeni, una parada de tren situada en Grecia, cerca de la
frontera con Macedonia. Sin embargo, ese nombre señala ahora a la mayor favela
de Europa; y, según un alto funcionario de inmigración de la Unión
Europea, representa "una vergüenza" para los valores más defendidos por
el continente.
Las tiendas de campaña, los centros de
atención médica y las casetas se levantan sobre el barro. Y el terreno,
que en el pasado fue fértil, ahora es un vertedero tóxico. El aire es
húmedo y está marcado por un olor amargo.
Los niños corretean de un lado a otro, cansados,
hambrientos y sucios. Están rodeados de tiendas de campaña empapadas por
la lluvia. Las mujeres permanecen dentro de las tiendas mientras que
los hombres se sientan en la entrada e intentan infructuosamente hacer
fuego con trozos de madera mojada.
Hay colas por
todas partes; colas de refugiados desaliñados que piden comida, colas de
chicos adolescentes taciturnos que necesitan atención médica, colas de
chicas adolescentes con sus bebés, colas de ancianos que observan con
desconfianza desde la lejos. Y en todas partes hay pilas; de ropa
mojada, de mantas empapadas, de zapatos llenos de barro, de tiendas de
campaña, de madera y de basura. Son los restos de la desesperación de
muchas personas que nunca pensaron que este sería su destino final.
Por el fango con las botas impolutas
Tras presenciar varias escenas de caos durante una visita al
campamento, un alto funcionario en temas de inmigración de la Unión
Europea, Dimitris Avramopoulos, se esfuerza por encontrar las palabras
adecuadas: "A todos nos ofenden estas imágenes", indica mientras unos
chicos se pelean a su lado por un trozo de madera. "La situación es
trágica y es un insulto a los valores de un mundo civilizado", afirma.
Idomeni no debería existir. Es un atasco que se produjo cuando
Macedonia, siguiendo el ejemplo de otros países de Europa del Este y de
los Balcanes, decidió abruptamente cerrar sus fronteras. En los peores
momentos el campamento de refugiados ha llegado a albergar a más de
14.000 personas, la mayoría de Siria e Irak pero también de Afganistán,
Irán, Marruecos, Argel y Túnez. Todos anhelan poder continuar su viaje
hacia el centro de Europa.
"En mi vida había visto algo remotamente parecido. Integrantes de ONG que han trabajado en todo el mundo me indican que nunca habían trabajado en unas condiciones tan lamentables
La llegada de Avramopoulos, abriéndose paso por el fango
con sus botas impolutas, ha generado expectativas de cambio. Pocos
políticos se han atrevido a llegar hasta allí. Prácticamente todos los
refugiados mantienen contacto permanente con sus familiares en el
extranjero y la visita les hace pensar que todo podría mejorar cuando
los líderes europeos se reúnan en Bruselas para decidir su destino.
Unos 45.000 refugiados e inmigrantes se han quedado atrapados en Grecia.

Una niña refugiada en el campamento de Idomeni, en la frontera con Macedonia.
EFE
La canciller alemana, Angela Merkel, ha abogado por
buscar una solución "paneuropea" y ha indicado que es esencial actuar lo
antes posible. "Todos deberíamos estar muy preocupados por la situación
en Grecia", indicó en un discurso ante el parlamento federal de Berlín
en vísperas de la cumbre: "Esta situación tendrá consecuencias para toda
Europa".
"¿Qué delito han cometido?"
Los que
están en Idomeni lo saben mejor que nadie. Los doctores son los
primeros en reconocer que antes de llegar al campamento no sabían el
significado de la expresión "emergencia de salud pública". Todos los que
han estado allí afirman que el campamento es una bomba de relojería.
Algunos llevan unas semanas en el campamento, otros casi un mes. El
personal sanitario indica que han aumentado los casos de fiebre,
neumonía, septicemia, crisis nerviosas y de brotes psicóticos.
"Nos hemos encontrado con mujeres retorciéndose de dolor en el interior
de una tienda de campaña debido a una muerte fetal (intrauterina)",
explica Despoina Fillipidaki, que coordina a los voluntarios, los
servicios médicos, el suministro de medicamentos y los médicos de Cruz
Roja: "Mi principal temor es que pronto empezarán a morirse. ¿Qué delito
han cometido? Solo querían tener una vida mejor, huir de la guerra,
escapar de la pobreza. ¿Y qué han encontrado? La Grecia de la ocupación
(nazi)".

Los refugiados tienen tres veces más riesgo de sufrir trastornos psicóticos
EFE
Idomeni simboliza el fracaso del sistema. Muchos temen
la desintegración de Europa, el fin de los principios fundacionales que
en el pasado unieron a los países que habían sufrido una guerra. En ese
ambiente lleno de caos y de barro, los valores, las formas y la decencia
que habían mantenido unida a Europa parecen haberse desvanecido.
"Se trata de la mayor vergüenza de Europa", indica Matthias Keller, un
médico suizo que atiende a los jóvenes sirios en su coche: "En mi vida
había visto algo remotamente parecido. Integrantes de ONG que han
trabajado en todo el mundo me indican que nunca habían trabajado en unas
condiciones tan lamentables y lo cierto es que todo está pasando en
nuestro continente".
Explica que las enfermedades han
ido en aumento después de que más de 2.000 personas intentaran esquivar
los controles en la frontera, anduvieran muchos kilómetros y cruzaran
un río helado. A principios de esta semana Macedonia los obligó a
regresar a Grecia. "Si estuviera en mi consulta mandaría a la mitad de
ellos al hospital. Lo único que puedo hacer es darles un antibiótico y
pedirles que regresen a sus tiendas de campaña cubiertas de barro. La
verdad es que rompería a llorar".
Los refugiados son
conscientes de las dificultades y, sin embargo, lo siguen intentando
porque están atrapados en el limbo. Intentan llegar a Turquía, más tarde
a las islas Egeas, Atenas y el norte de Grecia. Prefieren perseguir un
sueño utópico; y así es como hombres, mujeres y niños terminan en el
campamento de refugiados. Los más resistentes se quedan cerca de las
alambradas de púas y las observan con atención mientras que los demás
montan su tienda de campaña cerca de la estación de ferrocarril o cerca
de las gasolineras.
"No nos importa que la frontera
esté cerrada", indica Masru Hamdi, un joven afgano, mientras camina en
dirección a la frontera con una mochila en la mano: "Esperaremos lo que
haga falta".
Los esfuerzos por trasladar a los
refugiados a instalaciones situadas en el centro del país han caído en
saco roto. Y la coalición de izquierdas del primer ministro Alexis
Tsipras ha indicado que no hará uso de la fuerza para reubicar a los
inmigrantes.

Migrantes y refugiados tratan de secar su ropa sobre una pila de
escombros en el campamento provisional en la frontera entre Grecia y
Macedonia.
EFE
"Mi madre y yo llevamos 21 días aquí" explica Ayham
Hakni, un sirio de Homs, sentado en un palé de madera que le sirve de
cama: "Dormimos con otras tres familias en una tienda de campaña. "La
situación es horrible, hace mucho frío, pero sigue siendo mejor que los
bombardeos. Mi padre, mi hermano y mi hermana ya están en Francia.
Haremos todo lo que esté en nuestras manos para reunirnos con ellos".
Lo más doloroso de la situación es que los que están peor son los que
albergan mayores esperanzas. Si la Cumbre no consigue auspiciar un
acuerdo para que se reabran las fronteras, y son muy pocos los que creen
que lo logrará, las tensiones irán en aumento.
"En
sus caras, especialmente las de los más jóvenes, se refleja más rabia
cada día que pasa", indica Fillipidaki: "En sus ojos ves una mezcla de
esperanza, ira y decepción·.
Grecia sabe que está caminando sobre la cuerda floja. La tensión aumenta cada día que pasa.
Al ser preguntado por la posibilidad de transportar en avión a los
emigrantes y llevarlos fuera de Grecia, el ministro de inmigración del
país, Yannis Mouzalas, no ha descartado esta opción. En un visita al
campamento junto con Avramopoulos, ha indicado que la idea le "parece
bien". "Mi gran esperanza es que Europa decida comportarse en la cumbre
como lo haría un europeo", concluye.
(Traducción de Emma Reverter)
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(Traducción de Emma Reverter)
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No recuerdo una situación semejante en Europa en todos los años que llevo viviendo en ella, o sea, desde que nací, que ya son muchos. No encuentro palabras para definir esta hecatombe humanitaria, en un entorno que no carece de nada para poder echar una mano y salvar la vida a estos hermanos de especie que escapan como pueden de un horror para sumergirse en otro. ¿Cómo lo estarían pasando en sus pueblos para que, sabiendo lo que va a sucederles, con toda seguridad, prefieran arriesgarse a ese viaje, que para tantos cientos de ellos, va directo a la muerte dolorosa y lenta, en la agonía de un descampado en medio de la nada o en la fosa común del Mediterráneo?
Todo esto me lo pregunto mientras escucho el ruido de la fiesta en honor de José, el carpintero de Nazaret, que se quedaría a cuadros si viese la que se lía cada año en su nombre mientras más de media humanidad está por los suelos y veo las fallas tan campantes, la juerga y la diversión y me pregunto ¿cuántas vidas podrían salvarse de la miseria y de una muerte casi segura en tales condiciones de abandono, con los cientos o miles de millones que se están gastando en este festejo en plena crisis? ¿Y cómo aún quedan ganas de estallar petardos, perder y quemar por divertimento el tiempo y unos recursos que podrían estar salvando vidas en Idomenei, la estación de la muerte anunciada y hasta vendida como producto en el mercado de la desesperación?
Son preguntas sin respuesta "oficial", mientras desde los parlamentos y senados-refugio para aforados ausentes y cobrantes a lo Barberá, confortables y con buena calefacción, se debate sobre la vida y la muerte de los pobres, de los rehenes, de los prisioneros del horror, que se mueren de frío, ignorados, anónimos, hundidos en el cieno; mientras lo mismo que en los antiguos circos del imperio romano se decide, subiendo o bajando el pulgar de los votos, la muerte o la vida de los seres humanos distintos, -"bárbaro" en griego y, luego en latín, significa simplemente, "extranjero", lejano, distinto, desconocido y hasta hostil y temible-. Vamos, como ahora mismo. Como si no hubiesen pasado más de veinte siglos.
Y entonces se atan cabos y se ve como en Roma o en Madrid, en Colonia, en Amsterdam, en La Haya, en Rotterdam (ay, Erasmo quién te lo iba a decir...) o en Budapest o en Macedonia, la barbarie de los europeos se convierte en crueldad con las mujeres que piden limosna en las calles, como con las que mueren con sus hijos en esos campos de exterminio que por eufemismo se llaman "de refugiados".
Y no sé qué es más intenso en este sentimiento colectivo que invade la tierra el mar y el aire con el dolor de los olvidados y las olvidadas de todas las edades, víctimas inocentes de la filosofía desalmada neoliberal y sus mercados de la guerra y del abuso, en plan terminator: "la función del liberalismo en el futuro, será limitar el ppoder de los pparlamentos, sometidos a la ppresión imppaciente de las masas incultas" -afirmó sin cortarse un pelo a primeros del pasado siglo H.Spencer, padre fundador del neoliberalismo-, ¿A qué nos sonarán esas palabras, verdad? Hasta las podría decir Soraya multiusos, la vicepresidenta danzante y en funciones, en un arranque de sinceridad; por eso los gerifaltes pperos están tan rebeldes ante el nuevo Parlamento y suena tan postiza la nueva y repentina tolerancia de Rajoy y Margallo, su ministro, tan humanitarios y demócratas de repente en defensa de los DDHH, desde la legalidad; no sé qué es más devastador, si la tristeza, el estremecimiento de las entrañas ante el sufrimiento aberrante de los inocentes, la indignación, el asco o la vergüenza ajena.
Lo siento, mis queridos y queridas valencianos y valencianas, pero este crujir de la conciencia colectiva sometida a lo peor, no solo no está para fallas es que además es una falla tectónica que se está tragando 5000 años de civilización y más 150 de empeño y logros sociales, así, como si fuera lo más normal. No debería estar el ambiente para fiestas tan rutilantes y tan caras de mantener, en tiempos de tanta carencia y heridas en el tejido humano, tienen un sabor a cruel que no acaba de encajar con el nuevo aire de regeneración que se pretende. Una cinta de luto riguroso atraviesa el Continente desde sus cuatro puntos cardinales, mientras suenan con sordina y a lo lejos las trompetas de la derrota final del montaje por entregas.
Después de esta debacle televisada en directo y con los protagonistas muriendo a las puertas de casa, nunca volveremos a ser los mismos. Ojalá sea porque hayamos despertado y visto, de una vez por todas, en lo que acaba una sociedad del "bienestar" cuando solo se preocupa por lo suyo, sin ver que si lo suyo no es también lo de todos, tal vez no valga la pena acumular tanto y valer tan poca cosa. Es como lo del Rey Midas pero al revés: el oro que se toca en ese estado, se convierte de golpe en baratija, el lado chungo de la alquimia, que convierte el oro en plomo. Eso sí que es merde, Lety, carinyet. A ver si vamos aprendiendo a poner las cosas y las etiquetas en su sitio mientras nos colocamos la mascarilla y vamos desinfectando. Ains!
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